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Francisco: «Respondamos con amor, no con muros, al terrorismo del dinero»

Francisco: «Respondamos con amor, no con muros, al terrorismo del dinero»
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05/11/2016
El Papa recibe por tercera vez en su Pontificado a los Movimientos populares y los exhorta a no ceder al mecanismo del miedo, que sostiene un sistema injusto, a no dejarse encasillar y a combatir la corrupción con la austeridad

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Berta Cáceres durante el primer encuentro de los Movimientos Populares en el Vaticano (2014), fue asesinada el 3 de marzo de 2016; hoy el Papa la recordó en su tercer encuentro con los Movimientos Populares.
LAPRESSE

«Enfrentemos el terror con Amor». Después del encuentro de 2014 en Roma y del de Bolivia en 2015, el Papa recibió por tercera vez a los Movimientos Populares internacionales hoy por la tarde en el Vaticano. Todos ellos están comprometidos en la defensa de la tierra, del techo y del trabajo para todos (Las tres «T»). Francisco, que denunció con «vergüenza» la «bancarrota de la humanidad»(representada por la «situación oprobiosa» del rechazo de los migrantes), exhortó a los Movimientos Populares a no paralizarse frente al mecanismo del miedo, que sostiene un sistema injusto: «Y cuando ese terror, que se sembró en las periferias con masacres, saqueos, opresión e injusticia, explota en los centros con distintas formas de violencia, incluso con atentados odiosos y cobardes, los ciudadanos que aún conservan algunos derechos son tentados con la falsa seguridad de los muros físicos o sociales». También los invitó a no dejarse «encorsetar», en un momento en el que crece «la brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de democracia», y a «practicar la austeridad» para combatir el peligro de la corrupción.

«Los felicito, los acompaño, les pido que sigan abriendo caminos y luchando. Eso me da fuerza, nos da fuerza. Creo que este dialogo nuestro, que se suma al esfuerzo de tantos millones que trabajan cotidianamente por la justicia en todo el mundo, va echando raíces», dijo el Papa a los representantes de todo el mundo de asociaciones campesinas, de cartoneros, de activistas comprometidos en la defensa de las categorías más débiles. Sin embargo, recordó, «hay fuerzas poderosas que pueden neutralizar este proceso de maduración de un cambio que sea capaz de desplazar la primacía del dinero y coloque nuevamente en el centro al ser humano». «¿Quién —se preguntó Francisco— gobierna entonces? El dinero. ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor, cuánto miedo! Hay -lo dije hace poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso. Ningún pueblo, ninguna religión es terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos lados. Pero el terrorismo empieza cuando “has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero”. Ese sistema es terrorista». Y el Papa recordó las denuncias al respecto de Pío XI y de Pablo VI: «Ninguna tiranía se sostiene sin explotar nuestros miedos. De ahí que toda tiranía sea terrorista. Y cuando ese terror, que se sembró en las periferias con masacres, saqueos, opresión e injusticia, explota en los centros con distintas formas de violencia, incluso con atentados odiosos y cobardes, los ciudadanos que aún conservan algunos derechos son tentados con la falsa seguridad de los muros físicos o sociales. Muros que encierran a unos y destierran a otros. Ciudadanos amurallados, aterrorizados, de un lado; excluidos, desterrados, más aterrorizados todavía, del otro. ¿Es esa la vida que nuestro Padre Dios quiere para sus hijos? Al miedo se lo alimenta, se lo manipula… Porque el miedo, además de ser un buen negocio para los mercaderes de armas y de muerte, nos debilita, nos desequilibra, destruye nuestras defensas psicológicas y espirituales, nos anestesia frente al sufrimiento ajeno y al final nos hace crueles. Cuando escuchamos que se festeja la muerte de un joven que tal vez erró el camino, cuando vemos que se prefiere la guerra a la paz, cuando vemos que se generaliza la xenofobia, cuando constatamos que ganan terreno las propuestas intolerantes; detrás de esa crueldad que parece masificarse está el frío aliento del miedo. Les pido que recemos por todos los que tienen miedo, recemos para que Dios les dé el valor y que en este año de la misericordia podamos ablandar nuestros corazones».

Y Francisco reconoció que «la misericordia no es fácil, no es fácil… exige valentía»; «por ello, Jesús nos dice: “No tengan miedo”, pues la misericordia es el mejor antídoto contra el miedo. Es mucho mejor que los antidepresivos y los ansiolíticos. Mucho más eficaz que los muros, las rejas, las alarmas y las armas. Y es gratis: es un don de Dios. Queridos hermanos y hermanas: todos los muros caen. No nos dejemos engañar. Como han dicho ustedes: “Sigamos trabajando para construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan derribar los muros de la exclusión y la explotación”. Enfrentemos el Terror con Amor».

Partiendo del Evangelio, Papa Francisco reflexionó sobre el tema del desempleo, subrayando que «los hipócritas para defender sistemas injustos, se oponen a que sean sanadas. A veces pienso que cuando ustedes, los pobres organizados, se inventan su propio trabajo, creando una cooperativa, recuperando una fábrica quebrada, reciclando el descarte de la sociedad de consumo, enfrentando las inclemencias del tiempo para vender en una plaza, reclamando una parcela de tierra para cultivar y alimentar a los hambrientos, están imitando a Jesús porque buscan sanar, aunque sea un poquito, aunque sea precariamente, esa atrofia del sistema socioeconómico imperante que es el desempleo. No me extraña que a ustedes también a veces los vigilen o los persigan y tampoco me extraña que a los soberbios no les interese lo que ustedes digan».

En cuanto a la migración de la actualidad, denunció Francisco, «hay una situación oprobiosa, que sólo puedo describir con una palabra que me salió espontáneamente en Lampedusa: vergüenza». El Papa hizo suyas las palabras que pronunció en Lesbos el arzobispo Hieronymus de Grecia sobre la «bancarrota de la humanidad»: «“Quien ve los ojos de los niños que encontramos en los campos de refugiados es capaz de reconocer de inmediato, en su totalidad, la «bancarrota» de la humanidad”. ¿Qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota de un banco de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad —denunció Francisco— no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto? Y así el Mediterráneo se ha convertido en un cementerio, y no sólo el Mediterráneo… tantos cementerios junto a los muros, muros manchados de sangre inocente».

La migración «es un problema del mundo. Nadie debería verse obligado a huir de su Patria. Pero el mal es doble cuando, frente a esas circunstancias terribles, el emigrante se ve arrojado a las garras de los traficantes de personas para cruzar las fronteras y es triple si al llegar a la tierra donde creyó que iba a encontrar un futuro mejor, se lo desprecia, se lo explota e incluso se lo esclaviza. Esto se puede ver en cualquier rincón de cientos de ciudades».

En este momento, en el que «la brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de democracia se agranda cada vez más como consecuencia del enorme poder de los grupos económicos y mediáticos que parecieran dominarlas», el Papa pidió a los Movimientos Populares dos cosas. Primero que nada, que «no caigan en la tentación del corsé que los reduce a actores secundarios, o peor aún, a meros administradores de la miseria existente. En estos tiempos de parálisis, de desorientación y propuestas destructivas, la participación protagónica de los pueblos que buscan el bien común puede vencer, con la ayuda de Dios, a los falsos profetas que explotan el miedo y la desesperanza, que venden fórmulas mágicas de odio y crueldad o de un bienestar egoísta y una seguridad ilusoria».

Y después, les pidió que no se dejen corromper: «Así como la política no es un asunto de los «políticos», la corrupción no es un vicio exclusivo de la política. Hay corrupción en la política, hay corrupción en las empresas, hay corrupción en los medios de comunicación, hay corrupción en las iglesias y también hay corrupción en las organizaciones sociales y los movimientos populares. Es justo decir que hay una corrupción naturalizada en algunos ámbitos de la vida económica, en particular la actividad financiera, y que tiene menos prensa que la corrupción directamente ligada al ámbito político y social. Es justo decir que muchas veces se manipulan los casos de corrupción con malas intenciones. Pero también es justo aclarar que quienes han optado por una vida de servicio tienen una obligación adicional que se suma a la honestidad con la que cualquier persona debe actuar en la vida. La vara es más alta: hay que vivir la vocación de servir con un fuerte sentido de austeridad y humildad. Esto vale para los políticos pero también vale para los dirigentes sociales y para nosotros, los pastores».

«A cualquier persona que tenga demasiado apego por las cosas materiales o por el espejo, a quien le gusta el dinero, los banquetes exuberantes, las mansiones suntuosas, los trajes refinados, los autos de lujo, le aconsejaría que se fije qué está pasando en su corazón y rece para que Dios lo libere de estas ataduras. Pero, parafraseando al ex Presidente latinoamericano que está por acá», dijo Francisco dirigiendo la mirada hacia el ex presidente José «Pepe» Mújica, «el que tenga afición por todas esas cosas, por favor, que no se meta en política, que no se meta en una organización social o en un movimiento popular, porque va a hacer mucho daño a sí mismo y al prójimo y va a manchar la noble causa que enarbola. Frente a la tentación de la corrupción, no hay mejor antídoto que la austeridad; y practicar la austeridad es, además, predicar con el ejemplo. Les pido que no subestimen el valor del ejemplo porque tiene más fuerza que mil palabras, que mil volantes, que mil likes, que mil retweets, que mil videos de youtube. El ejemplo de una vida austera al servicio del prójimo es la mejor forma de promover el bien común y el proyecto-puente de las 3-T. Les pido a los dirigentes que no se cansen de practicar la austeridad y les pido a todos que exijan a los dirigentes esa austeridad, la cual –por otra parte– los hará muy felices».

Papa Francisco concluyó su discurso citando a Martin Luther King: «Odio por odio sólo intensifica la existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú me golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo devuelves, y así sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito. Simplemente nunca termina. En algún lugar, alguien debe tener un poco de sentido, y esa es la persona fuerte. La persona fuerte es la persona que puede romper la cadena del odio, la cadena del mal».

*Fuente: La Stampa

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2 Comentarios

  1. casandra

    ¡Buena Francisco! La única rebelión posible que nos va quedando es la huelga de brazos caídos contra todo lo que sea maldad, explotación y corrupción, y la acción solidaria para sacarnos de encima a los intermediarios, los que viven de «la pasada». Así la auto organización en materia de comercio. la cooperativa, y la incorruptibilidad en los cargos de responsabilidad social y la defensa de nuestra población contra los comerciantes traficantes de nuestros bienes sociales, son necesarios para resistir la fuerza de los grandes comerciantes mundiales que so pretexto de globalización se están apoderando de nuestros países y están implantando una forma de ser que nos lleva al desastre.
    Siempre es posible decir NO.

  2. alex

    el 25 de noviembre a las 16.30 en Carmen 350 tercer piso sala E-31 da conferencia Juan Carlos Scannone uno de los teólogos fundadores de la teología para el pueblo que inspira al papa Francisco.

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