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Historia - Memoria

Temores vigentes frente al “Plan Cóndor” en las posdictaduras

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Obra de Gustavo Herrera

Cuando cruzaron la frontera
me advirtieron rendirme
lo cual no podía hacer
tomé mi arma y desaparecí
El Partisano Leonard Cohen.

Nuestra gran poeta y filósofa, Gabriela Mistral, en un hermoso texto, diría pedagógico, nos planteaba la reflexión “menos cóndor y más huemul”, señalando la contradicción de dos elementos en esta simbólica metáfora. El temor al cóndor se fundamenta en sus ojos sanguinosos que dominan desde arriba sobre nuestras tierras andinas. Es un sentimiento humano bastante extendido, el miedo a las aves de rapiña. Por cierto que esto es inocencia pura en el plano de los ciclos vitales. Lo terrible es cuando la imagen del cóndor aparece como un plan de exterminio de seres humanos expuestos desde una concepción alternativa de la vida.

El “Plan Cóndor” es sin duda uno de los proyectos genocidas más terribles de nuestra historia reciente, no sólo por la cantidad de personas perseguidas, torturadas y desaparecidas, sino por aquella que representa las capacidades de la razón de sujetos que usan su “inteligencia” para coordinar un plan de exterminio humano más allá de las fronteras nacionales. Esto lo hicieron militares y cuerpos de inteligencias de los Estados represores en el Cono Sur, por cierto bastante custodiados por la bota yanqui que siempre mantiene una relación estrecha con sus políticas de gobierno imperialista. Pensemos por un momento la incertidumbre frente al peligro de guerras y de invasiones que representa Trump para cualquier país del mundo, que por lo demás por cierto encontrará apoyos en los gobiernos de Europa pertenecientes a los países más ricos del mundo.

En nuestros tiempos se dice que tenemos un problema grave de memoria, pero a esto hay que sumarle otro gran problema: la comodidad de nuestra conciencia. Claramente los “placeres inquietantes”, para usar una expresión del pedagogo crítico Henry Giroux, provenientes del consumo impuesto por el mercado, tienen un efecto placebo. Para muchos un estilo escritural de denuncia como éste sonará como discurso anacrónico. Sin embargo, los dispositivos de control y las estrategias de dominación, tampoco son tan novedosas. Desde nuestra trinchera de resistencia nos armamos de metáforas, categorías y contextos semánticos de oposición a los planes de dominio imperialista, a los cuales los políticos de nuestras democracias regionales escasamente han enfrentado con decisión, más allá de campañas publicitarias propias del duopolio político.

Sabemos que en Chile el neoliberalismo fue parte del proyecto de la dictadura cívico-militar de Pinochet que sigue siendo el modelo político y económico vigente. En otros países vecinos, el neoliberalismo fue impuesto en “democracia”. Considerando las diferencias, el efecto ha sido más o menos el mismo. Afianzar un modelo económico en favor de las grandes potencias económicas, con más o con menos asistencialismo social. La cuestión económica ha sido inalterada.

Sin embargo, las luchas sociales emergentes habían logrado instalar varios derechos ciudadanos importantes. Son éstos los que hoy se encuentran amenazados. Esto no puede ser considerado tan extraño, ya que la maduración política de sectores populares antes marginados de lo político tuvieron su primavera y se han fortalecido de tal manera, que hoy reclamos como los de los pueblos originarios representan una alternativa contundente de vida distinta a la que sustenta el neoliberalismo. Hoy las mayores represiones que encabezan los Estados son realizadas cuando aparecen las defensas de los recursos naturales, esto dado el interés de los mercaderes inescrupulosos en estos bienes humanos, o si se quiere sagrados.

El pueblo mapuche ha sido castigado con crueldad por gobiernos civiles que siguen defendiendo al capital, años van de intervención en aquel territorio que propone un alto a la explotación de la naturaleza, con sus legítimas demandas de recuperación de la tierra, cuestiones fundamentales de gran sabiduría propia de su cultura. Los chilenos nos hemos hemos hechos los lesos por año frente a este conflicto entre el capital y la sabiduría, o la muerte y la vida, la lógica del capital genocida y el habitar la tierra a partir de las necesidades fundamentales para el bien vivir.

Esta persecución hoy se extiende a territorio argentino, la desaparición de Santiago Maldonado, viene a ser otro atropello más de fuerzas represivas en territorio mapuche a manos de los Estados serviles al capital. Septiembre ha sido un mes de acciones de represión coordinadas por el Estado y realizadas por fuerzas policiales: allanamientos, violación de viviendas, montajes, torturas, detenciones ilegales, encarcelamientos, juicios indebidos, criminalización, desaparición y muerte. Terrible es el abuso al que se está sometiendo a esta cultura.

Lo más alarmante de la situación es que este viernes se reúnen en Buenos Aires funcionarios del Estado de ambas naciones. Estas acciones políticas son las que deben ser repudiadas por todos los ciudadanos con memoria y con conciencia. No queremos más planes cóndores, hay que decir no a los genocidios que realizan los Estados en favor del capitalismo salvaje y de sus inescrupulosos beneficiarios.

El autor, Alex Ibarra Peña, es miembro del Colectivo de Pensamiento crítico “palabra encapuchada”

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