Algunos observadores creen que en los últimos días se concretó algo así como un “auto-golpe” de Estado en Washington, que no llevó a un cambio de mandatario sino a un radical cambio de políticas y de equipo en la Casa Blanca, y que puso fin a la supuesta intención del nuevo mandatario de cambiar la agresiva política exterior que ha dominado en Washington a partir de los gobiernos de Bill Clinton, pasando por los de George W. Bush y hasta los de Barack Obama.