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Adiós a un gran maestro y hermano: Hernán Uribe

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No por natural y esperada, máxime a los 94 años de intensa vida, la desaparición física de determinadas personas deja de doler profundamente. El hecho obliga a repasar –y afianzar con ello—los valores que la hicieron muy importantes para muchos. Ese es el caso de Hernán Uribe Ortega, prestigioso periodista chileno de nacimiento pero latinoamericano y universal en su obra y pensamiento.

Muy destacado en los círculos de periodistas progresistas latinoamericanos (y bien conocido en otros ámbitos), Hernán fue un baluarte en defensa de principios de solidaridad, justicia social y ética, conducta que se expresó por donde quiera que estuvo. Su entrañable amigo y compatriota Ernesto Carmona, a quien debo la ya esperada noticia, resalta su “vasta trayectoria profesional y docente en Chile,  México y otros países, así como en la dirección de organizaciones gremiales y políticas de la profesión, entre ellas el Círculo y el Colegio de Periodistas de Chile, y en el plano internacional en la desaparecida Organización Internacional de Periodistas (OIP) y, durante las últimas cuatro décadas, en  la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), en cuyo congreso fundador participó en 1976, en México”.

Tomé contacto con él cuando comencé a relacionarme con FELAP, en la década de los años 90, y pronto nació una relación camaraderil entre nosotros que llegó a la amistad, basada en el respeto y admiración que siempre le profesé y en rasgos de carácter comunes, entre ellos ser medio bromista en situaciones serias y muy serio cuando las circunstancias lo requerían.

Él ya había integrado el equipo fundador de la revista Punto Final a mediados de la década de 1960 y luego fue director del desaparecido vespertino Noticias de Última Hora, del partido Socialista, en la época de Salvador Allende.

En sus andanzas como periodista coincidíamos en haber trabajado en agencias de noticias (en su caso ADN (República Democrática Alemana) y Xinjuá (República Popular China) y tener como hilo conductor común, con años de diferencia, el haber laborado para Prensa Latina, de la que fue fundador en su terruño. Al intercambiar con él en las reuniones de FELAP, conocí que había sido secretario de Pablo Neruda antes que éste fuera elegido senador en la década de 1940 y que estuvo a cargo de las comunicaciones de la reunión de Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (UNCTAD), efectuada en Santiago en la década de 1970. Después del golpe pinochetista, en 1973, fue detenido y terminó exiliándose en México hasta la caída de la dictadura.

Pero hay un aspecto poco divulgado de la labor de Hernán, más allá del periodismo: su contribución a que el Diario del Che en Bolivia llegara a manos de Cuba. Al respecto, él aportó su testimonio (ver texto al final). Su vertical defensa de la Revolución Cubana era consustancial a una firme conciencia de lo correcto, lo valioso en el ser humano. Así lo puso de manifiesto durante sus mandatos al frente de la Comisión de Investigación de Agresiones a Periodistas (CIAP), de la FELAP, a la que estoy vinculado desde hace varios lustros.

Como medida de sus posiciones, agudeza analítica y profundidad de pensamiento, reflejados en su trabajo profesional, cabría ir a los artículos que le publicara Rebelión desde el 2004 al 2015.

“Londres: hace 17 años declararon reo a Pinochet” fue el último registrado a finales del 2015. Entre los que le antecedieron cabe mencionar “Septiembre de 1973: Pinochet inventa una guerra para asesinar a los chilenos”, “La Paz en busca del mar perdido”, “Obama y Cuba”, “Tíbet, otra bushiada de Obama”. “Dalai Lama: un político con disfraz religioso”. “En el aniversario de su muerte. John Reed, un periodista que estremeció al mundo”, “Remembranzas de la infamia. Cuando Teitelboim y otros fuimos desnacionalizados”, “El colonialismo de estos días. Chile reniega de sus pueblos aborígenes” y los reportes periódicos de la CIAP, entre otros. Esta selección muestra la diversidad de intereses y enormes inquietudes de este gigante del periodismo latinoamericano, alguien que sin gustarle las tribunas predicó con su profesión y su verticalidad ética; que mostró el camino a seguir a hornadas de periodistas de la región, sin asomo de titubeos ni dejarse amedrentar por los poderosos; que enfrentó siempre a los dueños del dinero para que la verdad prevaleciera.

Así recordaré siempre –y seguro lo harán todos los que lo conocieron– a ese gran maestro, hermano mayor, Hernán Uribe Ortega.

Enviado a piensaChile por:  MAPOCHO PRESS, Santiago – Chile, Reproducción permitida / Citar fuente

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