Ya conoces el gancho, el anzuelo… Suena el teléfono, descuelgas… Una voz con un acento improbable te anuncia el Santo Graal: “Le tenemos un crédito pre-aprobado…” Desde luego tú no has pedido nada. Por supuesto, eso de pre-aprobadova acompañado de un mundo de condiciones que hacen del crédito lo más parecido al delito de usura, o de agiotismo si prefieres. Si cedes y caes en la trampita… formarás parte del desastre que paso a describirte ahora.