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“Dios por encima de todos”: el irresistible ascenso evangélico en la política latinoamericana

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15 octubre, 2018

“Dios por encima de todos”: el irresistible ascenso evangélico en la política latinoamericana
El ascenso evangélico y su irrupción en la política es observable en diversos países latinoamericanos, tanto grandes como chicos. En promedio, en la región uno de cada cinco personas se siente identificado con esas corrientes cristianas, una tendencia que va al alza especialmente en Centroamérica. En Ecuador se han hecho muy fuertes especialmente en las comunidades indígenas, siendo la Federación Evangélica uno de los sostenes del Presidente, Lenin Moreno, a la vez que se han transformado en grandes críticos de los hechos de corrupción acaecidos bajo el mandato de Rafael Correa. En tanto en Colombia, se opusieron al plebiscito sobre el acuerdo de paz con las FARC y luego, su partido llamado  MIRA, apoyó con inusitado entusiasmo la elección de Ivan Duque como presidente.

El crecimiento de los evangélicos es exponencial y desde hace algunas décadas se observa una creciente implantación de sus iglesias en el Poder Ejecutivo y Legislativo de varios países de la región. Por estos días la atención la concentran los evangélicos brasileños, especialmente los pentecostales, por haberse transformado en uno de los ejes de la contundente victoria de Jair Bolsonaro en la elección presidencial, tanto que en sus primeras entrevistas tras la primera vuelta, el candidato de ultra derecha agradeció especialmente a evangélicos y a exmilitares.  Todo indica que es muy probable un nuevo protagonismo de ambos sectores en la segunda vuelta.

Sin embargo, el fenómeno va mucho más lejos de la disputa por el Palacio presidencial de Planalto. En efecto, nadie impugnaría la idea que los evangélicos constituyen una fuerza electoral cada vez más compacta y en algunos comicios casi decisiva, superando esa heterogeneidad que les es tan característica. Y es que la agenda que representan -si bien es matizada de un país a otro- apunta a cuestiones bien concretas como su oposición al aborto, al matrimonio igualitario, a la eutanasia y a aquellas derivadas de las llamadas ideologías de género.

El crecimiento evangélico y su irrupción en la política de países grandes latinoamericanos ya se observó en los recientes comicios en México, donde generaron un vínculo tan intenso con el electo Andrés Manuel López Obrador, que no debería sorprender si designa ministros o altos funcionarios evangélicos en su próximo gobierno. Estos representan ya el 10% de la población mexicana y actúan en política a través del Partido Encuentro Social (PES), el cual y pese a ser considerado pequeño, de derecha y conservador, forma parte muy activa de la coalición que lidera el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Por arrastre, sacó una buena cantidad de parlamentarios. Los propios cálculos en el entorno de López Obrador indican que el PES le aportó la nada despreciable cantidad de 1,5 millones de votos.

Malos negociadores y malos movilizadores en política, estos pastores no parecen ser. Sin embargo, el historial de las primeras incursiones en política, seguramente no les traen buenos recuerdos.

El primer evangélico en llegar al poder fue el general guatemalteco, Efraín Ríos Montt, en 1982 mediante un golpe de Estado, motivado por su lema personal “ungido de Dios para gobernar”. Sin embargo, el 2013, Ríos Montt fue encontrado culpable de genocidio y condenado a 80 años de presidio, aunque un nuevo juicio le permitió morir en la tranquilidad de su hogar asistido por su hermano, un sacerdote católico.

En tanto, en Perú, una parte importante del Partido Cambio 90 que llevó al poder a Alberto Fujimori eran grupos de iglesias pentecostales, incluso uno de ellos, el pastor de la Iglesia Cristiana y Misionera, Carlos García y García fue uno de sus vicepresidentes (1990-1992).

En 2016, otro evangélico guatemalteco llegó al poder, Jimmy Morales. Un antiguo hombre de televisión, perteneciente a una secta denominada Instituto Evangélico de América Latina y que hoy se encuentra inmerso en controversias no muy edificantes. En tanto, en abril de este año, en Costa Rica el predicador y cantante evangélico, Fabricio Alvarado, ganó la primera vuelta, aunque perdió el balotaje.

Pero la atención está puesta hoy inevitablemente en Brasil, donde los evangélicos -principalmente los pentecostales- han crecido del 15% en el año 2000 al 27% en 2017, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IGBE). Sin embargo, las encuestas de DataFolha ya hablan del 31% de la población.

Poco se sabe de cuánta influencia ejercen, efectivamente, en el entorno de Jair Bolsonaro ni menos de cuánto alcanzarán en su futura administración. Bolsonaro es católico no observante, aunque su hijo Flavio es bautista y su electorado, lo suficientemente abigarrado y variopinto como para pensar que deberá equilibrar sus decisiones finales. Por el contrario, si se llegara a dar un hipotético triunfo del candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, las turbulencias estarán a cargo de los evangélicos, ya que es en ese universo donde radica una de las posturas más tenaces contra la herencia de Lula.

En el plano legislativo, los evangélicos brasileños ya tienen bancada propia, que el lulismo denomina peyorativamente BBB -buey, bala y biblia- y que fue vital en el impeachment a Dilma Rousseff. Ahí, unen esfuerzos con ex militares y los llamados ruralistas. Los resultados parlamentarios indican que desde el punto de vista legislativo, Bolsonaro pareciera estar en condiciones de ofrecer una estabilidad mayor que el PT.

Entretanto, quienes más han contribuido a generar este ambiente poco propicio al delfín de Lula son los líderes de dos iglesias pentecostales, la Iglesia Universal del Reino de Dios y las Asambleas de Dios.

La primera es una muy activa iglesia de vastísimo poder comunicacional, ya que su máximo exponente y fundador, Edir Macedo es líder del Partido Republicano brasileño que desde 2016 controla varias municipalidades, entre ellas Río de Janeiro y al que perteneció desde el 2006, José Alencar, un vicepresidente de Lula.

Macedo es propietario de una inmensa red de medios encabezados por Record TV, la más antigua del país, formada por estaciones de radio y TV, con presencia en todos los países donde se habla portugués. La iglesia fue fundada en 1977, tiene 320 obispos y 14 mil pastores que atienden espiritualmente a más de 10 millones de fieles.

Por su lado, la Convención Nacional de las Asambleas de Dios -especialmente la denominada Ministerio Belem liderada por José Wellington Bezerra da Costa- es también de origen pentecostal, reúne a varios millones de fieles en Brasil y el extranjero y se ha plegado de manera muy entusiasta a la candidatura de Bolsonaro.

Muchos de estos líderes pentecostales apoyaron los primeros años del gobierno de Lula a cambio de favores, pero se fueron distanciando a medida que los casos de corrupción comenzaron a golpear al PT.

Igualmente, otra figura del pentecostalismo brasileño que rompió con el PT, un dato que suele omitirse, es la dos veces candidata presidencial medioambientalista, Marina Silva, perteneciente a las Asambleas de Dios y, por su biografía, uno de los referentes simbólicos de la izquierda brasileña. Silva incluso fue ministra del Medio Ambiente de Lula hasta 2008, cuando rompió con él por “su nulo compromiso con políticas medioambientales”. Silva alcanzó en la primera vuelta poco más de un millón de votos, los cuales nadie sabe muy bien adónde se dirigirán en segunda vuelta.

Por lo tanto, el ascenso evangélico y su irrupción en la política es observable en diversos países latinoamericanos, tanto grandes como chicos. En promedio, en la región uno de cada cinco personas se siente identificado con esas corrientes cristianas, una tendencia que va al alza especialmente en Centroamérica. En Ecuador se han hecho muy fuertes especialmente en las comunidades indígenas, siendo la Federación Evangélica uno de los sostenes del Presidente, Lenin Moreno, a la vez que se han transformado en grandes críticos de los hechos de corrupción acaecidos bajo el mandato de Rafael Correa. En tanto en Colombia, se opusieron al plebiscito sobre el acuerdo de paz con las FARC y luego, su partido llamado  MIRA, apoyó con inusitado entusiasmo la elección de Ivan Duque como presidente.

Aunque la irrupción evangélica en política es, en términos generales, un hecho relativamente reciente y por lo mismo, se observa aún poca articulación regional entre sus diversas expresiones de partido, pareciera ser que ha llegado para quedarse. El crecimiento de sus fieles no es un dato menor, el cual coincide, además, con el descrédito de la iglesia católica.

*Fuente: El Mostrador

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