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Rajoy aspira a convertirse en el recogepelotas de Trump

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Vivimos presos en cavernas y
confundimos las imágenes  de la televisión y el cine con la realidad.

Mariano Rajoy, que ha inaugurado en España la “Era de la Pospolítica” (la sustitución de la ideología por “el sentido común”) y adopta por costumbre la actitud de la avestruz: esconder la cabeza debajo del ala hasta que pase la tormenta, ahora tiene la ocasión de pasar a la historia como “el recogepelotas” de Donald Trump.

Si alguno pensaba que el correcaminos Mariano iba a plantar cara a Trump en la conversación telefónica que tuvieron el pasado martes e iba a criticar, por ejemplo, el muro de México o la metralla racista dirigida a los cuarenta millones de latinos que viven en EEUU, etc. estaba equivocado, el líder el PP se mostró sumiso como una geisha. Si la cháchara se hubiera celebrado en la Moncloa, habría acabado dándole un masaje a los pies.

Al parecer, en un momento de la charla de quince minutos (con traductores), a Mariano le dio un subidón, como esos que produce la coca, el orujo gallego o la montaña rusa, y se ofreció a hacer de interlocutor de Estados Unidos en América Latina, Oriente Medio, el Norte de África y en las dos lunas de Marte: Fobos (Miedo) y Deimos (Terror).

Iñaki Gabilondo[1] remarca en su análisis publicado por El País el miércoles, 8 de febrero:

“A Donald Trump le debieron pasar información muy superficial de Mariano Rajoy si no le dio la risa cuando nuestro presidente se ofreció como interlocutor de EEUU para Europa, América Latina, Oriente Medio y el Norte de África”.

El periodista añade que Rajoy “podrá hacer en todo caso de recadista de Trump, como ya hizo Aznar de “caddy” (del presidente Bush) y recalca que, como Mariano no sabe inglés, le diría continuamente la única palabra que conoce: “Yes”.

En la conversación, Trump y Rajoy se comprometieron a reforzar “su alianza bilateral en asuntos de interés común” y, especialmente, “en las estrategias para erradicar de la faz de la tierra al ISIS”. Asimismo, el inquilino de la Casa Blanca enfatizó a Mariano “la importancia de que todos los aliados de la OTAN compartan los gastos de defensa”, según informó el secretario de prensa del magnate, Sean Spicer.

Se desconoce si Rajoy y Trump hablaron del movimiento independentista de Cataluña, lo que al parecer al tiranosaurio neoyorquino le importa un bledo, y de si son más efectivos “los muros o las cuchillas”, ya que los servicios de inteligencia (y la antigua inteligencia) no funcionan correctamente.

(Sobre el amor que se tiene Donald Trump asimismo y sobre el retrato de su personalidad, nos vienen al dedillo estas palabras del filósofo surcoreano de formación germana, Byung-Chul Han: “El sujeto narcisista no puede delimitarse a sí mismo (…) Y con ello no surge ninguna imagen propia estable (…) Ningún vacío ni ausencia distancia al narcisista de sí mismo”)[2].

Ahora está por ver si Trump y su mujer Melania se pasan algún día por Madrid o por el pueblo gallego de Sanxenxo, donde disfruta sus vacaciones Rajoy. Será una buena ocasión para que Mariano dé un masaje en los pies a la pareja. A Donald le tienen que doler un huevo las plantas de los pies por soportar tanta estupidez, y a Melania, tanta amargura.

Y vuelve a cantar Quiquiriquí el Noble Gallo Beneventano para “oracular” que si Trump no hace algo muy gordo, como lanzar un misil contra El Vaticano o sufrir una metamorfosis tipo el bicho de Kafka, los líderes europeos se seguirán arrodillando ante él y limitarán sus protestas – metiendo mucho ruido para contentar al pueblo– al berrinche y al pataleo.

Javier Cortines
http://www.nilo-homerico.es/

Notas:

[1] Debo aclarar que, a pesar de mis frecuentes críticas a El País, tengo en alta estima al analista Iñaki Gabilondo; al magistral Manuel Vicent, a quien llevo leyendo desde hace décadas, y a El Roto. También tengo un par de amigos en ese medio, que no viene al caso mencionar, que se desmarcan o intentan desmarcarse de la línea de ese periódico conservador cuya sombra planea, para más INRI, por toda América Latina.

[2] Byung-Chul Han. La sociedad de la transparencia. Pág. 71 (Ed. Herder).

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