“Atacar o no atacar” es el soliloquio degradado por una oscura sumatoria de intereses con el que Obama se debate hoy, en la duda que por el siglo XVII inmortalizó Shakespeare en su Hamlet con pretensiones mucho más ontológicas. El príncipe actual también es atacado por apariciones fantasmagóricas que le reclaman venganza, valor e iniciativa -como las que por entonces aquejaban al monarca dinamarqués- mientras se pregunta si sus conveniencias se inclinan o no hacia la acción.