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Otro Chile es posible: «Que la soberanía vuelva al pueblo»

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Ignacio Ramonet publicó en Le Monde Diplomatique, en diciembre de 1997, un editorial titulado “Otro mundo es posible”. Era un período en que, tras la caída de los “socialismos reales” el capitalismo aparecía como único sistema real, se llegó incluso a hablar de “El fin de la historia”. El eslogan “Otro mundo es posible” lo tomaron los Foros Sociales y en nuestro país, en el año 2004, lo adaptamos a “Otro Chile es posible” durante el primer Foro Social Chileno. Se realizó una marcha de 70.000 personas y 10.000 participaron en los debates auto convocados. A pesar del éxito hay que reconocer que quienes buscaban caminos alternativos eran aún una parte pequeña de la sociedad y la mayoría seguía aceptando el modelo neoliberal. Sin embargo en Chile siempre se dieron luchas, sectoriales o parciales, para nombrar solo algunas: los pingüinos el 2006, los movimientos ambientalistas, los mapuche, sindicatos, las feministas, las protestas regionales, el Movimiento No+AFP, etc. etc. Hay que destacar que el 2011 las grandes movilizaciones estudiantiles lograron cambiar la cara del país, haciendo que la mayoría de la población apoyara que la educación es un derecho, que se defiendan los recursos naturales y que se haga una nueva constitución.

El modelo se fue fisurando a medida que se acumulaban las injusticias y los abusos en todos los planos. Las colusiones empresariales se multiplicaron y se conocieron, los multimillonarios robos de carabineros y militares, mientras la clase política, en su casi totalidad, recibía dinero ilegal de las grandes empresas, sin sufrir sanciones ni los empresarios ni los parlamentarios, aparte de las “Clases de ética” o de algunas multas, el último ejemplo se supo el pasado 19 de noviembre, en medio del estallido social: Laurence Golborne accedió a una suspensión del procedimiento judicial en el Caso Penta, luego de pagar una multa de 11 millones de pesos por haber recibido 370 millones de financiamiento ilegal. Paralelamente los chilenos y chilenas se tenían que endeudar para sobrevivir, los adultos mayores con pensiones de miseria, la salud en crisis, etc. Y vino la rebelión, a mediados de octubre pasado Chile estalló. La chispa la encendieron los secundarios y luego toda la población se sintió interpretada en este combate por la dignidad.

Llegó la alegría de protestar juntos, con cacerolazos, marchas con miles de banderas chilenas (en colores y negras y blancas), banderas mapuche, y luego los debates y la búsqueda colectiva de alternativas con cabildos y asambleas. La gente volvió a ser pueblo y se mostraba orgullosa de ello. Confiando en la fuerza de todos para conquistar las urgentes demandas bajo la consigna “hasta que la dignidad se haga costumbre”. La rebelión recorrió todo el país con gran creatividad y fuerza, desplegando una multitud de iniciativas.

El gobierno desató una represión brutal (ver texto de Libio Pérez en esta misma página) pero ni el estado de emergencia, ni el toque de queda, ni los militares en las calles pudieron amedrentar al pueblo, que ha seguido protestando de múltiples formas. No solo se pide que se resuelvan ya las demandas más urgentes como el aumento sustantivo de las pensiones, de los sueldos, una salud digna, educación gratuita de calidad, etc., sino también cambios estructurales, que se democraticen las Fuerzas armadas, que se cambie la constitución a través de una Asamblea Constituyente, porque es el único camino para que el pueblo decida, y que las elites no vuelvan a secuestrar los triunfos y reemplacen a la ciudadanía.

Por una vez, de manera concreta, tenemos la posibilidad que el pueblo recupere su soberanía. El gran desafío es cómo utilizar todas las posibilidades que se abren, manteniendo la lucha y logrando que las chilenas y chilenos movilizados tengan delegados a la Asamblea Constituyente, que haya paridad de género, que los pueblo originarios participen y logren sus demandas de autonomía, en un Estado pluriétnico. Los cabildos y asambleas deben empoderarse y lograr que se pueda redactar la nueva constitución desde abajo, con participación real, concretando así la soberanía popular, convencidos que “Otro Chile es posible”.

El autor, Víctor Hugo de la Fuente, es Director de la edición chilena de Le Monde Diplomatique

*Fuente: Le Monde Diplomatique

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