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Israel montó en Guatemala una máquina genocida que se ensañó contra su propia población

Israel montó en Guatemala una máquina genocida que se ensañó contra su propia población
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Jimmy Morales, el comediante burlón de las mujeres, los indígenas y los homosexuales que llegó al poder en Guatemala gracias a mítines electorales en los que reproducía sus programas televisivos, muestra lo que ya todos sabemos: que no es más que una mampara, una máscara de rictus sonriente de quienes han ejercido el poder de forma violenta y corrupta durante décadas.

El domingo 24 de diciembre, el gobierno de Guatemala reconoció a Jerusalén como capital del Estado de Israel. No es una noticia que nos tomara por sorpresa porque, tal como lo indicó la cancillería guatemalteca, ambos países tienen una larga historia de relaciones. No se trata, sin embargo, de las relaciones que invocó el gobierno guatemalteco sino de otras, menos publicitadas, vergonzosas, llevadas adelante en la oscuridad.

No se trata, tampoco -como insinuaron no pocos chistes en Guatemala- del gobierno de un presidente errático siguiendo al gobierno de otro presidente igualmente obtuso. Efectivamente, las personas que encabezan los actuales gobiernos de Guatemala y Estados Unidos han sido continuamente cuestionados por su poca idoneidad para los cargos que ostentan. Trump, un señor al que le gusta cenar hamburguesas en la cama mientras ve televisión y envía “tuits” tontos alardeando del tamaño de su “botón nuclear”; y Jimmy Morales, un cómico que hacía chistes racistas, homófobos y misógenos en su programa televisivo.

Ojalá fuera solo eso, a pesar que decir “ojalá fuera solo eso” ya es terrible y muestra de cuerpo entero el mundo bizarro en el que vivimos. Se trata de algo más allá de la coyuntura; incluso más allá de la necesidad imperiosa que tiene el gobierno guatemalteco de quedar bien con los Estados Unidos ante la inminente posibilidad de que miles de migrantes guatemaltecos sean deportados y creen un sisma en el país.

Más allá también de la búsqueda del apoyo de Washington a un gobierno al que un organismo de la ONU, que cuenta con el beneplácito del país del norte, ha cuestionado a su presidente por malos manejos financieros durante la última campaña electoral.

Ese más allá del que hablamos se remonta a los tiempos de lo que en Guatemala se conoce como laguerra sucia; esa guerra que llevó a su máxima expresión el papel del Ejército guatemalteco como máquina genocida ensañada contra la población de su propio país. Tiempos en los que, ante tanta devastación vergonzosa, los propios Estados Unidos se vieron en la necesidad de limitar el apoyo económico y militar que hasta entonces habían prestado al Estado contrainsurgente de Guatemala.

Eran los tiempos en los que en la presidencia de los Estados Unidos estaba el pastor Jimmy Carter, al que su moral luterana aún le dejaban algunos restos de pudor ante las matanzas indiscriminadas que se llevaban a cabo con apoyo de su país en ese pequeño punto perdido en el mapa llamado Guatemala.

Fue ahí en donde surgió con su salvadora espada flamígera Israel, que al ver las penurias que pasaba la dictadura guatemalteca se transformó en el canal no solo para hacer llegar las armas que tanto necesitaban los militares guatemaltecos (y que, en última instancia, provenían de los mismos proveedores norteamericanos solo que tenían que dar una vuelta más larga para llegar a ellos).

Hay un vídeo (https://www.youtube.com/watch?v=CBIyIgxMSM0), en el que quien fuera presidente de Guatemala, el general Otto Pérez Molina (sindicado actualmente por corrupción en los tribunales de justicia), da declaraciones en 1982 en el marco de un escenario de guerra, al periodista norteamericano Allan Nairn, y muestra cómo utilizar un arma de proveniencia israelí. Otto Pérez lo dice claramente en el vídeo: el arma es de proveniencia israelí.

El servicio de inteligencia de Israel, el MOSAD, fue también un valioso apoyo para complementar las enseñanzas que los oficiales guatemaltecos obtenían en la Escuela de las Américas norteamericano, en ese tiempo con sede en Panamá. Como está muy bien documentado hoy, en ese lugar los militares latinoamericanos se entrenaban en técnicas de contrainsurgencia, entre las cuales se encontraba la tortura. El MOSAD perfeccionó esas técnicas, que había refinado en su guerra contra el pueblo de palestina, y las llevó a Guatemala, en donde fueron aplicadas y, cómo no, aún más refinadas.

El Ejército, los paramilitares y los grupos de poder de extrema derecha (especialmente los organizados en entonces en el auto caracterizado partido de la violencia organizada, el Movimiento de Liberación Nacional –MLN-) tuvieron desde entonces estrechos vínculos con la extrema derecha israelí, y ambos grupos de poder son los mismos que siguen al frente de sus respectivos gobiernos en nuestros días.

Así que Jimmy Morales, el comediante burlón de las mujeres, los indígenas y los homosexuales que llegó al poder gracias a mítines electorales en los que reproducía sus programas televisivos, muestra con esta medida lo que ya todos sabemos: que no es más que una mampara, una máscara de rictus sonriente de quienes han ejercido el poder de forma violenta y corrupta durante décadas, y hacen todo lo posible por seguir lucrando a costas de desangrar al Estado y reprimir a quienes se opongan a sus prácticas.

El autor, Rafael Cuevas Molina, es escritor, filósofo, pintor, investigador y profesor universitario nacido en Guatemala. Ha publicado tres novelas y cuentos y poemas en revistas. Es catedrático e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Idela) de la Universidad de Costa Rica y presidente AUNA-Costa Rica.

*Fuente: Nodal40

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