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Una experiencia de imposición o resistencia teatral en Pisagua, 1973

Una experiencia de imposición o resistencia teatral en Pisagua, 1973
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pisaguaPara antes del año 1973 Pisagua estaba compuesto por un pequeño poblado, una base militar y una cárcel. Luego del golpe de Estado del 11 de septiembre, se transformó en un campo de concentración para prisioneros políticos, por el cual pasaron cerca de 2.500 personas. El campo estaba bajo el control de la 6° División del Ejército de Chile y al mando del Teniente Coronel Ramón Larraín Larraín.

La mayor parte de los prisioneros fueron encerrados en las dependencias de la cárcel de Pisagua. Sus 26 celdas (10 de ellas de 2×4 metros), llegaron a albergar a 500 prisioneros hombres. Las mujeres, por su parte, permanecían encerradas en un inmueble vecino al teatro del poblado.

Prisionero en PisaguaMientras estuvo en funcionamiento, no se permitieron ninguna clase de visitas de los familiares de los prisioneros, como tampoco de la Cruz Roja u otras organizaciones humanitarias y religiosas. En ese lugar los presos políticos fueron sometidos a sistemáticas torturas, apremios ilegítimos, violaciones físicas y psicológicas, fusilamientos, humillaciones y vejámenes.[1]

La historia nos ilustra que no fue la primera vez que se utilizó a Pisagua como campo de reclusión para presos políticos, ya había ocurrido algo parecido en el Gobierno de González Videla (1946-1952), en el año 1946, cuando se dictó la “ley maldita” contra todos los opositores de ese gobierno, en especial contra el Partido Comunista de Chile.

Fue así que, obligados en un principio, los detenidos el año 1973 tuvieron que armarse de valor para crear un grupo de teatro que les ayudara a mantener la moral en alto, recrearse y por qué no para generar una forma de resistencia contra la tortura a la que eran sometidos diariamente.

Paso a entregar los antecedentes de ese hecho teatral en boca de sus propios protagonistas. Raúl Rodríguez,[2] rememora:

Lo cierto es que junto a los prisioneros de aquella época, comenzamos a preguntarnos qué hacíamos, porque sentíamos la necesidad de sacarnos el “enchufe” de tantas tonteras que se nos vino encima. Entonces se nos ocurrió crear un grupo de teatro, éste era muy parecido a lo que eran los otros grupos de trabajo: los carpinteros, los albañiles y la gente de camino…Así que ocupamos el Teatro Municipal y organizamos funciones todos los días domingos desde las seis hasta las ocho de la noche. La verdad que la cúpula que comandaba el campamento se dio cuenta también que había que darle una vía de escape al asunto y nos autorizaron. Yo recuerdo que fue el comandante Larraín. Posteriormente, las guardias que fueron sucediendo fueron adoptando el mismo procedimiento…Por supuesto que trabajamos a teatro lleno. Iban todos los militares y los presos políticos… Nunca nos faltaba el público. Era fiel. (Ríe)…En la mañana se hacía una misa ecuménica con la participación de todos los credos religiosos… En ese grupo teníamos mucha gente valiosa: René Medina, Guillermo Morales, Freddy Alonso, Marino Jiménez, Ormazábal, el “choro” Granaderos  y un señor que cantaba tangos. Al tiempo, montamos una de las grandes obras Johnny Good que fue una obra extraordinaria porque teníamos hasta el armonio de la iglesia que fue a parar al teatro. El maestro del armonio era Guillermo Morales… Uno de los buenos libretistas que teníamos era el abogado Raúl Hidalgo Guerrero. Ahora recuerdo que Raúl hizo una obra de teatro que era la defensa que hizo Arturo Prat, en su calidad de abogado, en favor de Luis Uribe, en un episodio de su vida que tuvo con un amor descontrolado.

También trabajó con nosotros el doctor Vladislav Kusmicic… Tuvimos hasta un grupo folclórico que se llamaba Voces del Desierto. Ahí estaba René Medina, Kusmicic y dos personas más que no recuerdo…Así, el programa iba variando entre tangos, folklore, sketch y cómicos, estos últimos dirigido por Marino Jiménez. Incluso, contamos con un circo de animales… Ahí desaparecieron todos los perros de Pisagua (Ríe)… Y todo el programa estaba auspiciado por Residencial La Pisagüeña. Su slogan era “doce van, diez llegan” (Ríe) Chiste cruel… La reacción de los militares cuando veían las representaciones era buena, a pesar que a veces a los cómicos “se le pasaba la mano” y hacían algunas parodias o tiraban unas tallas a los militares. Famoso fue, por ejemplo, “Mucho moco”, que era una alusión a un teniente. Hubo varias situaciones difíciles que se fueron solucionando con las guardias de la prisión.

Con todo lo cruel que ocurría era necesario echar un cable a tierra… Creo que esta gestión teatral poco se ha valorizado. Bueno, Freddy Alonso lo ha dado a conocer en su libro sobre Pisagua… Me acuerdo que para diciembre del 73 hicimos un pesebre viviente, don Arturo Carvajal hizo del niño Jesús y lo acomodamos en un pesebre. Después de esa actividad navideña se fue desarrollando el asunto del teatro hasta el comienzo del año 1975 que comenzó a bajar la población penal, pues los Consejos de Guerra iban dando dictámenes que decidían cuántos fusilados, cuántos relegados a otros sitios o liberados… Al mismo tiempo, se nos fueron algunos artistas. Cuando éramos menos se nos sacó de la cárcel y estuvimos alojados donde era el mercado, a un costado del teatro. Ahí la actividad fue muriendo. Quedábamos muy pocos. [3]

Guillermo Morales, evoca:

El primer show que tuvimos que hacer fue impuesto por el Comandante Larraín a raíz de las mujeres que cayeron en un estado de incongruencia, no querían comer y el comando se preocupó. Entonces se le ocurrió reunirnos a todos y nos dijo: “¿Habrá un chistoso, algún desgraciado que tenga una gracia para animar un poco a sus propias compañeras?” Entonces apareció un compañero que se llama Andrés Daniel, locutor de radio… Andrés Daniel, a punta de fusil, tuvo que sindicar. Incluso, nosotros le reclamamos para qué nos hacía esta invitación tan terrible. Entonces nos reunieron a todos los que teníamos alguna posibilidad de hacer algún arte y nos dieron diez minutos para organizarnos para hacer un show al otro día, en beneficio de nuestras compañeras. Fue una locura. Nadie pudo hacer nada. Un teniente nos sacó tipo doce. Asustados salimos pensando que nos iban a torturar, pero no, era para reunirnos y ponernos de acuerdo qué íbamos hacer al otro día… Algo hicimos, algo planeamos. Y vinimos a este teatro…A las mujeres las sentaron asiento por medio. Arriba estaba lleno de guardias militares, con bala pasada. El comandante Larraín, aquí, en este lado estaba ubicado. Los prisioneros estaban asiento por medio y el resto de pie atrás… Para empezar el show lee una condena el comandante y después grita: “Ahora, ya, los chistosos” Con ese escenario, con ese público, con esa tensión partimos un sketch. Al animador, esa misma noche, por incomunicación de ciertos militares, lo torturaron, le pegaron. Tenía úlcera. Lo dejaron al pobre negro para la historia. Era nuestro animador esa mañana. Entonces dijo: “Si me quieren matar, que me maten al tiro. Yo no animo nada. Yo no presento nada”… El comandante gritaba: “Bueno, ¿a qué hora van a comenzar?…Lo empujamos, le dijimos: “Negro, hazlo por nosotros, hazlo por las compañeras, hazlo por las mujeres”  Y como pudo salió y anunció el primer show. Salimos con cuatro compañeros a hacer un sketch. Nos salió terrible de fome… Achunchados nos entramos, pero volvimos a insistir. Parece que las mujeres nos dieron el ánimo… Como no había tanta iluminación, alcanzamos a ver la primera y segunda fila y vimos que las mujeres como quisieron sonreír un poco. Eso nos animó e hicimos el mismo sketch de nuevo… Esta vez se mataron de la risa, se sonrieron… Ahí, el mismo “negro se entusiasmó y anunció un cantante, el Chico Carter, compañero de Valparaíso, cantador de tangos. Cantaba bien bonito. Un teniente le pasó una guitarra. Punteaba bien la guitarra… Punteó… Fumando espero, iba a cantar, pero no le salía la canción. Ahí el comandante gritó: “Buena, imbécil… ¿vas a cantar o no? Entonces se fue… Ahí mismo lo trajimos. Al tercer intentó salió la canción. Cantaba lindo. Ahí todo el mundo aplaudió, hasta los milicos. Esa fue la función primera y después vinieron otras que se consiguieron. Así, el teatro tomó auge, incluso llegamos a componer una comedia musical. Eran tanto los beneficios que logramos con estas presentaciones que nos trajeron aquí al lado, al supermercado que se llamaba, nos asignaron literas, frazadas y fue mejorando el trato con nosotros. Teníamos setenta actores en escena en la comedia del gran amor de Johnny Good… Tuvimos tres estrenos de la comedia…En la obra actuaron hasta los más chicos. Había compañeros que tenían diecisiete o dieciséis años. No tenían personalidad para subirse al escenario, pero se sabían de memoria la obra. Eran gánster de un lado y  gánster del otro, qué sé yo… Solitos se iban incorporando… – ¿Lo haré bien?, preguntaban. Yo le decía: “Pero si tú te sabes el personaje”… “Sí, me hice una metralleta, ¿por qué de gánster? Tenían sus uniformes, sus maquillajes, se sabían todo, entonces era ir e incorporarse… La obra la fuimos haciendo musical porque al lado en la capilla había un armonio y lo trajimos… Hubo canto. Hubo poesía. Hubo de todo. Pero por sobre todas las cosas hubo mucho compañerismo, mucha amistad. Todos, todos éramos amigos… Eso nos dio más fuerza para soportar todas las tonteras, todas las humillaciones que sufrimos acá.[4]

Freddy Alonso (2004), especifica:

El día domingo 26 de mayo a las 18.00 hrs., planificado anteriormente por los que participábamos en los show, varios compañeros que estaban siendo interrogados y golpeados quisieron seguir participando, porque su fundamentación era que esto era la última actuación, por el consejo de guerra que se venía, por lo tanto querían despedirse de todos su compañeros en las condiciones que estuvieran. Un gran gesto de estos muchachos que fue reconocido por todos nosotros.

En este show se le hizo un homenaje a Arturo Prat cuando era abogado, sobre la defensa que hizo del teniente Uribe en los tribunales ingleses, el autor de esta obra fue el prisionero- abogado Raúl Hidalgo Guerrero. Posteriormente, se repitió la obra musical La historia de amor de Johnny Good o Juan Bueno, donde participaba la mayoría de los artistas que entraban a consejo. (212)

CadaverEs muy difícil imaginarse que en ese sitio con una historia profunda y dolorosa un conglomerado de hombres tuviera la valentía y la predisposición para crear y expresarse mediante el género teatral. Pese a la marca de dolor, este ejemplo brutal nos revela como el teatro es un testimonio cruel de la historia vivida hace pocos decenios atrás en nuestro país.[5] Los relatos de los detenidos son estremecedores, más aún cuando conjeturamos que en la misma sala donde presentaban sus obras, resonaban los gritos de los torturados en medio de ese ritual demencial oficiado por los agentes del Estado.

Podemos especular que frente a esas inhumanas circunstancias, el teatro sirvió como una forma de exorcizar la crueldad y el padecimiento, él permitió expresar muchos mensajes que los presos políticos debían ocultar o simular frente a sus carceleros; asimismo, fue un soporte para desplegar la creatividad y la necesidad de creer en otro mundo: mejor y más justo.

-El autor, Iván Vera-Pinto Soto, es Antropólogo Social, Magíster en Educación Superior, escritor.

http://iverapin.wix.com/verapintoliteratura
http://www.wix.com/iverapin/teatromemoria
http://teatrouniversitarioe.wix.com/teatro-expresion
http://teatrodelamemoria.fullblog.com.ar

 

Fuentes citadas:

ALONSO, La Verdad de Pisagua 1973-1974. Ediciones Campus. Iquique, 2004.

SALVATIERRA, Hugo. Chacabuco Voces del Desierto .Pehuén Editores, 1994.

Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura (Informe de la Comisión Valech) Sitio Web:

http://www.derechoshumanos.net/paises/America/derechos-humanos-Chile/informes-comisiones/comision-nacional-prision-politica-y-tortura.htm.

La verdadera historia de Jhonny Good www. cinetecadigital.ccplm.cl

Notas:

[1]  Informe Valech.  En el gobierno de Ricardo Lagos (2003) se dispuso la creación de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, presidida por monseñor Sergio Valech. Fue un organismo creado para esclarecer la identidad de las personas que sufrieron privación de libertad y torturas por razones políticas, por actos de agentes del Estado o de personas a su servicio, en el período comprendido entre el 11 de septiembre de 1973 y el 10 de marzo de 1990, durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.

[2]  Entrevista realizada el año 2016 a este antiguo locutor de Radio Esmeralda y Radio Lynch de Iquique

[3] En el diario El Tarapacá del día 31 de octubre de 1973, se informó la ejecución, entre otros, de José Demóstenes Rosier Sampson Ocaranza, Relacionador Público de la Municipalidad de Iquique, actor de teatro y militante socialista, haciendo referencia a la supuesta participación de los condenados en un plan destinado a provocar la guerra civil en Chile y la rebelión de las Fuerzas Armadas.

[4] Fuente: La verdadera historia de Jhonny Good www. cinetecadigital.ccplm.cl

http://www.ccplm.cl/sitio/la-verdadera-historia-de-johnny-good/

[5] Una experiencia parecida que demuestra cómo el arte permitía dar un poco de luz a las conciencias encerradas en los campos de concentración es la que se vivió en la misma época en la Oficina Chacabuco, donde los presos políticos organizaron un festival de la canción. Véase Recuerdos de un campo de concentración de Hugo Salvatierra, en el texto Chacabuco Voces del Desierto. Pehuén Editores, 1994.

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