Ciertamente los salarios en Alemania son, en promedio, más elevados que en América Latina, por ejemplo, pero también es más alto el costo de la vida, y el pago de impuestos asfixia a la mayoría de los alemanes. Y cómo no podía ser de otra manera, la canciller Ángela Merkel y el resto del Gobierno alemán, atacan y satanizan a los huelguistas y defienden al gran capital, al que piensan beneficiar aún más con nuevas reducciones impositivas, alentando así el crecimiento económico, o mejor dicho el crecimiento de las ganancias de la minoría adinerada.