Las creencias de la Iglesia Católica sobre sexualidad y las prácticas que promueve (castidad, virginidad, abstinencia y celibato) no son inocuas, sino “tremendamente negativas y destructoras del mejor funcionamiento de las personas”, explica el psicólogo Claudio Ibáñez en esta columna de opinión. La idea de que esas prácticas son virtuosas, dice, “es un adoctrinamiento que genera inmadurez socio-emocional, deprivación sexual y, de seguro, una lucha culposa entre la realidad sexual humana normal y el ‘deber ser sexual’ inalcanzable, mítico y fantasioso”.