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La muerte en la Costa Azul

La muerte en la Costa Azul
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En mi Pasaporte de apátrida, otorgado por Naciones Unidas, decía que se puede entrar a todos los países, a excepción de la región de los Alpes Marítimos, es decir, la Costa Azul, en Francia. Nunca me hice la pregunta sobre el porqué de tan arbitraria limitación de la libertad de tránsito en territorio francés, pero la estrechez económica tampoco me permitía visitar ese paraíso de millonarios en sus vacaciones.
Para comprender por qué los terroristas han elegido a Francia como centro de sus acciones criminales es preciso profundizar en la historia de Francia como un país colonialista que incorporó, de distintas maneras, a diversos territorios de África del Norte. Por ejemplo, Túnez fue construido por los franceses unifican do distintas tribus de la Zona; Marruecos pasando de España a Francia; Argelia continúa la joya del Magreb. (Si están interesados en el retrato de la Francia colonialista, recomiendo leer el cuento de Guy de Maupassant, Bel ami).
La mala  convivencia entre franceses y los árabes de los países colonizados por Francia tiene raíces en la cruenta y criminal guerra, especialmente en Argelia, (hay que recordar que los métodos de tortura empleados por las dictaduras de seguridad nacional, empleados por parte de los ejércitos de ocupación en América Latina son copia casi fiel de aquellos que aplicaba el ejército francés en Argelia; remito al lector a ver la película La batalla de Argelia).

El terror que emplea actualmente el Estado Islámico tiene varias características que bien podrían asimilarse a la estrategia llevada a cabo por los anarquistas de comienzos del siglo XX que consiste, principalmente, en ataques sorpresivos a grupos de personas comunes y corrientes; por ejemplo, Henri – ácrata seguidor de Ravachol – decidió un día lanzar una bomba en un café muy concurrido de la Gare Saint Lazare, y al preguntarle, durante el juicio el porqué de su acción, respondió que tenía como motivo atemorizar al francés de la clase media que, ganando un mínimo salario, servía a los intereses de la  clase explotadora – en términos actuales en Chile, atentar contra los “fachos pobres”).
La dificultad para combatir al Estado Islámico es que emplea a nacionales franceses y de otros países europeos como guerreros para llevar a cabo los atentados. En general, son de origen árabe de quinta generación y que, por lo tanto son ciudadanos franceses; también reclutan a jóvenes idealistas  de distintos lugares de Europa que rechazan la sociedad neoliberal en que viven.
El funcionamiento de estas células terroristas funciona sobre la base de una organización notoriamente descentralizada, por medio de la cual cada grupo actúa con independencia de los demás, creando formas de acción cada vez más novedosas. En el atentado del 14 de julio en Niza, justamente en el día de en se  recuerda la Toma de la  Bastilla, se empleó un camión, imposible de sospechar lo que se proponían, sabiendo bien que la policía se dedicaría a controlar a personas y vehículos.
La Inteligencia francesa es una de las mejores del mundo, sin embargo, ha  sufrido algunos problemas, por ejemplo, en la constitución de redes de informantes, que han mostrado incapacidad para infiltrar   las células del  Estado Islámico.
Para este tipo imprevisible de atentados se hacen inútiles los estados de excepción, la militarización de las ciudades y lugares públicos y otras medidas coercitivas, como cerrar las fronteras, pues  es imposible controlar uno a uno a los ciudadanos de un país, mucho menos a los habitantes de un continente que han tenido el valor de eliminar las fronteras.
Los ataques del Estado Islámico no sólo se limitan a la capital, como es el caso de Niza, donde justamente, en el Día Nacional, en pleno verano eligieron un lugar donde se concentra la población y los veraneantes para presenciar el espectáculo de los fuegos artificiales.
El resentimiento que provoca la marginación y la desigualdad, propia del sistema capitalista cruel y despiadado de estos antiguos imperios coloniales, es fácilmente explotado por el Estado Islámico, surgido como producto de la guerra de Irak y, en la actualidad, el conflicto en Siria, enfrascado en una guerra civil.  Este resentimiento es muy bien explotado en una guerra irregular que se libra entre una potencia nuclear y el fanatismo islámico.
Se hace necesario, hoy más que nunca, estar atento al avance de los partidos nacionalistas-chauvinistas que, en Francia, se expresan en el partido Frente Nacional, liderado por Marine Le Pen, (candidata a la presidencia de la república), cuya penetración en los barrios marginales de París y de otras ciudades, ha logrado desplazar al Partido Comunista. Estos atentados alientan el resurgimiento del racismo en la sociedad civil francesa. Basta leer la historia de ese país para comprender cómo en distintas épocas y actores ese sentimiento ha sido aprovechado por el fascismo, (caso Dreyfus, el 4 de febrero de 1934, y la masacre de 1961 en París).
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
15/07/2016

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