Así es pues, lector y lectora. El Golpe de Estado del 73 no fue una aventura militar más. Su objetivo general era: liquidar el espíritu republicano, forjado lenta y difícilmente en mil batallas, y reinstalar el dominio oligárquico y conservador que se vio amenazado, primero por la “revolución en libertad” y, después, por la “revolución con empanadas y vino tinto”. […] Lo importante era, como lo dijo en alguna oportunidad Jaime Guzmán, que este pueblo nunca más pusiera esperanzas en un proyecto de cambios radicales. Y si ese pueblo insistía en equivocarse, bueno, entonces un cerrojo: la Constitución del 80. Pero, para el logro de este objetivo, no bastaba la represión o la pura ley.