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Los paraísos de los plutócratas

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En el pasado histórico las utopías eran igualitarias: se plasmaban ciudades que no existían en ninguna parte y en las cuales reinaba la igualdad y una sociedad armónica, perfectamente organizada. En la Utopía, de Tomás Moro, y La ciudad del sol, de Campanella, aparecen verdaderas sociedades monacales donde está ausente la democracia, contrapuesta a la igualdad que debe reinar entre los seres humanos. En el fondo, desde su nacimiento la utopía, desde su nacimiento hasta nuestros días, a mi modo de ver, se ha contrapuesto en la mayoría de las veces a la democracia formal.
En las utopías del siglo XIX, desde la “conspiración de los iguales” dirigida por Graco Baubef, en pleno Termidor hasta la Icaria, de Etienne Cabet, pasando por los Falansterios, de  Charles Fourier, el tema central sigue siendo la búsqueda de la igualdad como respuesta a la injusticia  y desigualdad que provoca el capitalismo salvaje.
El neoliberalismo es la utopía predominante en el siglo XXI: está lejos de ser una teoría monetaria, una visión de la economía, para convertirse en una concepción totalizadora del hombre, de su historia y de la vida.
Si antes los paraísos del Renacimiento y de los siglos XIX y XX fueron sueños de  igualdad, los de ahora pertenecen a lo que un autor denominaba “la religión de la desigualdad”, es decir, en la idolatría del mercado mientras más diferencias haya entre ricos y pobres, más perfecta es la sociedad que, lógicamente, debe ser dirigida por triunfadores en la lucha por darwinista por la  existencia –  la igualdad sólo conduce a la servidumbre totalitaria, perseguida por los socialistas de todos los tiempos -.
Si entendemos bien la utopía neoliberal como el arte de evadir impuestos para maximizar la rentabilidad del capital financiero, parece evidente que quienes se han enriquecido en esta nueva ciudad ideal, la Icaria del neoliberalismo, quieran refugiar sus capitales en paraísos fiscales, donde prácticamente el maldito Leviatán no sólo mantenga en secreto la identidad de los dueños de las cuentas, sino también se abstengan de cobrar impuestos que, para los ciudadanos de la ciudad utópica actual, no es más que una expropiación despiadada de los dineros a quienes han creado las riquezas y triunfado en la vida para auxiliar, por medio de subsidios y bonos a los derrotados en la lucha por la vida, es decir, los “rotos” inútiles y subversivos.
El asunto “Los papeles de Panamá” a nadie debiera extrañarle: hace mucho tiempo que la mayoría de los ciudadanos, medianamente informados, estaban enterados de la existencia de estas verdaderas ciudades de utopía, los paraísos fiscales, construidas en las antiguas tierras coloniales de los imperios europeos – en la actualidad hay más de cincuenta icarias del capitalismo neoliberal y de la especulación financiera -.
Las primeras listas de este último “affaire” incluye, por lógica, a primeros ministros, como el de Islandia, a los parientes del Primer Ministro de Inglaterra, a Vladimir Putin y a jerarcas chinos, como también a los más ricos y pillines de cada uno de los países del mundo, cuyos más “brillantes” ciudadanos, como “buenos emprendedores” habían demostrado habilidad para evadir impuestos y, de esta manera, asegurar el dinero de la furia del Leviatán, el Estado.
Hasta el momento, el único caso de reacción de un pueblo frente a tan descomunal abuso ha sido el de Islandia que,  al siguiente día de publicitarse el escándalo, expulsó del poder a su  Primer Ministro, ejemplo que debiera imitarse por los demás países que tienen personeros comprometidos.
En el caso chileno, siempre paradójico, aparece comprometido, en la primera lista, nada menos que el director de transparencia – presentó su renuncia el mismo día en que CIPER Chile dio a conocer los nombres de la sección chilena,  de los “Papeles de Panamá”, entre quienes están los conocidos de siempre, que se repiten, en cada uno de los escándalos financieros, descubiertos en los  últimos años: Hernán Buchi – ex candidato presidencial de la derecha que nos faltaba <anteriormente implicados Longueira y Golborne en el caso de SQM> – y Agustín Edwards – da como pretexto para retener su dinero en paraísos fiscales el querer salvar su capital de los ”perversos estatistas socialistas” -, hasta ahora, sus lacayos de la empresa “El Mercurio” poco o nada manifiestan sobre las “patrióticas” maniobras de su jefe, al sacar las platas de este peligroso país.
Si bien las ciudades de utopía igualitaria han fracasado, o bien sean convertidos, muchas de ellas, en las anti utopías totalitarias de la primera parte del siglo XX, la utopía neoliberal subsiste gracias a los paraísos donde los plutócratas esconden identidades y cuentas para evadir impuestos en su propio país, a fin de asegurar el triunfo del mercado.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
06/04/2016

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