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Historia - Memoria, Pueblos en lucha, Represión

El desenlace de una traición

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El 11 de septiembre la traición de los generales ya no tenía vuelta atrás. A las 08:40 horas  desde el Ministerio de Defensa, el teniente coronel Roberto Guillard transmite la primera proclama para fijar la posicion de los cobardes golpistas:

“Teniendo presente: primero, la gravísima crisis social y moral por la que atraviesa el país; segundo, la incapacidad del gobierno para controlar el caos; tercero, el constante incremento de grupos paramilitares entrenados por los partidos de la Unidad Popular que llevarán al pueblo de Chile a una inevitable guerra civil, las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile exige: primero que el señor Presidente de la República debe proceder de inmediato a la entrega de su alto cargo a las fuerzas Armadas y Carabineros de Chile. Segundo, las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros de Chile están unidos para iniciar la responsable misión de luchar por la liberación de la patria del yugo marxista y la restauración del orden y la institucionalidad. Tercero, los trabajadores de Chile deben tener la seguridad de que las conquistas económicas y sociales que han alcanzado hasta la fecha no sufrirán modificaciones en lo fundamental. Cuarto, la prensa, las radioemisoras y canales adictos a la Unidad Popular deben suspender sus actividades informativas a partir de este instante, de lo contrario recibirán castigo aéreo y terrestre. El pueblo de Santiago debe permanecer en sus casa a fin de evitar víctimas inocentes”.

Todos estos momentos los vivimos en las unidades militares, en una mañana que se fue transformando en una tensa espera, contarlo es difícil, porque no es posible traspasar al papel la tremenda tensión e incertidumbre que se vivía en esos momentos. A las 09:00 de la mañana los movimientos en la Base aérea de el Bosque eran mas intensos, empezaban a organizarse y a salir a la calle las unidades de contrainsurgencia, dirigidas por Oficiales y suboficiales escogidos, quienes fueron preparados para ello y con bastante antelación, así entonces estaba sucediendo todo lo que denunciamos, en repetidas oportunidades, a las autoridades de gobierno.

Un grupo nos fuimos a escuchar la radio, enterándonos de los primeros bombardeos aéreos sobre puntos estratégicos de Santiago y luego del ataque a la Moneda. El que se inició alrededor de las 11:20 de la mañana, a esa hora, los aviones Hawker Hunter hicieron la pasada de estabilización sobre la casa de gobierno y viraron en 180 grados a la izquierda para iniciar el ataque.

El primer avión impactó los cohetes en la Moneda cerca de las 11:30, el objetivo era aniquilar a las fuerzas vivas, al presidente y a quienes estaban junto a el. Para ello utilizaron los cohetes Sura P-3, un armamento que primero atraviesa las estructuras y paredes y luego estalla, provocando una destrucción interior significativa.

Con el bombardeo aéreo a la Moneda, a la casa presidencial, el símbolo de la democracia, se había desatado la acción militar que selló el carácter fascista y violento de todo lo que vendría después, una manifestación de odio de clases, con toda la violencia posible. Así quedó registrado, aviones de combate, tanques, y fuerzas de infantería, atacaron sin miramientos la casa presidencial, dispuestos a aniquilar al presidente de la república, quien con no más de unas decenas de valientes chilenos, defendían sus vidas y con ellas la dignidad de Chile.

En medio de ese ataque desigual, ordenado por los jefes militares fanáticos, que le habían traicionado, irrumpieron las palabras de Allende, cada una se sentía como verdaderos aguijones, que golpeaban nuestras conciencias. El presidente, con una tranquilidad admirable, intentaba hacer comprender a los chilenos y chilenas, que estábamos frente a una situación difícil e histórica para Chile.

Fue un momento de silencio absoluto, que no es posible describir en un papel, era la mezcla de impotencia, pena y rabia, frustraciones. Las palabras de Allende nos emocionaron hasta lo máximo, nadie pudo contener las lágrimas:

«… Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato consciente de un presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas.

 En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la Patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.

Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta Patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra… roto la doctrina de las Fuerzas Armadas………….

Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos……..

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición «.

Ese mensaje de Allende fue su despedida y también el anuncio de una barbarie, recién allí empezamos a darnos cuenta de lo que venía, la bestialidad vestida de uniforme estaba desatada, sellando la suerte de una generación de hombres y mujeres, que soñaron, que lo dieron todo por un ideal solidario y que pagarían con sus vidas por ello. Así terminaron con la vida un presidente valiente y comprometido con su pueblo, que desafió al gran imperio de la época y a los sectores económicos dueños del país, quienes durante tres años se resistieron a perder sus privilegios y que no trepidaron en desatar una oleada de asesinatos para terminar con el gobierno socialista que les amenazaba. El once de septiembre Richard Nixon cumplió sus amenazas, quien según lo rebelan grabaciones desclasificadas por la CIA, se refirió a Salvador Allende como un «hijo de puta» a quien quería «patear el trasero», que había que hacer aullar su economía o después de la nacionalización del cobre en 1970, que era hora de “pegarle a Chile en el culo”.

El desenlace fue muy rápido, los hechos se fueron sucediendo uno tras otro, y parecía que nadie podría detener este torbellino, desde las primeras horas de la mañana la Fach empezaba a ser protagonista del golpe civil militar y de la represión sobre la población indefensa. Entre el 12 y 15 de septiembre, empezaron a llegar a la Escuela de Especialidades los primeros presos y presas políticas, la mayoría eran personas que vivían en los alrededores de la Base Aérea de El Bosque y San Bernardo.

Eso fue algo dantesco y atemorizador, en la mañana de uno de esos días de septiembre, ingresaron varios camiones, cerrados, (facilitados a la Fach por Villarin y Cumsille), de los cuales empezaron a ser bajados a empujones, hombres y mujeres, los hombres con sus camisas en la cabeza y las mujeres con sus sostenes como capuchas, formando una fila en dirección a los hangares de aviones. Varios de nosotros fuimos testigos de esas escenas brutales, eran varias decenas de personas, con sus cabezas cubiertas, amarrados, con las manos en la espalda, en una larga fila, golpeados y caminando.

Algunos de ellos eran maltratados más que otros, se decía que esos “eran los jefes comunistas o Miristas del plan Z ”, quienes iban a quemar la base aérea, nuestras casas y asesinar a los militares. Los agresores, oficiales y suboficiales de la Fach, actuaban con la prepotencia del poder en sus manos, lo que les permitía decidir sobre la vida de las personas, inocentes o culpables, hombres, mujeres y ancianos, sanos o enfermos daba los mismo.

Eran escenas que nos inundaban de impotencia, con la angustia de saber y comprobar, que durante los tres años pasados, que en las dirigencias políticas, de la UP, nadie entendió lo brutal que podía ser la reacción política y militar al gobierno socialista de Allende y la necesidad de prepararse para defender al pueblo y al gobierno. Ahora frente a nuestros ojos desfilaban personas, victimas de esa brutal realidad, en manos de fanáticos que iban a disponer de sus destinos, encerrándolos en un hangar de aviones y en los talleres de electricidad de aviación, pare ser vejados y torturados.

Después de dos y tres días de iniciado el golpe militar, definitivamente no había comunicación con el exterior, la idea de la resistencia popular y luego la de un levantamiento de algún mando militar, leal al presidente Allende, se habían esfumado. Las comunicaciones con la UP y los partidos ya no eran posible y nosotros habíamos quedado aislados. El día 14 de septiembre nos enteramos que la resistencia en Indumet y otras fábricas habían sido sofocadas y que los rumores de un levantamiento militar, eran solo eso, rumores, y que la única realidad era la represión que estaba siendo cruenta e incontrolada.

El día 15 todavía quedaban focos dispersos de resistencia, protagonizados por compatriotas, quienes aún en condiciones desventajosas, siguieron el ejemplo heroico de Salvador Allende, levantando una resistencia armada al cruento golpe de estado. Acciones que, si bien no lograron reordenarse estratégicamente, dejaron el ejemplo de un compromiso político tremendo, basado en la lealtad a los principios y a un pueblo, que en esos momentos estaba siendo brutalmente avasallado.

Ya no cabía duda de que estábamos en presencia de una “guerra sucia”, la Junta Militar tenia el control del país y aplicaba todo el poder del Estado, para llevar a cabo “el exterminio del comunismo, del marxismo y los marxistas” justificación para detener torturar y matar. Fue una persecución guiada por fanáticos, que se erigieron como defensores del país, en contra de una subversión de izquierda, que nunca existió.

A pesar de toda esta brutalidad y abuso de poder las Fuerzas Armadas continúan siendo instituciones aisladas respecto de la sociedad y de su necesario control, continúan en el mismo aislamiento intencional que permitió, que un grupo de oficiales superiores ambiciosos, traicionaran su juramento y los valores institucionales, arrastrando a los militares a una guerra en contra de un pueblo indefenso y transformándolas en ejecutores del terrorismo de estado.

Hoy ese aislamiento es la fuente de los abusos y de la corrupción que esta corroyendo a las FFAA, permitiendo que, en los estratos más altos del mando militar, un grupo privilegiado de oficiales superiores y subalternos, que se rigen por leyes propias, como una casta, hayan estafado al Estado, enriqueciéndose y esquilmando el tesoro público, actuando en un mundo cerrado, con desprecio a la civilidad y a la organización política y social.

Es incomprensible también,  que después de haber vivido todas estas experiencias, las FFAA chilenas y carabineros mantengan una política de defensa disociada con el interés nacional y que la Doctrina de la Seguridad Nacional, reformulada, sea la base de la formación de los futuros oficiales y suboficiales. Con esto, las Fuerzas Armadas continúan siendo un sistema que se reinventa con el capitalismo, generando una cultura amarrada a la negación de la memoria, a la sistemática liquidación del pasado y a una apuesta por el presente sin asumir sus responsabilidades criminales.

 

 

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