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Pedir o no pedir perdón, he aquí el dilema

Pedir o no pedir perdón, he aquí el dilema
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04 de abril 2019
Una de las cosas que más nos cuesta a los seres humanos, es reconocer nuestras culpas y pedir perdón.  Y esto sucede tanto a nivel individual como colectivo.  Y no hay posibilidad de reconciliación sana sin reconocimiento de que se nos pasó la mano, y que no deberíamos haber accionado o reaccionado como lo hicimos.

El perdón no significa olvido ni encubrimiento de actos catastróficos, sino el reconocimiento de ellos de tal modo que no volvamos a repetirnos el plato, ni nosotros ni aquellos a quien se supone damos ejemplo.

También incluye una reparación que consiste en colaborar con acciones que ayuden a reparar las consecuencias de la catástrofe sobre el otro.

La globalización de este mundo por los seres humanos, se ha hecho a costa de faltas de respeto.  Eso de que para hacer una tortilla hay que quebrar huevos, como dicen los economistas, suena muy bien en un escritorio de caoba, bien alfombrado con un whisky en la mano y siendo parte de los que quiebran y no de los quebrados.

La globalización no es nueva y comenzó exactamente cuando los seres humanos modernos salieron de Africa e invadieron los territorios de otros humanos.  Este tipo de encuentros quedó reflejado en nuestros genes que son acusetes, y en alguno que otro cráneo destrozado encontrado por los arqueólogos.

Después de una globalización desenfrenada hecha estos últimos 5 siglos, nos encontramos sobre el tapete con el reclamo de aquellos sacrificados y seguro que no nos gusta nada en la medida que naveguemos en el barco del vencedor.

Y aquí viene el tema del reconocimiento y del perdón.

Hace pocos días el primer mandatario de la República Mexicana, le mandó una cartita a Don Felipe VI de Borbón y Grecia, Rey de las Españas y al Papa Francisco, Monarca absoluto de la Muy Romana Iglesia Católica y Apostólica, invitándolos a participar en las solemnidades del aniversario de los 5 siglos de la caída de Tenochtitlan del México Azteca producida por el asalto de Hernán Cortés, súbdito de Don Carlos V, antepasado de Felipe.

En esta cartita les sugería una solicitud de perdón a los descendientes de los huevos quebrados en Tenochtitlan, que fueron masacrados de acuerdo a las costumbres guerreras de la época  ( que no han cambiado en lo más mínimo) y que fueron cristianizados a punta de palos.

Ambos próceres se negaron a pedir perdón y se armó un lío de dimes y diretes internacionales bastante gracioso y más bien ridículo, con el cual López Obrador subió su popularidad en México y los otros quedaron como tontos que no supieron leer el aire de los tiempos.

Porque cansados de tanta globalización y tanto encubrimiento, los pueblos están exigiendo reconocimiento y reparaciones para poder perdonar.

Y este acto de poder perdonar es tan sanador para los ofendidos como es sanador pedir perdón a los ofensores.

Dentro de las grandes ofensas encontramos que así como las mayorías femeninas,  las mayorías de color tostado o amarillo  están cansadas de ser maltratadas por una minoría masculina de color blancuzco proveniente de una península de Asia, llamada Europa, que les ha contado el cuento de que ellos son mejores y son los dueños del poder mundial y por eso pueden hacer lo que les da la gana.

Y puede que sea cierto que sean dueños del poder mundial, y sean los conductores de la raza humana.  El problema es que con su soberbia nos están conduciendo a todos al caos y hemos llegado al momento en que se están enfrentando y en cualquier momento puede algún imbécil tirar una bomba atómica, y ahí volamos todos, mujeres y hombres, blancos, pardos, amarillos y negros.

Así los países cuya democracia se reduce a tener elecciones cada cierto tiempo, tienen que pensar que modelo de líder desea, sino quiere caer en desesperación. Y entre otros índices puede incluir la capacidad de este líder de tratar con las minorías jorobadas por alguna quebrazón de huevos ancestral y su manejo de la reconciliación nacional y su lectura del aire de los tiempos.

El modelo Trump no nos ayuda nada a presagiar un futuro de paz, de perdón ni de reparaciones. Pero justamente por tener tan a la vista un personaje tan conflictivo, deberíamos tomarlo como modelo para lo que no hay que hacer ni desear como líder.

Si el modelo muestra  un comportamiento de mentir, amenazar, insultar, no hacerse cargo de sus acciones,  y que estas obedezcan a su humor cambiante, a sus prejuicios machistas, a su codicia manifiesta, a su obsesión sexual desaforada, o a su racismo desenfrenado, hay que comenzar a reconocer el modelito y sus efectos.

Este modelito nunca pide disculpas a nadie ni reconoce sus arbitrariedades y esto es muy peligroso, ya que puede encerrar un componente de fanatismo del que se siente dueño de la verdad revelada, que es otra versión no deseable.

Y aquí tenemos el porqué era necesario que junto con pedir perdón por las masacres, la Iglesia Católica pidiera perdón por la imposición de la religión  como única verdad revelada por Dios, a punta de palos.

Porque en las conquistas de los europeos, anda el tipo de la espada , el garrote o el Winchester, acompañado del religioso moralista que impone sus sistema de comunicación con Dios y usa al del garrote o a los ejércitos, para imponer su orden moral fanático a los vencidos.

Y como ya tenemos la experiencia de los males que puede encubrir la religión fanatizada que no está auditada por las personas corrientes, espero que para salir de los Trumps no caigamos en los  moralistas fascistoides, que seriamente nos invitan a creer que reciben instrucciones del Espíritu Santo con el cual solamente ellos y sus adeptos tienen comunicación fluida, por lo tanto no le piden perdón a nadie porque Dios les da la razón.  Y curiosamente Dios siempre les da la razón en actos que refuerzan su poder sobre otros aunque sea a palos.

Así la capacidad para manejar el tema de conciliar el poder de las elites minoritarias conseguido por medios históricos non santos, con el malestar de las mayorías no empoderadas, y la lectura correcta del aire de los tiempos, puede ser una característica relevante para dirimir acerca de quién debe recibir nuestro voto.

Así poco a poco se está desacralizando el culto a las conquistas europeas, mostrándolas en toda su barbarie, como una nueva ola de tendencia en el pensamiento que va a contracorriente de los Trumps, de  los fanáticos religiosos, de los depredadores extractivistas que desprecian las actividades ecológicas y de los que creen que el bien de las elites está por sobre el bien común de los pueblos.

Y hasta los españoles están incomodos cuando les contaron que su genética puede tener una explicación fácil de película, en una masacre masiva de hombres nativos efectuada en la Edad del Bronce, quienes se quedaron con las mujeres.  Y que los que realizaron las matanzas fueron los súper héroes del centro de Europa tipo Conan el Bárbaro que con sus espadas de bronce devastaron el país. Y no solo España sino también Gran Bretaña e Irlanda.

Porque una cosa es ser el masacrador, que es vergonzoso pero ser el descendiente de la violación masiva es algo que tampoco gusta.

USA termina con el Columbus Day como festividad y en Nuevo México se celebra el  día de los Pueblos Indígenas según he leído en una nota en Internet.

Quizás el pueblo americano, que no es Trump, después de ver en acción a su Presi, esté tomando conciencia del lío en que están metidos y la carga histórica que llevan en la conciencia.

Y es que USA después de vendernos una versión descafeinada y endulcorada de la Conquista del Oeste y de su participación en las guerras mundiales y locales, tiene muchísimas explicaciones que dar a su propia versión del cristianismo sobre la realidad de la devastación de sus propios pueblos nativos y su  gran negocio de la esclavitud y la guerra.

Bueno, todo lo que somos lo hemos fabricado nosotros mismos en una creación colectiva, con nuestras potencialidades de creación de felicidad o caos.

Y honestamente dan mucha más felicidad los actos de humildad, reconocimiento de errores y búsqueda de la verdad, que la soberbia bestial predicada por algunas figuras que desgraciadamente están en las pantallas de todos los televisores.

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