Los partidarios de las AFPs tratan de convencernos que nuestros ahorros nos pertenecen íntegramente, y que de proletarios, hemos pasado a propietarios. El concepto de propiedad – un verdadero dios para los ricos – supone el dominio, uso y disfrute de un bien cualquiera: supongamos una casa, ¿sería de tu propiedad si te prohibieran hacer uso de este bien hasta cumplir los 60, en el caso de las mujeres, y de los 65, en el de los hombres?.