El esquizofrénico se solaza en sus deseos anormales, irreales y no existiendo aquello que pudiera evitar realizarlos, provoca un refuerzo de sus delirios y fantasías ilógicas e irrealizables, las que sólo empatizan con su anormal situación.
Ese estado se expresa en la cotidianidad de muchas maneras, incluso muy diferentes entre sí, pero por lo común se acentúan las consiguientes peculiaridades: incoherencia de pensamiento, también de los actos y la afectividad, tanto hacia sí mismo como hacia los demás (la psicología las llama discordancia, disociación y disgregación)