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Enrique Peña Nieto, Donald Trump y Hillary Clinton

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El tonto, el racista y la mentirosa: el presidencialismo al basurero de la historia-

El problema principal de este régimen político es que si el presidente de la república es inepto, se vuelve loco o, simplemente, se enferma, la institución presidencial se cae simultáneamente  con ellos.

La salida por el juicio de residencia –  juicio político – es bastante compleja y ha dado un buen resultado en contadas ocasiones. En nuestra historia, por ejemplo, la declaración por parte de los parlamentarios de que el Presidente José Manuel Balmaceda sufría demencia condujo, nada menos que a una guerra civil, en que se enfrentaron el  Ejecutivo y el Parlamento y que terminó con el suicidio del Presidente.

En Estados Unidos sólo ha prosperado un juicio político, pero el Presidente Richard Nixon renunció antes de que se llevara a efecto; en Brasil, el juicio político ha sido aprobado sólo una vez, en el caso reciente contra Dilma Rousseff – Fernando Color de Melo, también acusado, dimitió antes de convocarse el juicio político -; en Paraguay este juicio se aprobó contra el Presidente Fernando Lugo y fue destituido.

El caso actual en México es verdaderamente trágico: fue elegido un Presidente cuya limitación mental es notable: sólo ha leído un libro, la Biblia, y confunde los autores de otros dos libros, muy conocidos mundialmente,  que se atrevió a citar durante una entrevista; su esposa, la actriz Angélica Rivera, posee una casa de millones de dólares,  regalada por una empresa que ganó una licitación para la construcción de un ferrocarril de alta velocidad, cuando Peña Nieto era gobernador del Estado de México.

La invitación cursada por la presidencia de México a Donald Trump para una visita oficial terminó por rebasar la copa y Peña Nieto se ganó así el odio y rechazo de la mayoría del pueblo mexicano que, con razón se siente humillado luego de las expresiones previas insultantes  al referirse a los inmigrantes mexicanos, tratándolos de bandidos y amenazándolos con expulsarlos en masa y, además, construir un muro divisorio en la frontera y, para el colmo, costeado por el gobierno mexicano.

El prepotente millonario Trump se rió en la cara del infeliz Peña Nieto quien, a juzgar por el lenguaje no verbal, según los analistas quedó cada vez más empequeñecido – parecía un títere en manos del gigantón -; un periodista, que se burló a su amaño de Presidente, expresó que “Trump se dio el lujo de vomitar en la alfombra roja” del Palacio de Los Pinos.

Las explicaciones posteriores  de Peña  Nieto han sido dignas de su limitación mental: había invitado a los dos candidatos aspirantes a la presidencia de Estados Unidos dialogar y evitar conflictos posteriores e3n el caso de que Trump ganara la elección. Afortunadamente, Hillary Clinton tuvo la dignidad de rechazar dicha invitación.

Las masivas marchas posteriores a este desaguisado diplomático no han logrado aún la salida del Presidente, y Peña Nieto, asustado, pidió la renuncia de su mano derecha, el ministro de Hacienda, Luis Vide Garay, a quien se culpa de haber cursado la  invitación a Trump. No es cierto del todo que “los pueblos tienen el mandatario que se merecen”, si fuese así sería una ofensa para el pueblo que hizo la primera gran revolución social en América Latina, con héroes inigualables como Emiliano Zapata y Pancho Villa y con el eximio Presidente de la época, Lázaro Cárdenas.

Donald Trump ha aprovechado muy bien su visita a México, y apenas dejó el país reincidió en sus expresiones anti mexicanas y con más fuerza que antes: en Arizona dijo que expulsaría a los inmigrantes mexicanos y que exigiría al gobierno a pagar el muro divisorio. Tan bien le fue, que en el primera encuesta luego de su visita a México, resultó ganador en la encuesta de CNN, por dos puntos porcentuales. El resultado de la encuesta es un buen retrato de la mentalidad de la sociedad norteamericana actual; por ejemplo, en hombres blancos, Trump gana a Clinton, y en el caso de afroamericanos y latinos, el resultado es a la inversa.

La distancia del 5% entre Clinton y Trump se ha reducido a un empate técnico, y es podría darse el caso de que el candidato nazi-racista triunfe en las elecciones presidenciales, a realizarse en el mes de noviembre. Incluso, hay quienes pronostican el apocalipsis si llegara a ganar el empresario Trump; otros más moderados, argumentan que los programas de gobierno son inútiles, pues es distinta la poesía de campaña y la prosa de gobernar, y que una vez, en la Casa Blanca, “la bestia” se moderará.

En cuanto a la candidata Hillary Clinton,  los ciudadanos la ven como una mentirosa, de discursos muy ambiguos y con antecedentes de corrupción aún no aclarados plenamente, como lo referente a los dineros aportados a la Fundación Clinton, pues se sospecha que sirvieron para favorecer a los donadores. Por otro lado, se le acusa de haber borrado sus mails cuando era Secretaria de Estado Norteamericano.

La enfermedad, diagnosticada como una neumonía “moderada”, ha creado un escándalo, pues en Estados Unidos el estado de salud de los candidatos a la presidencia son muy importantes por las implicancias en el manejo, por ejemplo, del “botón rojo” del teléfono, capaz de decidir, nada menos, que el uso de la fuerza nuclear.

Aún es temprano para aventurarse a opinar sobre el verdadero estado de salud de la candidata demócrata; la neumonía es una enfermedad grave, difícil de manejar en cinco días. De verse obligada a retirar su candidatura, la dirección del Partido Demócrata tendría que resolver entre el que fue contendor de Hillary Clinton,  Bernie Sander y el Vicepresidente, Joe Biden. En el caso de primero, tendríamos el primer Presidente progresista de Estados Unidos.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

17/09/2016

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