Nuestro mayor autoengaño es respecto del conjunto de la historia de Chile. En primer lugar, creyendo que hemos disfrutado de una ejemplar democracia en casi toda nuestra historia republicana; en circunstancias que, salvo en el período 1958-73, las elecciones presidenciales y -sobre todo- las parlamentarias fueron completamente distorsionadas por los sistemas electorales existentes.