La calidad de la educación no se logra con programas sociales y democratizadores, por muy importantes y justos que sean. Las reformas dan un paso importante en la democratización tanto de la educación chilena como de otras latitudes de nuestro continente. Pero esas conquistas se alcanzan en los marcos del paradigma educacional tradicional, cartesiano. No es un cambio de paradigma. Con su mirada lineal cartesiana, ingenieril, profesores y alumnos y alumnas siguen ignorando el tejido común de las cosas. La actual aula con sus disciplinas separadas matan la curiosidad y la creatividad de los discentes, impidiendo que las y los jóvenes se abran a la vida y sus problemas.