Una nación víctima de la insaciable voracidad de banqueros y latifundistas que saqueaban impunemente a una población que tenían como rehén y que, en su desenfreno, provocaron la megacrisis económica y financiera de 1999. En un alarde de falsificación de los hechos históricos a esa tremenda crisis la denominaron, amablemente, “feriado bancario”, a pesar de que en su vorágine acabó con la moneda ecuatoriana, que fue reemplazada por el dólar estadounidense, y provocó la estampida de unos dos millones de ecuatorianos que huyeron al exterior para ponerse a salvo de la hecatombe.