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¿No hay ninguna cláusula en la malparida constitución del 80 que nos permita defendernos?

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Las Leyes de Murphy se basan el principio que dice que “En una cadena de acontecimientos, si algo puede salir mal, lo hará, y en el momento menos adecuado..”
En 1949, Edward A. Murphy Jr., que trabajaba en cohetes sobre rieles para la Fuerza Aérea Norteamericana, enunció este principio, que se puede tomar en forma jocosa, pero es penosamente verdadero, porque siempre hay un factor que hemos desestimado como importante y no estaba considerado en nuestra ecuación.
Se publicaron varios libros al respecto, aplicables a diferentes ámbitos de la cultura humana, incluyendo desde los lanzamientos espaciales hasta la tostada del desayuno que siempre cae con la mermelada sobre la alfombra.
Parece que a la organización de nuestra realidad política y económica, le está pasando lo mismo.
Después de veintiséis años de gobiernos democráticos, hemos llegado al punto de tener la sensación de haber estado jugando a la «gallinita ciega» y de repente alguien que no estaba programado habló, se nos cayó la venda, y vimos que todo el encatrado estaba absolutamente mal concebido para nuestros intereses  y cada día podía ser peor que el anterior en materia de revelaciones purulentas.
La principal revelación es que después de haber creído que teníamos una democracia con instituciones sólidas, nos percatamos que esto de democracia reside solamente en el ejercicio de votar cada cierto tiempo.  Nos percatamos que la verdad pura y dura es que una casta de chilenos ricos, vendidos a las transnacionales o a ciertos países poderosos que han tenido metida la mano desde la independencia, han hecho lo que han querido montando una obra de teatro en que los actores, que son los políticos y funcionarios de gobierno, son pagados por ellos para hacer lo que ellos quieren, disfrazándose con las instituciones que creímos que nos representaban.  Y esto de capitán a paje en todos los ámbitos.
Nos dimos cuenta que el Estado que creíamos que nos protegía, no nos protege sino que está interesado en mantener la estructura de poder en manos de un grupo, que desea maximizar sus ganancias en el corto plazo y que el resto del mundo es sacrificado a esta finalidad.
Nos enteramos que los supuestos patriotas son capaces de vender el país por metro cuadrado, despojándonos de los bienes comunes, de nuestra soberanía, de la patria a la que ingenuamente creíamos pertenecer con cierta ternura fraternal.
La última noticia es que el Sr Longueira, Senador de la República, que lucía bastante bien con posturas de estadista y no tan punga como sus correligionarios, estaba en directa comunicación con sus financistas para legislar, y estos eran quienes le pauteaban la agenda.  De ese modo se embolsó como un millón de dólares, para lo cual tuvo que timar a Impuestos Internos inventando facturas por servicios, ya que las coimas no sirven como glosa, sobre todo cuando eres Senador de la República. Así las leyes Longueira, promulgadas bajo su alero, son de creación directa de los beneficiados por las mismas. Una sastrería a medida.
Y el resto del Senado, salvo raras excepciones ha demostrado tener la misma orientación.  Cuantos años que estamos hablando de los Transgénicos y sus peligros, de la contaminación química y sus efectos en la salud de todos nosotros, y ellos, como quien oye llover.  Lo que diga la OMS respecto a los pesticidas y la salud, los relaves de las minas, los metales pesados, la desertificación, y yo agrego el robo de las pensiones de vejez etc, les importa un comino, y cuando hay que dirimir algo relacionado con estos temas, nunca tienen quorum .  Para ellos no son temas éticos ni valóricos, palabra que tienen reservada para el aborto o el sexo.
Pero como las cosas siempre se pueden poner peor de lo que son, y en el momento menos adecuado, nuestra Presidenta junto con su Canciller firman un Tratado de Libre Comercio impuesto por USA, que más que libre comercio es una cesión de derechos jurídicos hecha a espaldas de la nación.
¿Dónde está la Contraloría, el Consejo de Defensa del Estado, el Tribunal Constitucional que permiten que la Sra Presidenta se arranque con los tarros y nos entregue a las transnacionales?
¿No hay ninguna cláusula en la malparida constitución del 80 que nos permita defendernos?
Porque hay que ser muy ingenuo para creer que Madame está en el puesto que está, por sus méritos de estadista.  Está donde está porque la pusieron allí, casi como a Sancho Panza en la Ínsula de Barataria. Y al primer topetazo con la realidad, se nos desploma. Porque da la impresión que le mandaron un mensaje notificándola que nadie está libre del escarnio, ni del fuego rayado de los medios, y que había que volver al orden.
Entonces en medio de su desplome parte a firmar el Tratado inconsulto y secretivo, la guinda que coronó la torta de los desaciertos para con la ciudadanía. Ella y su corte celestial son parte del penoso teatro que estamos viviendo y que está tomando cariz de pesadilla.
Chile es la nueva Ínsula de Barataria, creada por unos duques para burlarse del Quijote y de su escudero Sancho que fue nombrado Gobernador, solo para hacer mofa de él.
Así estamos nosotros, y parece que este tinglado hubiera sido hecho a propósito para burlarse de nuestra candidez.  Todo es absurdo y ridículo y chambón.
Y lo más ridículo del tema es que algunos diputados conocidos por su chauvinismo desatinado, que arman un tremendo escándalo porque alguien sugiere que es bueno que Chile se siente a conversar con sus vecinos, encuentran lo más normal del mundo permitir y apoyar la firma de un Tratado concebido a espaldas de la ciudadanía y que en varias materias entrega parte de nuestra soberanía a las Transnacionales y a la Organización Internacional del Comercio.
Ojalá por una vez, Murphy no tenga razón y se detenga esta pesadilla de situaciones delirantes y desafortunadas, que más bien recuerdan a un tren descarrilado que se va a estrellar contra lo desconocido .
Ojalá el Congreso pare este absurdo, y se dé el tiempo para que todos los que deben ser consultados, sean consultados y los problemas jurídico-comerciales sean explicados a la ciudadanía.  Porque por años hemos gozado de bienestar por el mayor precio de las materias primas que exportamos a China y por los bajos precios de las importaciones de la China con las cuales dudo que USA pueda competir.
Y justamente porque no puede competir es que está exigiendo estos tratados para poder vender sus productos, que fabrica a través de Japón que está bastante quebrado.
Y en esto de la competencia, las transnacionales con sede en USA a través de la Organización Internacional del Comercio usan cualquier medio para hundir a los que se les ponen por delante, especialmente instalando sus propios tribunales cuya juridicción estaría por sobre la de los tribunales de los países que firmaron el tratado.  Y con esto pueden obligarnos a sacar a China de nuestros negocios.
Y como dicen los africanos, en las peleas entre elefantes, el que sale perdiendo es el pasto es decir, nosotros.
Olga Larrazabal S.
Febrero 2016

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