Es cierto que la centroizquierda chilena, más que una incomprensión de la democracia, sufre hoy un engaño de parte de su dirigencia, engaño que se remonta a fines de los 80 cuando -como lo ha reconocido el principal ideólogo de la “transición”, Edgardo Boeninger- el liderazgo de la Concertación experimentó una “convergencia” inconfesable con el pensamiento de la derecha. Dicha convergencia la llevó a legitimar y consolidar el modelo neoliberal heredado de la dictadura. Y es lo que hasta hoy se sigue expresando con el acuerdo fraudulento del 15 de noviembre pasado que estipula el poder de veto del tercio de los convencionales electos en una mascarada futura de Asamblea Constituyente.