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Las siete vidas del obispo González

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29 mayo, 2018

Controvertido en la mayoría de sus actuaciones, miembro del Opus Dei, ligado al empresariado y a las Fuerzas Armadas, fue apuntado como informante de la dictadura y, aunque es resistido al interior de la Iglesia, ha recibido continuas muestras de confianza desde Roma, en lo que podría ser el camino para perfilarlo como el próximo arzobispo de Santiago, como lo fue su tío bisabuelo del mismo nombre.

Después de la controversia que generó su nombramiento al mando del Consejo para la Prevención de Abusos de la Conferencia Episcopal, monseñor Juan González Errázuriz aseguró ayer –en CNN – que le gusta la idea de estar en esa instancia, aunque «en el lugar en que estaba antes, de asesor, pero no tengo ninguna preferencia especial en ser el que lo preside”. Y durante la reunión de los obispos chilenos con el Papa Francisco en Roma, cuando le preguntaron si sería el próximo arzobispo de Santiago, respondió algo en el mismo tono: “No aceptaría… porque no soy pollo para ese caldo”.

Es que el obispo de San Bernardo sabe que el poder no implica necesariamente la exposición pública ni los cargos principales y que puede influir mejor desde una posición más discreta, tras bambalinas.

Un estilo algo similar al que cultivó el fallecido empresario Ricardo Claro, cercano a González y su familia, ya que el hermano del religioso, Eduardo, trabajó durante años como abogado en dichas empresas, hasta su muerte el año 2017. Hasta hoy el sacerdote se mantiene muy cercano a María Luisa Vial, viuda de Claro.

Una cercanía que también tiene con la familia Matte. Fue González quien inauguró en San Bernardo la escuela con el nombre del patriarca del clan, Eliodoro Matte Ossa, que es parte de los colegios de la Sociedad de Instrucción Primaria (SIP).

Tanto en los medios de comunicación como en los pasillos del Congreso, el obispo González fue uno de los principales lobbistas de la Iglesia durante la tramitación de la reforma educacional que impulsó el Gobierno de Michelle Bachelet. Mismo papel que cumplió para representar la voz de las autoridades eclesiásticas frente al proyecto de aborto en tres causales, asistiendo a las comisiones de Salud durante la tramitación con una postura de férrea oposición a la iniciativa, aunque sea el líder de una comuna pobre con alto índice de embarazo adolescente y donde, hace al menos una década, el Hospital Parroquial reemplazó la entrega de la píldora del día después y preservativos por instrucciones para usar el método Billings, a partir de los ciclos ovulatorios de las mujeres.

A la hora de debatir sobre la homosexualidad, González representa la postura más dura. Afirmando que se trata de una condición “causal” y no genética ni natural, dijo que la discusión sobre el matrimonio igualitario “es esquizofrénica” y que, si se aprueba, “podemos provocar un mal que dure muchos años y desorientar a muchos jóvenes». Ayer, en entrevista con Radio Universo, se pronunció sobre la red de explotación sexual de sacerdotes en Rancagua: “Hay que erradicar ese mal que es tener homosexuales activos dentro de la Iglesia”.

Aparte de oponerse en nombre de la Iglesia al fin de la selección, González fue entre 1999 y 2002 capellán de la Universidad de Los Andes, ligada al Opus Dei, organización de la que es numerario desde los años 70, antes incluso de ser sacerdote. Su hermano Joaquín es parte de la junta directiva de la Universidad Bernardo O’Higgins y el propio obispo fue un actor determinante para la inauguración de una sede de Duoc-UC en San Bernardo, contra la opinión de algunas autoridades del plantel, según comentan cercanos a la institución.

La disputa con Berríos

Es un obispo muy preparado intelectualmente, maneja muy bien la ley canónica y es riguroso. Sin duda su trabajo respecto de las leyes que preocupan a la Iglesia está siendo premiado con esta nueva exposición pública”, afirmó un cercano a González, que además destacó que “estas virtudes están por encima de lo que pueda ser controvertido para algunos fieles que lo han criticado”. 

Tanto en los medios de comunicación como en los pasillos del Congreso, el obispo González fue uno de los principales lobbistas de la Iglesia durante la tramitación de la reforma educacional que impulsó el Gobierno de Michelle Bachelet. Mismo papel que cumplió para representar la voz de las autoridades eclesiásticas frente al proyecto de aborto en tres causales, asistiendo a las comisiones de Salud durante la tramitación con una postura de férrea oposición a la iniciativa, aunque sea el líder de una comuna pobre con alto índice de embarazo adolescente y donde, hace al menos una década, el Hospital Parroquial reemplazó la entrega de la píldora del día después y preservativos por instrucciones para usar el método Billings, a partir de los ciclos ovulatorios de las mujeres.

El religioso se tituló de abogado en la Universidad Católica a fines de los 70. Antes de graduarse comenzó a trabajar como procurador en Carabineros, donde llegó a ser capitán y estuvo por diez años, hasta 1990. A fines de los 80 fue enviado desde la dirección de personal de la policía uniformada en “comisión de servicio” a La Moneda, donde trabajó con el general Jorge Ballerino, uno de los principales operadores de Augusto Pinochet con el mundo político civil.

La dictadura destapó la tensión existente entre González y Felipe Berríos. Antes de irse a Burundi y en el marco de la elección del sucesor de Francisco Javier Errázuriz, el segundo sacerdote afirmó que el obispo de San Bernardo trabajó como “enlace” entre los militares y la Iglesia, “que en realidad se podría decir que era de soplonaje”,  rematando que nombrarlo en la diócesis sería “un retroceso para la unidad del país y una ofensa para muchos chilenos”, con lo que sepultó su nombre como posible arzobispo. 

Una semana después, salió al paso el cardenal Jorge Medina, quien lo defendió diciendo que esas afirmaciones “no tienen fundamento”. Medina conoce al obispo González (62) desde que era niño y era compañero de colegio de su padre, Eduardo González Eheñique, de hecho, el obispo le dice tío al cardenal que, a los 91 años, es prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, la sección doctrinaria de la Iglesia en Roma.

Tras algunos años sin hablar, en 2013 Felipe Berríos dio otra entrevista, en televisión y desde África, que remeció a la opinión pública local, porque en ella criticó el lenguaje de secretismo en la Iglesia chilena, las intrigas internas y afirmó que entre los jerarcas de la institución «la mayoría dice que cree en Jesucristo, pero en el fondo, cree en el Dios del consumo, pero crea un vacío enorme». Fue ahí cuando González decidió responder al jesuita y aseguró que Berríos “no conoce la realidad” y que la entrevista “confunde y enfrenta, todo lo contrario a lo que nos ha dicho el Papa Francisco”, palabras que en ese momento fueron apoyadas por toda la Conferencia Episcopal.

Berríos y Juan Ignacio González representan sin duda a las dos posiciones que se enfrentan hoy en la Iglesia. En una de ellas estamos los que no entendemos el nombramiento de González en el lugar que está ocupando por ahora de forma interina. Puede ser una expresión de confianza para un próximo nombramiento más importante”, señaló un testigo de la antigua tensión entre ambos sacerdotes.

Abuso sexual en su diócesis

El rótulo de informante en el perfil de González perdura hasta hoy. Cuando las víctimas de Karadima criticaron su nombramiento en la comisión antiabuso, donde por lo demás trabaja desde 2011, apuntaron justamente a ese pasado: “Nunca me he juntado ni hablado con este personaje siniestro. Impactante su capacidad de mentira”, dijo James Hamilton, mientras que José Andrés Murillo recordó que el obispo de San Bernardo tiene una “historia turbia durante la dictadura” y “la empatía de una piedra”.

Juan Ignacio González es el mismo que empujó a la periodista Priscilla Vargas, de Mega, cuando, durante la visita del Papa Francisco a Chile, quiso acercarse al obispo Juan Barros, sindicado como encubridor de Karadima. El obispo se disculpó, pero mantuvo su férrea defensa del obispo de Osorno: “Nunca se ha probado, sostengo que no hay una acusación formal contra Barros”.

Pero hay otro frente a partir del cual han surgido más críticas, sin duda un caso que pesa en el historial de González y que alimenta las críticas que se hacen a su nombramiento. El sacerdote René Aguilera se suicidó en 2010, luego que fuera denunciado por abuso sexual. González lo había nombrado vicario de Educación en la zona. El obispo ha dicho que solo se enteró de las acusaciones días antes del suicidio, cuando el sacerdote le confesó los hechos, una versión poco creíble entre quienes saben del estilo meticuloso y autoritario que ha impuesto el religioso en la diócesis que maneja desde 2003.

Tanto Aguilera –en su calidad de vicario de Educación– como González negaron la autorización para hacer clases de religión a la profesora Sandra Pavez, luego de reconocer su orientación homosexual.

*Fuente: El Mostrador

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