De hecho, el impulso del primer Día de la Tierra no fue revolucionario sino de capitalismo reformista inclinado hacia el keynesianismo. Las nuevas leyes y agencias de gobierno que resultaron del entusiasmo generado por el Día de la Tierra marcaron el comienzo de lo que se podría considerar un ambientalismo keynesiano, la idea de que el estado es el garante del desarrollo sustentable y la protección del ambiente y los recursos naturales.