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Evitemos los acosos en el metro

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Los viajes en el Metro en las horas punta constituyen un desagradable apretujamiento para millones de santiaguinos. Además, con ello se provoca un problema más grave y fácilmente evitable. Este es, el de la inevitable situación de acoso físico entre hombres y mujeres; acoso que en la inmensa mayoría de los casos no tiene ni el más mínimo carácter voluntario pero que igualmente se produce por razones físicas elementales. Y situación que, en casos de inexistencia de hacinamiento, sería considerada vejatoria e, incluso, podría llegar a ser delictiva.

Sin embargo, existe una solución extremadamente fácil que evitaría completamente lo anterior y que ha sido llevada a la práctica en numerosas ciudades del mundo. Esta es, la separación de los vagones por sexo en las horas punta. Algunas autoridades han dicho que esto no constituye una solución, ya que esta derivaría de cambios culturales, confundiendo la realidad de manera casi increíble. Si no se hace la separación aludida, la situación objetiva de acoso ¡no podría ser modificada en absoluto por un cambio cultural! Para ello se necesitaría un cambio físico, imposible de realizar. Esto es, que en las horas punta se duplicaran o triplicaran los vagones del Metro en cada viaje…

Es curioso como los seres humanos tenemos una tendencia tan profundamente conservadora que nos lleva a utilizar cualquier argumento con tal de que se continúen haciendo las cosas “como siempre se han hecho”. Son muy numerosos los ejemplos que se podrían traer a colación. El que primero se me viene a la cabeza es el de la lentísima introducción de la tecnología para aplicarla a los arbitrajes en el fútbol. ¡Pese a las posibilidades que desde hace muchos años existieron para ello; a que muchos otros deportes la habían introducido exitosamente hacía tiempo; a que los errores arbitrales detectados -incluso en los mundiales de fútbol- cambiaban de manera indiscutida, decisiva e injustamente los resultados de los partidos y, a veces, hasta de los campeonatos; y a que muchas voces clamaban por ello desde hacía años; tardaron décadas para finalmente comenzar a aplicarse!

Y tan notable como ello fueron los argumentos dados para oponerse a dichos cambios por autoridades, jugadores, técnicos y comentaristas deportivos: Que uno de los atractivos del futbol era el error arbitral y las interesantes polémicas que generaban; que se perdería mucho tiempo con ello, cuando ciertamente se pierde mucho más tiempo con las naturales resistencias y alegatos que generan las injusticias arbitrales en el equipo que las padece; o, la más increíble, ¡que disminuiría la autoridad de los árbitros!…

Esperemos particularmente que hoy, en que ha crecido enormemente la conciencia respecto de la gravedad de los acosos, abusos, violaciones y femicidios; se adopte una medida que no requiere prácticamente de ningún recurso extraordinario y que tanto bien le puede hacer a nuestra compleja convivencia diaria en un medio de transporte público tan profusamente utilizado como el Metro de Santiago.

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