Durante más de una década, el erario nacional consideró el pago a miles de policías fantasmas. Sin nombre, sin destinación ni rango. Una sobrepoblación de funcionarios policiales ficticia y que este año llegó a casi siete mil. Por eso, en el Departamento de Remuneraciones “siempre había superávit”, como reconoció un general en retiro. Un atractivo pozo para la mafia al interior de la institución, pero que no habría sido detectado sino hasta ahora, debido a que la dotación de las Fuerzas Armadas y de Orden es, por ley, secreta.