Me ha tocado estar en el centro de una polémica a propósito de dineros entregados para la campaña electoral de un candidato en donde un informe de la PDI señala a una persona por quien tengo especial aprecio como dador de una boleta falsa (‘trucha’, en el lenguaje chileno) por el valor de 1.500.000 pesos a un operador político vinculado a empresarios de dudosa reputación. Conozco el caso desde hace muchísimo tiempo y tengo desde esa fecha, en mis manos, la obra hecha por la persona a quien se sindica en ese informe haber entregado esa presunta boleta falsa; sabía, por tanto, que por la redacción de dicha obra se le pagó ese dinero que hoy, merced a ese liviano informe de la PDI, aparece entregado en retribución a una boleta falsa.