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La muerte de la política por sobredosis de capitalismo

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La política ha muerto cuando el pueblo, decepcionado por tanta promesa incumplida, vacío y transformismo ideológico, se cruza de brazos ante la corrupción y permite con sus votos o indiferencia que gobiernen personas que deberían rendir cuentas “a la justicia” o dedicarse a tareas que no exijan honorabilidad.

Algunos dirán que lo anterior es filosofía etílica o una mera opinión, pero no: es la constatación de un hecho que se repite con demasiada frecuencia en “este mundo feliz” en el que las ideas (no lucrativas) y las ideologías han entrado en un coma profundo inducido por la heroína del capitalismo. La dependencia del “mono” es total y la desintoxicación, un reto fenomenal.

Los malpensados pueden creer que me estoy refiriendo a España, pero voy más allá. El caballo de metal galopa en todas “las metrópolis” de la aldea global. ¿Quién es el culpable? ¿El dinero? ¿El poder?  ¿La capacidad del capitalismo para seducir, dominar y absorber a “los sujetos” que defienden como locos su condición de libertos? ”.

Hay un bello pasaje en la obra “Camino de campo” de M. Heidegger[1] que dice lo siguiente:

Con la corteza de roble los muchachos construían sus barcos que, equipados con banco de remero y timón, flotaban en el estanque o en la fuente de la escuela. Los viajes por el mundo de los juegos aún alcanzaban fácilmente su destino y conseguían llegar siempre a la orilla.

Hubo un tiempo, cuando aún no se había propagado la peste de la decepción, en el que creíamos que los políticos podían construir barcos con timón, salir del fango y alcanzar una meta. Y, además, regresar a la orilla tras cumplir los contratos que habían suscrito con el pueblo.

La memoria histórica (de las últimas décadas) nos dice que todo fue un espejismo. Que los papagayos llegaron a la cima con el anzuelo de que nos iban a entregar “aquello que nos robaron”, que no es otra cosa que justicia social. Los políticos y la santa comisión contrajeron un ominoso matrimonio con el juramento de seguir unidos “hasta que la muerte les separe”.

Nuestro aedo Luís Eduardo Aute nos decía el siglo pasado en su canción “La Belleza”:

Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta
mercaderes, traficantes,
más que náusea dan tristeza (…) 

                               Y me hablaron de futuros,
fraternales, solidarios (…)
Ya no somos tan iguales,
tanto tienes, tanto vales,
¡Viva la revolución!

El neoliberalismo (capitalismo) ofrece, en su vertiente lúdica, “una rápida experiencia exitosa y un sistema de gratificación instantánea”[2]. Con esa tentación  sin fin, ¿quién se resiste a llevarse el botín?

Y vuelve a cantar Quiquiriquí el Noble Gallo Beneventano para decir que la abstención es el reverso de la santa comisión. Ahora que “los socialistas corren como pollos sin cabeza y sin saber adónde ir”[3], ahora que el PSOE  ha quedado reducido a “un muñeco de trapo”[4] ¿Qué pasará con tanto capo?

Javier Cortines
http://www.nilo-homerico.es/

 

Notas:

[1] Ese mismo fragmento es utilizado por el  filósofo surcoreano Byung Chul-Han en su obra “El aroma del tiempo” para hacer sus reflexiones sobre la vida activa y la vida contemplativa.

[2] Byung- Chul Han, Psicopolítica, pág. 77 (Ed. Herder, 2014).

[3] Afirmación hecha por Pablo Motos en su programa “El Hormiguero” durante una entrevista a Miquel Iceta, primer secretario del Partit dels Socialistes de Catalunya.

[4] Iñaki Gabilondo dijo que el PSOE ha pasado de ser un importante referente a convertirse, -por tanta indecisión y fractura-, en “un muñeco de trapo”. (EL País, 19 octubre).

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