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Alemania: Un nuevo movimiento a imagen de la France Insoumise

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12/06/2018
Sarah Wagenknecht es portavoz del grupo parlamentario de Die Linke (La Izquierda) en el Bundestag, junto con Dietmar Bartsch. Proviene del ala anticapitalista del partido y durante mucho tiempo ha sido su portavoz más popular. Ella y su marido, Oskar Lafontaine, ambos muy presentes en los medios de comunicación, lideran desde hace algún tiempo un agrupamiento informal, al que la gente puede adherirse por internet (Team Sarah), que aboga por la creación de un nuevo movimiento político a imagen de la France Insoumise (FI) de Jean-Luc Mélenchon. Anuncian que este movimiento se lanzará en septiembre de 2018, no para competir con Die Linke, sino para presionar a los demás partidos a favor de una política más social.

En este contexto, algunas posiciones desarrolladas por Wagenknecht y Lafontaine se sitúan a la derecha no solo el ala anticapitalista del partido, sino también del programa oficial de este. El enemigo designado ya no es el capitalismo como tal, sino el capitalismo neoliberal desbocado. Las fronteras abiertas son a su juicio un proyecto de la burguesía neoliberal para exacerbar la competencia entre los de abajo y de este modo debilitar a la clase trabajadora y rebajar los salarios reales. La defensa de las conquistas democráticas pasa entonces por la defensa de la soberanía de los Estados nacionales frente a la Unión Europea y los proyectos (por ejemplo, de Macron) de reforzar la integración europea en su seno. En suma, el proyecto de Wagenknecht y Lafontaine aspira a debilitar a la extrema derecha, a contrarrestar el ascenso electoral de Alternative für Deutschland (AfD, partido xenófobo) y a atraer a sectores asalariados y precarizados alemanes que, descontentos con la socialdemocracia del SPD y seducidos por la demagogia de la AfD, no se reconocen en las posiciones de Die Linke que, según Wagenknecht y Lafontaine, hace caso omiso de sus temores con respecto a la competencia de los inmigrantes.

En una entrevista en Mediapart, Sarah Wagenknecht explica con razón que el proyecto tradicionalmente asociado a la derecha gubernamentalista de Die Linke ha dejado de ser realista:

Este proyecto de unión de las izquierdas no es mayoritario actualmente. El SPD obtiene en estos momentos el 17 % de las intenciones de voto y, aunque siga en el gobierno, podría sufrir un declive rápido. Por lo demás, el SPD de ahora está muy lejos de las posiciones tradicionales de la socialdemocracia. Es la tercera vez que participa en una gran coalición con el partido conservador de Merkel.

La crisis electoral bastante terrible del SPD tiene que ver con el hecho de que este partido no ha roto nunca con la Agenda 2010 y sus feroces contrarreformas. Esto es lo que motiva, según Wagenknecht, el proyecto de lanzar un nuevo movimiento amplio, centrados en temas sociales:

Previamente, los socialdemócratas llevaron a cabo las reformas liberales de la Agenda 2010 de Gerhard Schröder, que representa lo contrario de una política de igualdad y de protección social. Esto ha llevado a la creación de un enorme sector de bajos salarios en Alemania, que provoca a su vez una enorme inseguridad social. Todas esas cosas no tienen nada que ver con nuestro programa político. Por eso estamos preparando el lanzamiento de un gran movimiento popular, abierto a todas las buenas voluntades de izquierda. Deberá reunir a quienes todavía creen en ciertos elementos de una política socialdemócrata clásica.

Wagenknecht no desea, según ella, volver a la situación de comienzos de la década de 1970. Sin embargo, lo que opone al neoliberalismo y al capitalismo desenfrenado es sobre todo un Estado de bienestar nacional con más seguridad social y más protección contra los efectos perversos de la globalización capitalista. La solidaridad internacional de los trabajadores y oprimidos casi ni se menciona en su discurso político. Para ella, es el Estado el que debe proteger a las personas, y sobre todo a las más desfavorecidas:

Quiero decir con esto que queremos promover los valores de un Estado más social, salarios más altos y más justos, una política exterior europea autónoma, una política de desarme, etc. No se trata, desde luego, de volver al programa socialdemócrata de la década de 1970. El mundo ha evolucionado y hay que modernizar. Con respecto a las pensiones, por ejemplo, no se trata de remozar el antiguo sistema, sino de crear un nuevo seguro en el que cotizará todo el mundo, desde el funcionario hasta el autónomo, y no solo el trabajador asalariado, como ahora. … Se trata de proponer un programa en que el Estado proteja a la gente de un capitalismo desbocado, de una globalización dirigida por las multinacionales y de una competencia exacerbada por el dúmping social. Queremos reconstruir un Estado que impulse una política a favor de la mitad menos favorecida de la población y de quienes son los perdedores en la situación actual.

No son muchos los afiliados y las corrientes del partido Die Linke que apoyan el proyecto de Wagenknecht y Lafontaine. Además, no está claro cuál será la magnitud de la respuesta positiva al llamamiento a crear el nuevo movimiento en septiembre. Las críticas al proyecto en el debate en el seno de Die Linke, articuladas de manera contundente sobre todo por la Antikapitalistische Linke (Izquierda Anticapitalista, corriente organizada del partido), se sitúan en tres distintos niveles de argumentación.

En primer lugar, se reprocha a Wagenknecht y Lafontaine que no hayan sometido sus propuestas a las instancias del partido y a sus debates y decisiones. En efecto, Wagenknecht se apoya en su popularidad personal, en su presencia en los medios y en sus seguidores políticos personales para cortocircuitar cualquier debate controvertido sobre su planteamiento en el seno del propio partido. La dinámica polarizadora de su propuesta en el seno del partido parece tener que ver con la rivalidad con los dos portavoces del partido, Katja Kipping y Bernd Riexinger. Este último acusa a Wagenknecht y Lafontaine de adaptarse excesivamente al discurso de la AfD y del populismo de derechas cuando rechazan reivindicaciones como la de fronteras abiertas por temor a perder la posibilidad de influir políticamente en sectores de la población alemana desfavorecida. En tercer lugar, no solo el ala izquierda del partido teme que el lanzamiento del nuevo movimiento podría restar fuerza al propio partido Die Linke. Dado que Wagenknecht y Lafontaine no dejan de repetir que la FI de Mélenchon es a su juicio un buen ejemplo, este temor es perfectamente comprensible, dado que la FI se construyó sobre las cenizas no solo del Front de Gauche, sino también del Parti de Gauche francés.

No obstante, el argumento de Wagenknecht de que Die Linke no ha podido –hasta nueva orden– aprovechar plenamente de la crisis electoral del SPD está en lo cierto:

La principal alternativa que me oponen es que todos los que están descontentos con la situación no tienen más que unirse a Die Linke. ¡Olé! Pero eso no funciona. Hace años que esperamos que los electores del SPD decepcionados vengan a unirse a nosotros. La realidad es que desde 1998 el SPD ha perdido más de 10 millones de electores. Y nosotros hemos ganado 2 millones. Por tanto, hay por lo menos 8 millones de electores que no nos han apoyado.

A la pregunta de si el temor a crear un partido que compita con Die Linke está justificado o no, Wagenknecht contesta de manera disuasoria:

No. Crear un partido no me parece ser una etapa obligatoria. El objetivo del movimiento es presionar a los partidos para obligarles, ante todo al SPD, a realizar una política más social.

Entonces, ¿se trata de no seguir el cacareado ejemplo de la FI de Mélenchon? No es fácil comprender todo esto. De todas maneras, me parece que existe una relación entre la orientación, si se quiere, populista de izquierda y las formas de organización de la FI y del movimiento que Oskar y Sarah quieren lanzar: las personas normales pueden adherirse al mismo, pueden venir a aplaudir, pero no pueden participar en la elaboración las posiciones y preparar las iniciativas: en ese bonito mundo nuevo, son los tribunos quienes hacen todo y deciden todo.

En cuanto al contenido, en mi opinión hay que tomarse en serio el argumento de la competencia y de las inquietudes populares formulado por Wagenknecht:

Así, los refugiados, que también son pobres, buscan viviendas sociales, es decir, en barrios modestos, por no decir desfavorecidos. Ahora bien, en Alemania existe una gran escasez de viviendas sociales, pues el gobierno ha preferido aplicar una política de austeridad. La competencia en el ámbito de la vivienda se agudiza a medida que vienen refugiados. La situación se ha deteriorado tanto en numerosas escuelas que no se encuentran precisamente en los barrios ricos y que ya tenían problemas graves antes de 2015. Finalmente, en el sector de bajos salarios, donde se emplea a trabajadores poco cualificados, la competencia es feroz. … Creo que en estos momentos, y durante un tiempo todavía, la democracia no podrá funcionar bien si no es en el marco de los Estados nacionales.

Frente al argumento de la competencia, de nada sirve oponerle una actitud puramente humanitaria y moralizante a la que le dan lo mismo la realidad y los sentimientos de los sectores populares desfavorecidos. Está claro que la reivindicación de fronteras abiertas no resuelve todos los problemas. Debe formar parte de un conjunto de reivindicaciones transitorias que incluya el salario mínimo y prestaciones sociales mínimas suficientes, un sistema fiscal que haga pagar a los ricos, una reducción radical de la jornada laboral sin reducción del salario y con contratación proporcional, etc.

Pero sobre todo, frente al argumento de la competencia, no podemos oponer un interés de clase proletario puramente nacional que es totalmente ficticio. Los intereses de clase reales no se articulan si no es por la acción solidaria común internacional en pos de los mismos objetivos, tanto a escala europea como mundial.

08/06/2018

El autor, Manuel Kellner, es miembro de la ISO (Internationale Sozialistische Organisation), sección alemana de la IVª Internacional, y redactor de la Sozialistische Zeitung (SoZ) en Colonia.

Traducción: viento sur

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