Las sanciones contra Venezuela son mecanismos reales y palpables de destrucción del Estado, la identidad y, con esta, de la sociedad venezolana. Forman parte de una estrategia de guerra basada en la aplicación de diversos recursos y herramientas sofisticadas de hegemonía financiera contra nodos fundamentales de la vida nacional. Aunque en Venezuela no caigan bombas ni se vean marines estadounidenses desembarcando por las costas, sobran evidencias de los recursos de agresión permanente, nacional e internacional, por parte de sectores corporativos y políticos.