Septiembre siempre es un mes complejo en Chile. Un mes de dolor y alegría. Dolor, porque es cuando aflora el siempre latente recuerdo del presidente Salvador Allende, de su dignidad, del Gobierno popular, de esa histórica experiencia para la izquierda mundial que se cruza con el del 11 de septiembre, la traición de Pinochet (comandante en jefe nombrado por Allende), la violenta derrota de la “vía chilena al socialismo”, la posterior masacre y construcción de uno de los países más neoliberales del mundo. De alegría porque, pasado el “11”, viene “el 18”, cuando comienzan la celebración de las Fiestas Patrias y todo el país suele volcarse por una semana de fiestas, bailes y festejos como no hay otra en el año.