Obama perdió una gran oportunidad histórica en su reciente viaje a Japón de pedirle perdón a ese país y al mundo –en representación de Estados Unidos- por las bombas atómicas tiradas contra Hiroshima y Nagasaki en 1945. Ambas constituyeron, más allá de las intenciones expresadas al hacerlo, los peores crímenes de guerra efectuados hasta ahora en la historia humana.