En estos días de confinamiento obligado debido a la pandemia, muchos debemos sortear un sinfín de incomodidades, apremios, angustias y frustraciones.
Esta situación inevitablemente me recuerda la experiencia de encierro que viví hace 45 años como prisionero político en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Estuve cinco meses preso, primero en una casa de tortura conocida como “La Discoteca” o “Venda Sexy”, y luego en tres campos de concentración: Cuatro Álamos, Tres Álamos y Melinka-Puchuncaví. En Tres Álamos quise realizar alguna actividad colectiva que fuese gratificante y útil. Siendo mi especialidad la física experimental, ideé un proyecto de ciencia aplicada consistente en construir un espejo parabólico para concentrar la luz solar.