Articulos recientes

Al navegar en nuestro sitio, aceptas el uso de cookies para fines estadísticos.

Noticias

Iglesia

Abuso sexual en la Iglesia chilena: el dualismo esquizofrénico entre el cielo y la tierra

Compartir:

Clandestinidad de las sotanas cuello negro.

Los acontecimientos sucedidos en las últimas semanas, en relación a una ola de denuncias sobre abusos sexuales en algunas diócesis de Chile –solapadas en la clandestinidad durante años- dejan al descubierto la bajeza y la perversión en su lado más oscuro de nuestra naturaleza humana. El programa “Informe Especial” de TVN y Reportaje T13 –emitidos recientemente- puso en evidencia las conductas crueles, dolorosas y perversas de una cofradía religiosa elitista, hipócrita y enfermiza.

En el caso chileno, todo esto, a sabiendas de las máximas autoridades de la Iglesia católica: Nuncio Apostólico y la Conferencia Episcopal en su totalidad. Al parecer, no existe obispo que se destaque por su calidad moral y ética ante estos escándalos; unos implicados por encubrimientos; otros como cómplices; unos cuantos bajo sospechas como autores materiales. Por muchos intentos de emitir discursos retóricos y de intentar un lavado de conciencia, la opinión pública -y creyentes cristianos críticos- no creen en las rebuscadas palabras de perdón y humildad simulada. Los responsables por encubrimientos y omisiones pasaron a engrosar la lista negra de los curas de sotanas cuello negro.

Esta amarga e intolerable situación ha opacado el verdadero testimonio de pastores que sí viven y trabajan con la población pobre y maltratada; sacerdotes llamados simbólicamente –por el respeto que se merecen-  como pastores de sotanas cuello blanco, destacados por su compromiso eclesial, pastoral y ejemplo de vida.

Un sistema eclesiástico perverso.

Estos hechos demuestran que desde hace un buen rato, se instauró en Chile una superestructura poderosa y blindada donde en la oscuridad de la noche, se perpetraron perversas maquinaciones organizadas en contra de menores de edad  y de jóvenes. Estos abusos con el tiempo se transformaron en una tenebrosa Red de abusos sexuales, diseminado en la mayoría de las diócesis. Esta situación fue llamada por el propio Papa Francisco (Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, 31 mayo 2018)  como “cultura del abuso; sistema del encubrimiento”.

¿Es la evidencia de una moral sexual castrante, reprimida y distorsionada?… ¿señal acusadora de una sexualidad machista, permisiva, liberal y mercantilista?…… ¿Prueba concreta de una Iglesia jerárquica chilena moralmente decadente y pervertida?… ¿Es la expresión de un dualismo esquizofrénico entre los placeres de la tierra y la felicidad del cielo?.

 

El dualismo práctico entre el cielo y la tierra.

La separación histórica de poderes (Estado – Religión) permitió y consolidó una dicotomía de separar entre lo que es “profano” y lo “sagrado”, entre las cosas de la tierra y las del cielo. Consecuencias prácticas de esta dicotomía, es que todavía existe la separación de ciertos “pecados” concebidos como simples “errores” en el plano religioso; los mismos como “delitos” en la sociedad civil, con todo lo que ello implica.

¿Lenguaje religioso versus lenguaje jurídico?

¿Conflictos semánticos entre el derecho canónico y derecho penal?

¿Paralelismos distorsionados desde la separación de poderes o simplemente privilegios que otorga el Estado nacional a la elite eclesiástica chilena?.

El olvido de las normativas internacionales.

Hoy, por hoy, el Estado Chileno y el Estado Vaticano–representado por el Papa Francisco- corresponden hacer respetar y promover los compromisos internacionales adquiridos por todos los Estados y acatar las leyes penales vigentes. Entre los variados temas, será necesario y urgente revisar la prescripción de los delitos contra abusos sexuales a menores de edad.

Una vez más se vulneró sistemáticamente uno de los preceptos fundamentales de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) que lo enfatiza de esta manera: “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” (artículo 5).

La propia Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (1989) agrega, en los relativo al tema generacional: “Los Estados Partes se comprometen a proteger al niño y niña contra todas las formas de explotación y abusos sexuales…se tomarán todas la medidas necesarias para impedir la incitación o coacción para que un niño y niña se dedique a cualquier actividad sexual ilegal; la explotación del niño y niña en la prostitución u otras prácticas sexuales ilegales; la explotación del niño y niña en espectáculos o materiales pornográficos” (Artículo 34)

¿Por qué el Estado del Vaticano no se adhiere a esta Convención Internacional? ¿Qué le impide hacerlo?…

¿Traería consecuencias económicas para sus arcas financieras a propósito de resarcir a los cientos y miles de niños, niñas, adolescentes y jóvenes abusados sexualmente? ¿Qué le impide hacerlo?…

En buenahora los allanamientos en Rancagua y Santiago, en semanas pasadas. Ahora, le corresponde a la justicia, a través del Ministerio Público, conocer archivos y testimonios: se trata de desempolvar e investigar las diversas denuncias del pasado que nunca tuvieron eco y diligencia canónica por parte de los responsables y encubridores eclesiásticos.

Se espera no sólo que se haga justicia y restituir a los mártires vivos y resilientes (y sus familias, en muchos casos), sino también pretende dejar precedente que el abuso sexual contra menores es un DELITO considerado inaceptable, injustificable, reprochable y condenable desde todo punto de vista. No hay consideración ni términos medios. El daño producido es tan inhumano y escandaloso que no merecen consideraciones de ningún tipo, caiga quien caiga, no importando la investidura que se ostenta. Todo acto tiene sus propias consecuencias, en estos casos, a la luz de la justicia, deben ser sancionados con penas de cárcel y abolición civil.

El fantasma de la hipocresía aún ronda por el norte.

Un caso emblemático –como otros tantos en Chile- es la situación del ex obispo de la Diócesis de Iquique, Marco Ordenes Fernández. Un proceso que se inició el año 2012 con la denuncia de una “víctima” -que para los tiempos del siglo XXI son auténticos mártires vivos y resilientes– dignos sobrevivientes, a pesar que sus agresores no han recibido ninguna sanción penal justa y reparadora.

El mismo obispo renunció públicamente y reconoció que sus actos fueron “impropios”. Incluso como prueba contundente, existe una grabación telefónica donde emite conceptos de la más baja consideración moral. Pero a pesar de ello, en enero del 2018, la Corte de Apelaciones de Iquique, consideró el caso como “sobreseído”. Y en la actualidad, no hay ningún pronunciamiento canónico al respecto. ¿Por qué ese silencio cómplice, oculto bajo la sotana de la impunidad?

Para mayor información: http://ciperchile.cl/2018/01/10/la-iglesia-recibe-al-papa-ocultando-el-fallo-por-abusos-sexuales-del-ex-obispo-de-iquique/

El manifiesto insurrecto de la indignación ciudadana.

La indignación es tan grande que es hora de ponerse de pie ante el poder corrupto de toda la jerarquía eclesiástica chilena. Ahora somos indignados y rebeldes con causas.

¡¡¡Señores, curas de sotana cuello negro¡¡¡… se les acabó el tiempo de la impunidad e inmunidad. Perdieron todo honor y credibilidad; perdieron el respeto y la dignidad. No merecen clemencia ni compasión.

¡¡¡Señores, obispos de sotana cuello negro¡¡¡… ustedes crearon la actual crisis en el Pueblo de Dios. Ustedes nos están dividiendo; ustedes son la causa del cisma que está por venir. Ustedes prostituyeron el Evangelio de Jesús.

…Basta de ciudadanos de primera, segunda y de tercera clase en Chile!!!

…Basta de elitismos religiosos soberbios, prepotentes e indolentes!!!  

…Basta de privilegios y beneficios corporativos para la Conferencia Episcopal Chilena!!!

…Es hora de transformar el marco jurídico-legal del Estado chileno!!!

Comienza un proceso de des-construcción del pensamiento clericalista y dualista, a través de una nueva manera de ser Iglesia -y sobre todo- del respeto a la primacía de la ley. El gigante dormido, despertó de su largo sueño y ya no se dejará manipular.

El delito de lesa humanidad.

En términos éticos y sociales -con los antecedentes y principios arriba descritos- se  puede considerar estas acciones criminales como un delito de lesa humanidad, ya que en rigor se estaría vulnerando, dañando y ofendiendo no sólo a unos cuantos niños, adolescentes y jóvenes involucrados –ahora adultos- sino que se agredió a todo un grupo social: se agrade, ultraja y lastima la dignidad de todo el  grupo generacional de niños, niñas, adolescentes y jóvenes de nuestra sociedad. En términos, particulares, es una ofensa para tu hijo e hija, mi hijo e hija; para tu nieto y mi nieta. Es una ofensa y humillación a cada niño, niña, adolescente y joven de nuestro país que cada día hace el esfuerzo por vivir, estudiar y luchar dignamente. Es un delito que ofende la dignidad de nuestras familias.

El abuso de poder y de conciencia.

En el caso de esta perversa la red de abuso, súmese el poder económico y status social de sacerdotes, religiosos y obispos involucrados. Este poder ha servido como instrumento para seducir, persuadir y manipular las conciencias y situación de pobreza de personas –hoy mártires vivos y resilientes– o simplemente de la frágil vulnerabilidad de este grupo etáreo. Agréguese y súmese el tráfico y consumo de drogas de por medio en algunos casos. En resumen, estamos ante los ojos del desbaratamiento de una auténtica red de asociación ilícita, una de las más grandes descubiertas en el país. Una vergüenza pública de carácter nacional e internacional. Este hecho quedará –sin duda alguna- en la lista negra de nuestra malograda historia chilena.

Tres importantes consideraciones:

  1. En todo abuso sexual infantil existe una relación de poder adultista con rasgos de desigualdad, de relación asimétrica, de acción premeditada y manipulada; en todo abuso sexual infantil el adulto agresor interfiere perversamente en el proceso evolutivo natural de las personas, dejando impreso a su paso secuelas traumáticas de profundas y de imprevisibles consecuencias personales; detrás de todo abuso sexual infantil hay perfiles de pedófilos, pederastas y proxenetas que están cerebralmente dañados e incapacitados de tener relaciones sexuales normales. El deseo sexual no se realiza entre iguales y con consentimientos mutuos, sino que buscan el foco del placer morboso en menores de edad, muchas de ellos en situación de vulnerabilidad y en desventaja psicosocial. En esto último, los psiquiatras y psicólogos clínicos especializados pueden describir con mayor precisión este tipo de parafilia.
  2. A partir de estos ingratos y dolorosos acontecimientos, nos queda un gran y mayúsculo desafío por realizar: restituir la dignidad de niños, niñas, adolescentes y jóvenes de nuestro país a través de una nueva Constitución Política del Estado de Chile, donde el tema generacional –de niños, niñas, adolescentes y jóvenes- adquiera el rango de categoría constitucional. Es decir, que explícitamente se les reconozcan sus derechos y deberes; sus especificidades generacionales y sus procesos evolutivos en desarrollo; su protección constitucional. Pero sobre todo, reconocerles su categoría de sujetos de derechos: reconocimiento como verdaderos y auténticos sujetos sociales, políticos y económicos del acontecer comunitario, local, regional y nacional. Una nueva Constitución debería crear un nuevo marco jurídico-legal para la defensa de este grupo generacional. No más SENAME, No más ADOPCIONES irregulares, No más CARCELES para adolescentes, No más COMERCIO sexual infanto-juvenil, No más EDUCACIÓN con lucro, No más MALTRATO Y EXPLOTACIÓN infantil.
  3. Ahora, es la sociedad civil organizada, las comunidades y redes laicales, sumados a todos los movimientos sociales del país son los que tienen que plantear -y de una vez- generar este cambio de paradigma. Cada grupo generacional tiene sus propios desafíos en cada época -la nuestra- es protegerla, reivindicarla y dignificarla.

Finalmente, al parecer la felicidad del cielo está más cerca de lo que pensamos: se gana dignificando a los más pobres y  construyendo el bien común.

El autor, Leonel Reyes Fernández,  licenciado en Ciencias Religiosas, miembro del Movimiento “También Somos Iglesia” – Chile”, Regional Iquique, desarrolla labor docente y es miembro de la Comunidad Laic@s de Iquique.

Compartir:

Artículos Relacionados

Deja una respuesta

WordPress Theme built by Shufflehound. piensaChile © Copyright 2021. All rights reserved.