Cuando las vicisitudes de la existencia nos caen encima y nos quedan como poncho de grande, generalmente no estamos de humor para lecciones. Pero a veces, en esas horas vacías de las cuarentenas o doscientas-tenas comenzamos a pensar qué es lo que nos gustaría hacer o tener si saliéramos y pudiéramos respirar con confianza; que querríamos cambiar de nuestras vidas y el mundo.
Como soy muy antigua, y he vivido la vida, he perdido y he ganado. He tenido mi dosis de risa y de llanto, de triunfo y de injusticia, y no hay muchas cosas que quisiera  ya para mí.