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Perú, país violador

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8 de mayo de 2016                                                                                                                                           No se trata solo de una inaceptable negación de derechos, sino también de un país oficial hipócrita, que a nombre de defender la vida, condena a las mujeres a morir desangradas en abortos clandestinos, después de ser violadas
La violencia sexual es un problema que nos pone en múltiples situaciones a las mujeres peruanas, que pasan desde circunstancias sutiles, imperceptibles hasta eventos traumáticos que pueden quebrar y arruinar nuestra vida. Por ejemplo, el solo hecho de que a la hora de pensar en la vestimenta que usaremos nos sintamos obligadas a cavilar porque sitios hay que andar, o si viajamos en transporte público o en taxi, para evitar comentarios en voz alta o toqueteos, es ya una forma de violencia. Ese “ejercicio”, que la mayoría de mujeres nos vemos forzadas a hacer todos los días, es una de las tantas maneras de limitar nuestra libertad de lucir como se nos da la gana. Es el pretendido derecho machista que impunemente recorta nuestro derecho de ser quienes queremos ser. Quizás este podría ser el ejemplo más “benévolo” de un sistema de dispositivos sociales que nos violenta diariamente.
La violación sexual o el asesinato de una mujer por su pareja, o ex pareja, o algún hombre con el que tenga o haya tenido una vinculación afectiva, son los hechos más extremos de este sistema perverso que le asigna a las mujeres dos tipos de roles predominantes: O somos la “mujer fatal que tienta y descarrila a los hombres”, o somos la “madre abnegada y buena esposa, celosa cuidadora del bienestar de la familia”. O somos Eva que conduce a la perdición de Adán, o somos María virginal y pura. Estereotipos que se han construido en varios siglos, erigiendo una de las bases más importantes de nuestra cultura.
Esta dinámica social que nos coloca varios peldaños más abajo del hombre, que desintegra nuestra autonomía, haciéndonos menos ciudadanas que el sexo opuesto, es el origen de una realidad que está en disputa, una disputa que en Perú las mujeres hoy la estamos perdiendo.
Hace un par de meses en Chile se aprobó la despenalización del aborto por tres causales: inviabilidad del feto, riesgo de la vida de la madre o violación. En Uruguay hace cuatro años se aprobó la despenalización del aborto y desde ahí cifras constatan que se redujo la tasa de abortos en ese país. Y en otros países de la región este tema se viene debatiendo en los congresos y la opinión pública. En Perú, en cambio, todo es retroceso. Una menor de edad embarazada producto de una violación no tiene derecho a acceder si así lo decidiera a una interrupción de la gestación en un lugar seguro y limpio donde se proteja su integridad física y emocional.
¿Cómo se le puede obligar a una niña de 12 años a dar a luz el hijo de un padrastro violador? ¿Cómo el Estado que no tuvo la capacidad para proteger a una adolescente puede exigirle tener al hijo de quien la violó? Hace unos días se archivó definitivamente el proyecto de ley de despenalización del aborto que había presentado la ciudadanía con decenas de miles de firmas de respaldo.
No se trata solo de una inaceptable negación de derechos, sino también de un país oficial hipócrita, que a nombre de defender la vida, condena a las mujeres a morir desangradas en abortos clandestinos, después de ser violadas.

*Fuente: Diario UNO
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