Tienen menos de 45 años. No eligieron EE.UU. para hacer sus posgrados sino que universidades europeas que miran a la Economía en diálogo permanente con otras ciencias sociales. Trabajan con números, pero conscientes de que tras ellos hay seres humanos. Son críticos de la desigualdad del modelo. Esperan aportar a las políticas públicas deshaciendo –sin retórica, sino con números– los nudos que tejió el sueño neoliberal levantado en los 70.