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La red de poder que miró al techo ante la doble vida del cura Poblete

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13 febrero, 2019

La red de poder que miró al techo ante la doble vida del cura Poblete
El sacerdote construyó un sistema perfecto con el que no solo sustentó la obra del Padre Hurtado, haciendo crecer el Hogar de Cristo, sino que recobró el poder y la influencia en la élite que los jesuitas habían perdido tras la irrupción de otras órdenes, como el Opus Dei. El poder de sus amistades y benefactores le dieron un «halo» que sumió en la ceguera a sus cercanos, en donde a pesar de que «todos sabían» y se le veía cerca de mujeres jóvenes, «nadie sabía» del abuso y poder que ejercía sobre ellas.

“Polvete”, así era llamado Renato Poblete Barth, el sacerdote que fue pilar fundamental del Hogar de Cristo y del legado del Padre Alberto Hurtado. Un hombre poderoso, “casi santo”, que ostenta el Premio Bicentenario entregado por la Presidenta Michelle Bachelet y que hasta cuenta con un parque con su nombre para honrarlo. Un religioso que protagonizó la reinvención de los jesuitas, luego que la Compañía de Jesús comenzara a perder fuerza entre los católicos de élite a fines de los sesenta, y constituyó la beneficencia como la base de las redes de poder que lo protegieron durante décadas ante los “rumores” que siempre hubo sobre su doble vida.

Renato Poblete -quien murió en febrero de 2010- cuenta con más de ocho denuncias por abuso sexual y de conciencia en su contra, presentadas ante la Compañía de Jesús. Una de ellas fue revelada por Marcela Aranda, teóloga de la Universidad Católica, quien denunció el abuso sexual por parte del sacerdote en los años ochenta, cuando este era capellán del Hogar de Cristo y ella tenía 19 años.

“El testimonio dado a conocer por la Sra. Marcela Aranda nos avergüenza y entristece. Valoramos su coraje y expresamos nuestra más firme voluntad de investigar a fondo”, respondió en un comunicado la Compañía de Jesús, que designó al abogado laico Waldo Bown como instructor de la investigación.

Los sacerdotes y fieles cercanos a Poblete también reaccionaron. Fernando Montes, el exrector de la Universidad Alberto Hurtado,  aseguró estar “sorprendido y dolido” ante la denuncia, mientras que el ex director del Hogar de Cristo, Benito Baranda, dijo sentir “rabia, dolor y tristeza”. El único que salió en su defensa fue el sacerdote Raúl Hasbún, cuestionado por la forma en la que ha llevado los casos de investigación por las denuncias de abuso al interior de la Iglesia.

Solo una cosa tenían en común todas las declaraciones a favor o en contra de Poblete, todos se escudaron en el “no sabía”, “nadie se lo imaginaba”, “no había antecedentes” o “no hay conocimiento de denuncias previas”, como contestó ante la consulta de El Mostrador la Compañía de Jesús.

Sin embargo, la verdad que ronda “hace muchos años” -recalcó un periodista que cubre el área de Iglesia- es que el sacerdote Poblete no solo era conocido como “El Padrino” por sus fieles, debido a las grandes redes de poder que había construido a partir del Hogar de Cristo, sino también como “Polvete”. “Siempre se le veía con mujeres, chicas, jóvenes”, indicó un exseminarista que compartió con el sacerdote durante la década de 1990, aunque “¡nunca menores!”, enfatizó.

“Poblete estaba con todo el mundo, cualquier foto muestra su influencia transversal. El Hogar de Cristo es una institución que tiene un poder muy fuerte en el imaginario de los chilenos, el golpe que han tenido con esto es muy fuerte”, precisó Contardo.  La Compañía de Jesús, agregó, “ha cuidado mucho los detalles, dan información súper sucinta y la prensa no hacía nada, la diferencia es que la imagen del cura Poblete es potente, pero ellos controlan el flujo de información”.

Frases que se repiten al conversar con quienes trabajaron con Poblete en el mundo empresarial, en las comunicaciones, la beneficencia y la Iglesia, donde afirmaron que el sacerdote “tuvo pareja”, pero que nunca “nadie imaginó que fuera un abusador”. Eso, principalmente -añadió un exsacerdote- debido a que se le veía cercano “con mujeres, no con hombres”.

“Su poder era encandilante, irradiaba fortaleza y seguridad, sus mensajes y discursos eran inspiradores”, aseguraron desde el mundo empresarial. Un poder que lo habría protegido y habría propiciado el silencio de las víctimas que hoy lo denuncian.

Consultados sus cercanos jesuitas, nadie quiso referirse al tema. Señalaron que están esperando el próximo cónclave de la orden para conocer “de primer fuente la información”, pero la verdad es que al interior de la Compañía de Jesús reina un extremo silencio, al igual que con los otros casos de abuso sexual que han estallado en el seno de la congregación.

Poderoso sacerdote

El cura Poblete es uno de los religiosos que destacó en plena dictadura, cuando la Iglesia se dividía entre la defensa del régimen y la de los Derechos Humanos. Se abocó a consolidar el legado del Padre Hurtado y fue a partir de esta estructura de beneficencia, que logró construir puentes desde la UDI hasta el PPD, pasando por grandes empresarios y poderosos dueños de medios de comunicación como Agustín Edwards.

Uno de sus principales eventos, en donde se dejaba ver toda la potencialidad de sus redes e influencia, era la cena anual de «Pan y Vino», que creó para financiar al Hogar de Cristo. En la década de 1990 y siguientes desfilaban figuras como el exministro de la Concertación, Sergio Bitar, y Agustín Edwards Eastman, como los más asiduos, junto a artistas, políticos y empresarios, círculo desde donde reconocen que era “mal visto negarse al cura Poblete”. Un ritual que se repite hasta ahora y cuya última versión del 2018 fue animada por Cecilia Bolocco.

En la Iglesia es reconocido que el sacerdote usó y levantó la imagen del Padre Hurtado para crear un verdadero imperio. Llegó hasta el sector empresarial e instauró la idea del “bienestar social” y el asistencialismo. Un exseminarista recalcó que Poblete iba “desde Paz Ciudadana hasta el PPD” y que estaba “siempre sentado en la mesa del poder”.

Una relación cercana, al igual que la que cultivó Fernando Karadima con los poderosos, a quien autorizó para aparecer como un personaje en Crónicas de un hombre santo, la serie realizada por Canal 13 en 1990 que relata la vida del Padre Hurtado. Quienes conocieron a Poblete han dicho que no tuvo “una relación de amistad” con Karadima, pero que se conocían, que “ambos eran sacerdotes importantes y respetados en sus diócesis”.

Poblete no era un sacerdote de vocación académica, como es la tónica de los jesuitas. A pesar de que estudió filosofía, química y sociología, su carrera académica -principalmente ligada a los estudios y la investigación de la teología y la sociología- quedó rezagada a mediados de los años setenta y totalmente olvidada desde 1982, cuando asumió como capellán del Hogar de Cristo hasta el año 2000. «No era brillante”, afirmó un exseminarista, al menos en comparación con otros sacerdotes que dieron origen al estudio de la Teología de la Liberación durante los setenta y ochenta.

El peso de los jesuitas se forjó sobre la base de la educación y el desarrollo intelectual. Formaban y dirigían la vida espiritual de los hijos de la élite, al menos hasta la década del sesenta, época en la que perdieron terreno ante otras órdenes como el Opus Dei. Según el periodista y escritor del libro Rebaño, Óscar Contardo, el poder y la influencia de la Compañía de Jesús se fue rezagando a los núcleos más progresistas del poder, pero a partir de la década de 1980 supieron reinventarse y avanzaron hacia una estructura basada en la beneficencia, se “convirtieron en un puente entre los poderosos y los más desposeídos”.

Esta nueva estructura tendría como ancla la imagen del Padre Hurtado y luego otras, como la del cardenal Silva Henríquez y el mismo Poblete.

La nueva estructura jesuita se basó en las redes que construyó Poblete a partir del Hogar de Cristo y otras fundaciones como Techo Para Chile y la Comunidad de Vida Cristiana (CVX), que agrupa a laicos. A esto se sumó una mirada “vanguardista” a partir de los años setenta y la férrea defensa a los Derechos Humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet. De esta forma, el legado jesuita se combinaba entre la figura progresista del cardenal Raúl Silva Henríquez y el legado benefactor del Padre Hurtado, a través de Renato Poblete.

El excapellán era un “as de las comunicaciones”, aseguró un exeditor de medios. Poblete era amigo personal de Don Francisco, tenía una posición envidiable dentro de El Mercurio y fue columnista de La Segunda durante años. Fue condecorado como Hombre del Año por la Asociación Chilena de Publicidad, declarado “una de las 100 personas más influyentes en Chile” por la revista ¿Qué Pasa? y nombrado “Gran Caballero de la Industria Gráfica” en el año 1997 por la Asociación de Impresores de Chile.

Contardo explicó a El Mostrador que los vínculos con editores y editoras de prensa se remontan a los años de colegio y de guía espiritual, y dijo que cada vez que salía una denuncia desde el año 2005, eran vistas como casos puntuales, privados y aislados, que se separaban de la práctica del abuso de la Compañía de Jesús. “Jamás hubo denuncias, jamás hubo un reportaje sobre casos que salieron a la luz antes que el de Karadima”, añadió.

“Poblete estaba con todo el mundo, cualquier foto muestra su influencia transversal. El Hogar de Cristo es una institución que tiene un poder muy fuerte en el imaginario de los chilenos, el golpe que han tenido con esto es muy fuerte”, precisó Contardo.  La Compañía de Jesús, agregó, “ha cuidado mucho los detalles, dan información súper sucinta y la prensa no hacía nada, la diferencia es que la imagen del cura Poblete es potente, pero ellos controlan el flujo de información”.

Es más, recordó que en el año 2016 la Universidad Alberto Hurtado invitó a Michel Rezendes -uno de los periodistas  del Boston Globe que destapó la red de abusos y encubrimiento de la Iglesia Católica de EE.UU- para que entregara el premio anual a la excelencia periodística. “Todo en medio de las denuncias en contra de sacerdotes jesuitas, y no se dijo nada públicamente sobre ellas”, recalcó.

El mundo de los negocios

Poblete era reconocido entre los empresarios, y fue premiado en 1992 como «El Hombre del Año» por Icare. También fue reconocido en diversas ocasiones por su espíritu emprendedor. Hasta el Presidente Sebastián Piñera quiso nombrarlo como capellán de La Moneda, pero el sacerdote falleció antes que asumiera su primer mandato.

Quizás Poblete no era un hombre de academia, pero sí era “hábil para los acuerdos, era encantador”, destacaron desde la banca. En este sector, Poblete era reconocido y «muy querido», espacio donde expandió sus redes mientras dirigía la Fundación para el Desarrollo, que hasta la década de los noventa aún mantenía el control del Banco del Desarrollo. Cuando llegó a dicha fundación ligada a la DC, la Iglesia tenía cerca del 80% del control del banco, que nació como una idea de Silva Henríquez, pensando en “los más desposeídos”.

Durante los noventa, la Iglesia fue vendiendo parte de sus acciones a Norte Sur, creada en 1989 por los empresarios Vicente Caruz, reconocido financista de la Falange, y Maximiliano Poblete, sobrino -en segundo grado- del sacerdote. Ambos llevaban años trabajando con Silva-Henríquez en la conformación del banco, por esa razón, ambos ocupaban cargos gerenciales en la financiera.

Poblete, el sacerdote, estuvo cinco años a cargo de la fundación, que poco a poco fue mutando en sus objetivos hasta transformarse en la Fundación Emmanuel, que hoy presta asistencia y asesoría a las escuelas católicas. Su sobrino, Maximiliano, le prestaba ayuda para llevar la contabilidad y el proceso de expansión del Hogar de Cristo. Además, el gerente bancario mantendría una estrecha relación con Piñera, luego de que fueran compañeros de colegio en el Verbo Divino.

El tabú jesuita

Uno de los principales fantasmas que sigue al caso de Poblete es el secretismo de los jesuitas. Un exsacerdote de la orden aseguró que estos casos se “tratan con pinzas” y que cada nombre de cura abusador se convierte en un tabú.

En el libro de Contardo se recopilan varios casos de jesuitas, como el del sacerdote Juan Miguel Leturia, que se destapó en 2005 y fue reconocido por el propio Poblete, quien explicó a El Mercurio que había denuncias “reiteradas” en su contra.

También está el caso de Eugenio Valenzuela, provincial de la orden. La primera denuncia fue en 2010, pero recién en 2013 el sacerdote dejó su cargo como provincial. En el año 2014 fue trasladado a la residencia de ancianos de la Compañía de Jesús, y en el comunicado final de los jesuitas se hizo hincapié en que las víctimas habían quedado satisfechas con las sanciones, además de señalar que estas -al momento de ocurrir los abusos- eran mayores de edad. Sin embargo, según la investigación de Contardo, la realidad no era así. Una de las víctimas afirmó que fue víctima de presiones por parte del sacerdote que llevó la investigación para que cambiara la figura de su denuncia.

El nombre de Jaime Guzmán Astaburuaga es otro tabú en el mundo jesuita. Las denuncias en su contra se hicieron hace un año, tras la visita del Papa Francisco. Era reconocido por ser un guía espiritual, un “cura choro”, dijo Luis Ojeda, alumno del Colegio San Ignacio de Puerto Montt, quien destapó los abusos del sacerdote.

A fines de los ochenta, el jesuita fue trasladado a Santiago para ser capellán del colegio San Ignacio. Estaba encargado de organizar paseos de fin de semana, expediciones al Cajón del Maipo que incluían baños desnudos en piscina y fotografías de los menores desnudos que terminaban exhibidas en los murales del colegio.

Además, Guzmán Astaburuaga, quien fuera confesor de Cristián del Campo, actual provincial de los jesuitas en Chile, tenía la obsesión de preguntar por la masturbación a sus estudiantes durante las confesiones, y pegarle “palmaditas de futbolista” a los menores en sus genitales, misma acción que reiteraba Karadima tras sus misas.

Hacia fines de la década de 1980, Fernando Montes era rector del Colegio San Ignacio. Este fue emplazado a comienzos del año pasado por el animador José Miguel Viñuela en el programa de TVN «Estado Nacional», por las denuncias en contra de Guzmán Astaburuaga. A raíz de esto, el cura Montes reconoció lo siguiente: “Una vez un papá me contó lo de las fotos y honradamente llamé a esa persona y lo reprendí severamente”, sin siquiera hacer referencia al nombre del famoso cura jesuita ni responder por qué no investigó la denuncia realizada por un apoderado en ese entonces.

Este actuar “secreto y sigiloso” por parte de la Compañía de Jesús y sus autoridades es una de las principales armas que tienen los jesuitas. “Si hay una denuncia, ellos definen cómo se hace pública, tienen un buen control de daños”, destacó un exmiembro de la orden. Mismo control que han intentado aplicar con las ya más de ocho denuncias en contra de Poblete, casos en los que no se han filtrado detalles de las denuncias ni tampoco nombres, porque “aún existe fe en la institución, en la Iglesia; las víctimas buscan justicia y tienen fe, creen en Dios y en este halo de bondad y acogida que tiene el mundo jesuita”, explica el mismo exjesuita .

*Fuente: El Mostrador

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