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Obama bailó en La Habana, pero al ritmo cubano

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Martes 22 de marzo 2016

Obama habano
Contra el clima de expectación mundial, ambos gobiernos privilegiaron la agenda común y evitaron poner en aprietos a la contraparte. En ese contexto, el presidente de Estados Unidos parece resignado a que las relaciones comerciales, tan necesitadas por Cuba, no sean condición de transformaciones políticas en la isla.

Parece que Raúl Castro y Barack Obama no están para darse gustitos. Había presiones de lado y lado para algún exabrupto o salida de libreto que reivindicara las posiciones de los últimos 55 años, pero ambos optaron por fortalecer la agenda común. Nadie quiso ganar, quizás por el supuesto de que, para el juicio la historia y para el futuro de los dos países, ambos pueden salir victoriosos. Aunque Obama ya se va y a Raúl le quedan, al menos, dos años para capitalizar los efectos de esta visita.

Las imágenes que el mundo presenció en Cuba entre el domingo 20 y el martes 22 de mayo estuvieron cargadas de simbolismos, de sensación de historia haciendo carne en el momento presente, de un simultáneo triunfo histórico de Cuba y de un giro en la política exterior de Estados Unidos, sentenciado por Obama. Pero dicho todo esto, no será el momento del gran cambio, como no lo fue el anuncio del restablecimiento de relaciones ni la reapertura de las embajadas, todo lo cual sucedió en los últimos asombrosos 15 meses.
Éste sucederá, más bien, cuando cese el bloqueo económico más largo que se conozca en el mundo moderno. Y, aunque Cuba no lo haya subrayado durante estas horas, cuando Estados Unidos abandone la bahía cubana de Guantánamo, que ocupa desde 1903 gracias a un acto entreguista –y a perpetuidad- de las autoridades isleñas de entonces. Respecto del primer punto, Obama afirmó en Cuba que el Bloqueo terminará, pero que no está en condiciones de decir cuándo. Según los cálculos del gobierno insular a 2014, “el daño económico ocasionado al pueblo cubano por la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba, considerando la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional, asciende a un billón ciento doce mil quinientos treinta y cuatro millones de dólares (1.112.534.000.000). A precios corrientes, durante todos estos años, el bloqueo ha provocado perjuicios por más de 116.880 millones de dólares norteamericanos”.
Respecto a Guantánamo, la entrega de la Bahía es lejana, pero el mandatario estadounidense tampoco logró llegar a la isla con la promesa cumplida de cerrar la cárcel donde se cometen todo tipo de tropelías contra los detenidos, sin escrutinio internacional, lo cual se volvió un tremendo tejado de vidrio a la hora de poder decir que en Cuba se violan los derechos humanos. Por eso, ante el requerimiento de un periodista en la rueda de prensa común, Raúl Castro preguntó si le estaban hablando a él o a Obama.
Del lado cubano, el tema de los derechos humanos se volvió, hábilmente, un espacio cómodo para hablar de las conquistas de la revolución. Ante la afirmación de Obama de que ambos países tienen “diferencias muy serias” sobre la materia, Castro preguntó cuántos países del mundo respetan todos los derechos humanos y puso el acceso universal y gratuito a la salud y a la educación de calidad como dos ejemplos de derechos humanos plenamente respetados por Cuba. Difícil rebatir cuando preguntó cuántos gobiernos en el mundo podían decir lo mismo, luego de lo cual sentenció que en Cuba “defendemos los derechos humanos. Consideramos que los derechos humanos son indivisibles, interdependientes y universales. No concebimos que un gobierno no defienda o garantice el derecho a la salud, la educación, la seguridad social, a alimentación y el desarrollo, el salario igual por trabajo igual y los derechos de los niños“, añadió.
A la hora de ponderar esta visita, se debe volver al punto de que Obama estaba condicionado porque se le acababa el tiempo. En su país había recibido crecientes presiones para cambiar la política con la isla, en virtud de las expectativas que él mismo había generado. En 2009, el mismo año en que asumió, y justo antes de la Cumbre de las Américas celebrada en Trinidad y Tobago, cumplió su promesa electoral de retirar las sanciones contra las relaciones entre familiares que vivieran en ambos países, impuestas por George W. Bush. En esa cita regional prometió un nuevo comienzo con Cuba y la mejora gradual de las relaciones, lo que en los años siguientes se produjo, pero con un perfil muy bajo, opacado además por la deuda de Guantánamo.
En el caso cubano, una de las heridas abiertas de la Revolución Cubana ha sido la dificultad para ungir a un delfín más joven que pueda dar continuidad al día después de los Castro. En los últimos años, varios sucumbieron en el camino, como Roberto Robaina, carismático canciller de los 90, cuya fulgurante carrera política quedó truncada cuando Fidel descubrió sus devaneos políticos y económicos con personalidades extranjeras. Años después serían degradadas también otras relevantes figuras como Carlos Lage, Felipe Pérez Roque o Carlos Valenciaga.
Por ello, y ante el paso implacable del tiempo, Raúl Castro ha desarrollado un proceso de reformas que, en sus propias palabras, busca garantizar la viabilidad del socialismo. Ellas han avanzado a un ritmo que a veces ha sido objeto de críticas, pero el mandatario ha defendido la “gradualidad” por la necesidad de “asegurar el orden” y evitar errores que desvirtuaran los objetivos del plan para actualizar la economía socialista de la isla.
Castro afirmó en 2013 que “la gradualidad no es capricho ni mucho menos deseo de  retrasar los cambios que debemos efectuar. Todo lo contrario. Se trata de una necesidad para asegurar el orden y evitar vacíos que nos conducirían directamente a errores que desvirtúen los objetivos propuestos”.
Las transformaciones también pasan por institucionalizar la sucesión. Para ello se realizó la designación de Miguel Díaz-Canel, hoy de 53 años, como “número dos” del régimen cubano y potencial sucesor de Raúl en 2018, cuando por ley expira su mandato. Su elección como primer vicepresidente del Consejo de Estado se veía venir, ya que en 2012 fue promovido a una de las siete vicepresidencias del Consejo de Ministros y desde entonces acompañó al mandatario en varios viajes internacionales. Al normalizar relaciones y encaminarse hacia el fin del bloqueo ahora, se estima que el gobierno busca generar las condiciones para despejar la incertidumbre y hacer una entrega de la posta más controlable a la generación siguiente.
Estos objetivos parecen plenamente cumplidos. Habiendo partido ya el avión de Obama hacia Bariloche, en Argentina, podrá constatarse que en esta nueva etapa Estados Unidos tampoco ha logrado imponerse sobre la pequeña Cuba. Obama no puede exhibir más logros políticos en su visita que las muchas imágenes que circularon por el mundo. El modelo cubano, en transición, no parece debilitado. El gigante del Norte puede celebrar otro empate con la pequeña isla del Caribe.
*Fuente: Radio UdeChile
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