Mis “teorías”, como dice usted, nunca “dominaron”. He tenido seguidores que ni escogí ni busqué, y de los cuales no tengo más responsabilidad de la que podría tener Jesucristo de Torquemada o Mahoma de Osama bin Laden. Estos autodenominados seguidores son el precio del éxito. Ya querrían la mayoría de mis contemporáneos estar tan pasados de moda como usted me considera a mí. Yo dije que la cuestión no era explicar el mundo, sino cambiarlo. ¿Cuántas eminencias victorianas han hecho esto?