Desde el 20 de enero de 2017, la llegada a la Casa Blanca de un defensor del capitalismo productivo está estremeciendo el orden internacional en detrimento de los adeptos del capitalismo financiero. El imperialismo, hasta entonces ciegamente defendido por los presidentes de Estados Unidos, al extremo de identificarlo con la política exterior estadounidense, se apoya ahora en aparatos burocráticos, con las administraciones de la OTAN y de la Unión Europea en primera fila.