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Carabinero arroja al río Mapocho a joven chileno. El vuelo del horror

Carabinero arroja al río Mapocho a joven chileno. El vuelo del horror
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Los blancos duermen mucho, pero sólo sueñan consigo mismos contó en su india palabra el sabio dirigente yanomami Davi Kopenawa. Acá los carabineros  duermen mucho y quizás sólo sueñan con ellos mismos asesinando chilenos o mapuche. Son sueños espesos, oscuros como deben ser los ojos de Lucifer. Profundos son, por ello no escuchan, no ven, no sienten. Nada, tan solo mueven levemente los párpados esperando el momento de despertar para matar, torturar, mutilar.

O lanzar niños a un río como se hacía en dictadura el siglo pasado. Así, vestido de guerrero medieval, con monumental armadura, el carabinero Sebastián Zamora Soto arrojó sin vacilar un instante al joven Anthony Araya al río Mapocho desde el Puente Pio Nono en Santiago. Anthony no llevaba coraza o armas, exclusivamente la fuerza de su corazón de 16 años. Kopenawa también era apenas un niño cuando vio a un blanco por primera vez,  aterrándolo su “espantosa blancura y fealdad” ¿Cuántos niños y niñas mapuche y chilenos sienten lo mismo cuando se encuentran por primera vez con un policía. O segunda y tercera vez. O siempre? Porque lo acaecido con Anthony no es ni una casualidad ni una excepción en el comportamiento policial, por el contrario, la crueldad es una constante en dicha institución. La violación sistemática de los derechos humanos es parte de la historia social de Chile y de Carabineros.

El Cuerpo de Carabineros de Chile fue fundado en 1927 y sólo siete años después un piquete ingresó a la sede de la Federación Obrero Campesina de Chile (FOCH) donde se reunían trabajadores municipales en huelga, asesinando a 5 de ellos e hiriendo al menos a 20 más. En la calle San Francisco en Santiago fue, no tan lejos  del puente Pío Nono. El mismo año 1934, en el Alto Bio-bío, pleno territorio mapuche, entre junio y julio masacraron alrededor de 500 campesinos chilenos y mapuche que luchaban por tierra. Muchos fueron ejecutados y desaparecidos en la cordillera. La matanza de Ranquil es el preludio del vuelo del terror de Anthony quien desconocemos qué puede haber pensado cuando caía por los aires empujado por el odio de un empleado servil del modelo neoliberal. Era una caída del cielo.

Davi Kopenawa, el joven yanomami que emergió de la selva amazónica hacia la gran ciudad y ese enorme país que es Brasil, habló mucho antes de la Caída del Cielo. Su palabra, indígena de la foresta, de la tierra, de otros ríos, condena lo que llama el pueblo de la mercancía, es decir del capitalismo, que no se detiene ante nada para obtener sus riquezas. No existe ambigüedad cuando declara que para los ricos “no hay cura…porque la raíz del pensamiento que los hace querer sacar mercancía de la tierra es profunda. La raíz está en el pensamiento de la autoridad, que no va a parar de pensar. Ella va seguir pensando, sacando cada vez más la riqueza de la tierra. Esos hombres están locos, tienen el pensamiento enfermo. No piensan, no nos escuchan, no leen, no nos creen. Sólo creen en ellos mismos, porque tienen dinero en las manos”. Es que en Petorca se roban el agua y no les importa. En el sur arrasan con el bosque nativo y no les importa, depredan el planeta. No importa. Se coluden  para engañar a la gente. No importa. Reprimen al pueblo movilizado. No importa, porque tienen el dinero en sus manos y a Carabineros y a las Fuerzas Armadas para protegerlos. Pero, clama Ukunawa de frente ante sus caras de rico: ¡Cuidado con la Caída del cielo! Este caerá sobre este mundo capitalista que está destruyendo la naturaleza y no escucha a los indígenas que viven en paz y equilibrio con ella.

Sin embargo, los blancos prosiguen durmiendo mucho y soñando sólo consigo mismos. Y acá los carabineros duermen mucho pero tal vez sueñan con ellos mismos arrojando adolescentes sobre puentes sin considerar el mensaje de la Caída del Cielo para que los que se han apropiado de este país puedan continuar manteniendo el modelo. Sueñan con destrozarle los ojos a medio centenar de jóvenes para que no vean como la  Salud privada, las Administradoras de Fondos de Pensiones, la Educación privada, el trabajo precarizado, el desempleo, el endeudamiento, han transformado a Chile en una empresa privada basada en el abuso de la inmensa mayoría para el beneficio de unos pocos.

Carabineros defiende a muerte a esos pocos y esos pocos defienden a muerte a Carabineros con la muerte. En consecuencia, el ministro del interior, Víctor Pérez, reitera el respaldo a la policía  en “el cumplimiento de su deber”, de la misma manera que el presidente Sebastián Piñera declaró –literalmente– la guerra al pueblo chileno hace un año atrás. Se cubren y encubren,  mienten descaradamente a pesar de todas las evidencias. Carabineros intenta armar otro burdo montaje como lo ha hecho en el contexto del conflicto chileno-mapuche. Sebastián Zamora es un asesino, pero no estaba solo, ninguno de los carabineros socorrió al niño que yacía inerme en el lecho pedregoso del río Mapocho. Lo salvaron otros manifestantes pues Carabineros constituye un peligro para la sociedad y si el gobierno los protege, entonces el gobierno también.

¿Dormirán todos muchísimo y soñarán con ellos mismos y quizás con arrojar jóvenes de todos los puentes de Chile porque no les importa la Caída del Cielo? Esperemos que no.

-El autor, Dr. Tito Tricot, es Director Centro de Estudios de América Latina y el Caribe-CEALC

Valparaíso Chile
4 octubre 2020
titotricot.cl

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