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Argentina: Llueven tóxicos en la Pampa

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El modelo industrial agrícola, en contrario al modelo agroecológico, requiere de un paquete de biocidas y fertilizantes para poder producir. La inocuidad de ese paquete tecnológico asociado ha sido pregonada hasta el cansancio por sus defensores. Año a año, esta última década ha visto desmoronarse esos argumentos debido a la emergencia de la evidencia aplastante de las externalidades sanitarias asociadas a este modo de producir en el campo.
Millones de litros de herbicidas (en particular Glifosato -GLY- y Atrazina -ATZ-) son rociados sistemáticamente sobre tierras, aguas, y hasta poblaciones. Legislaciones restrictivas han empezado a alejar las aspersiones de los centros urbanos y de las escuelas, no siempre con éxito y no siempre a conciencia de que las derivas de esas sustancias son impredecibles. El discurso de las «buenas prácticas agrícolas» no sólo omite estas cosas, sino que de suyo, dejan bien en claro que durante más de 50 años los promotores de este modelo, hacían «malas prácticas agrícolas» sin siquiera pedir disculpas por ello. Podemos lograr que se alejen las aplicaciones de las personas… pero, ¿podemos impedir la lluvia?
También la lluvia
El Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA) que pertenece a la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata ha producido, con la firma de Lucas Alonso, Alicia Ronco y Damián, un trabajo de investigación que demuestra que estas sustancias también evaporan y caen, luego, con las lluvias. Es decir, llueven agrotóxicos.
Señalan (citando del trabajo) que en Estados Unidos se han reportado, en aguas de lluvias, concentraciones máximas de 2,5 µg/L y 0,83 µg/L con aplicaciones anuales de 2,75 toneladas de estos formulados agroquímicos. Comparativamente en Argentina, durante el período 2012/13, se comercializaron alrededor de 245 toneladas de formulados equivalentes, lo que motiva el interés en el estudio de estos compuestos en la atmósfera y su posible alcance a regiones urbanizadas. El objetivo del trabajo consistió en estudiar los niveles de GLY y ATZ en aguas de lluvia en núcleos poblacionales urbanos y periurbanos de la Región Pampeana.
Para ello se realizaron muestreos de los eventos de lluvia desde Octubre de 2012 a Abril de 2014 en: provincia de Bs. As. (n=27), Córdoba (n=36), Santa Fe (n=35) y Entre Ríos (n=16). Las muestras fueron sobre agregadas en el punto de muestreo con trazadores isotópicos de ambos analitos y transportadas con cadena de frío al laboratorio. Previo a su análisis, se filtraron por 0,45 µm y la fracción soluble se analizó por HPLC-ESI-MS (Modo SIM, de iones característicos para cada compuesto).
El glifosato fue el herbicida más detectado con 90% de resultados positivos, una media y una máxima de concentraciones regionales de 6,5 µg/L y 67,3 µg/L, para la ATZ en el 79% de los casos con media- máxima de 1,5-15,7 µg/L y el AMPA con 35% de detección y media-máxima de 0,8-7,9 µg/L.
Las provincias donde se detectaron las mayores concentraciones fueron Córdoba, Santa Fe, Bs. As. y Entre Ríos.
Estos resultados son los primeros medidos para Argentina y aportan información respecto a una de las contribuciones atmosféricas en cuencas hídricas y poblaciones urbanas para este tipo de compuestos.
¿Eso es mucho o es poco?
Aquí se han analizado un par de sustancias, pero en la vida real se usan cientos de diferentes sustancias base y formulados. Esto quiere decir que probablemente recibimos lluvia (que cae en los aljibes, cursos de agua, techos, gentes, etc.) cócteles de muchas cosas todas juntas. El viejo concepto de que «la dosis hace el veneno» (Paracelso), no funciona en estas sustancias, puesto que muchas de ellas son acumulativas y porque las dosis bajas pero reiteradas producen efectos irreversibles.
Las sustancias producidas por la química de síntesis tienen la mala costumbre de poder combinarse y sinergizarse. Esto es, moléculas que solas eran relativamente inocuas, combinadas pueden resultar tóxicas. Y hasta provocar ciertos efectos que son más intensos a bajas dosis que a altas. Además, estas sustancias impactan de modo diferente en los diversos estadios del desarrollo: su presencia en el período de gestación, o en un niño en crecimiento, o en un adolescente en desarrollo genera efectos dispares. Lo mismo en un anciano o en una persona mal nutrida.
Una persona expuesta a agrotóxicos de modo cotidiano, es más proclive a enfermar.
Ya demostramos que las llevamos en la sangre, que están en los vegetales, y ahora, la UNLP demuestra que están en la lluvia.
No es ingenuo que:
– Nunca antes se hayan hecho este tipo de mediciones.
– Que ante este descubrimiento sobrecogedor, nada aparezca en los suplementos de Campo de los grandes medios.
– Que ninguna agencia de salud del gobierno o laboratorio de las corporaciones químicas del agro haya hecho mediciones de residualidad en sangre.
– Que ninguna agencia de salud del gobierno o laboratorio de las corporaciones químicas del agro haya hecho mediciones de residualidad en vegetales.
– Que nunca haya representantes de salud en las mesas de discusión para la adecuación de las normas que regulan estas sustancias.
– Que nunca se haya contemplado para las reglamentaciones que las rigen los efectos subagudos y crónicos.
Y varios otros «-Que…»
Pero si,… también la lluvia.
 
Agrotóxicos en la Argentina: que intervenga la Comisión Interamericana de DD HH
Reduas
La Red Universitaria de Ambiente y Salud – Médicos de Pueblos Fumigados – (Reduas), a través de su coordinador, el Medico Neonatólogo Medardo Ávila Vásquez, como corolario del 3° Congreso de Médicos de Pueblos Fumigados, realizado los días 15,16 y 17 de Octubre de 2015 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, solicitó la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a los efectos de que se conmine al Estado Argentino a que adopte de modo urgente medidas eficaces para poner a resguardo la salud y vida de los niños, niñas adolescentes que viven en el país, de la exposición directa e indirecta a los agrotóxicos,  ya sea por las fumigaciones áreas y terrestres en los cultivos extensivos e intensivos en mas de 30 millones de hectáreas del territorio argentino, como por el consumo de alimentos con residuos de aquellos, respectivamente.
En la presentación ante el organismo de Derechos Humanos, se adjuntan informes y pruebas contundentes que dan cuenta que el modelo de producción agropecuaria y de alimentos asociados al uso de agrotóxicos conlleva una situación de riesgo de daño grave e irreparable a la salud humana, del que se derivan consecuencias consecuencias sanitarias como el aumento considerable de enfermedades graves: cáncer, leucemia, malformaciones, abortos espontáneos, lupus, etc, que los médicos de distintas localidades y provincias del país vienen denunciando desde hace años.
En efecto,  Reduas enuncia datos epidemiológicos que acreditan el aumento considerable de la tasa de cáncer en las localidades rurales, asimismo el crecimiento exponencial de la tasa de malformaciones congénitas, en las provincias donde predomina el uso de paquetes agroindustriales compuestos por semillas genéticamente modificadas y agrotóxicos.
Bajo esas consideraciones se advierte que en la actualidad se aplican y se utilizan en el proceso de producción de cultivos extensivos como intensivos mas de 350 millones de litros de agrotóxicos, contra los 80 de litros que se utilizaban en los años 90.
Que ese incremento abrupto del uso de agrotóxicos en la actividad agro industrial acompaña en paralelo al aumento de los registros de malformaciones congénitas y tasas de cáncer que denunciaron los profesionales de la medicina en el 3° Congreso de Médicos de Pueblos Fumigados, realizado en la Universidad de Buenos Aires.
El requerimiento ante el organismo internacional, fue elaborado y patrocinado por la Red de Abogadxs de Pueblos Fumigados y focaliza en los niños,  niñas y adolescentes porque representan el grupo de mayor vulnerabilidad frente a la exposición a los agrotóxicos, tanto por intoxicaciones agudas como subagudas y crónicas
En tal sentido, se argumenta ante la CIDH, que el Defensor del Pueblo de la Nación, en el año 2014, exhortó al Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación y a los Ministros Nacionales y Provinciales de Agricultura, Educación, Ambiente, Salud y la Comisión Nacional de Investigación sobre Agroquímicos a que coordinen medidas precautorias y preventivas para minimizar los riesgos por el uso de agrotóxicos, especialmente en cercanías de la población y las comunidades educativas rurales adonde asisten niños que se ven expuestos a los tóxicos como consecuencia de las actividades productivas en la zona, y sin embargo las autoridades nacionales no han implementado ninguna medida, todo lo contrario, se ha minimizado la grave problemática con recomendaciones a favor del uso de agrotóxicos a distancias nimias de los centros poblados.
También se da cuenta ante la CIDH de la sordera institucional del Estado Argentino ante varios requerimientos realizados – por Reduas y la Red de Abogadxs de Pueblos Fumigados – a las distintas autoridades nacionales y provinciales; y  de la absoluta inactividad de la Comisión Nacional de Investigaciones sobre Agroquímicos – creada por el Poder Ejecutivo Nacional en el año 2009 – que debía realizar un informe de la situación del país y dejó de funcionar el mismo año de su nacimiento.
Debe tenerse presente, que la mayoría de los principios activos de los agrotóxicos que se utilizan en el proceso agro industrial, fueron aprobados con anterioridad al año 1984, y la única revalidación de los mismos se realizó entre los años 1996 y 1999.  Desde esa fecha hasta el día de hoy, las autoridades nacionales competentes, no han realizado ninguna evaluación ambiental acumulativa ni establecido alguna restricción en el uso y aplicación de los agrotóxicos, ni siquiera ante los dictámenes contundentes emitidos, en el transcurso de este año, por la Agencia de Investigación sobre el Cáncer (IARC), en relación a los dos agrotóxicos de mayor uso en la Argentina, el Glifosato y 2,4-d, declarándolos como probable y posible agentes cancerigenos, respectivamente.
En el 3° Congreso de Médicos, se reflejaron los datos consignados en la presentación ante la CIDH. Así el Médico Generalista del pequeño pueblo santafesino de Santo Domingo, Arturo Serrano, aseguró que allí “la mortalidad por cáncer creció entre un 300 y un 350 por ciento” entre 1991 y el 2010 con una población que “se mantuvo estable en el mismo período” y advirtió que este fenómeno coincide temporalmente con la instalación de “los cultivos de soja en una población”.
El propio Medardo Ávila, denunciante ante la CIDH expuso sobre el estudio epidemiológico realizado en el transcurso del año 2015 en la localidad cordobesa de Monte Maíz, donde se esperaba entre 11 y 13 nuevos enfermos de cáncer para el año 2014, y el equipo de la Universidad Nacional de Córdoba que el medico comanda encontró 35, es decir 24 enfermos de cáncer de más, presentes en forma “inexplicable”, también aquí la enfermedad oncológica es la primera causa de muerte de sus pobladores y la tasa de mortalidad por cáncer  de Monte Maíz supera los indicadores de Córdoba y de la Argentina.
El estudio sobre Monte Maíz también advierte sobre la alta prevalencia de enfermedades respiratorias obstructivos tipo asma (afectando al 52% de la población de niños de 6 y 7 años, mientras la tasa esperada era de 13,6%); hipotiroidismo; una alta tasa de abortos espontáneos, con una frecuencia que es 3 veces mayor a la media urbana en el país; y la presencia de niños con malformaciones congénitas que duplican la tasa provincial y nacional.
Por su parte, las Dras María del Carmen Sevesso y Ana Lia Otaño, expusieron la gravísima situación en el Chaco que confirma la de todos los ponentes en el Congreso llevado a cabo en la UBA, y lo que las mismas profesionales relataron en el año 2010, en el primer encuentro de Médicos de Pueblos Fumigados, realizado en la Provincia de Córdoba.-
En efecto, en los pueblos del centro de la Provincia del Chaco persisten  muchos casos de enfermos con insuficiencia renal, malformaciones congénitas en hijos de madres jóvenes, cáncer en personas muy jóvenes, abortos espontáneos y dificultades para quedar embarazadas, problemas respiratorios y alérgicos agudos. Todos ellos vinculados, por los equipos de salud, a un mayor nivel de contaminación química del ambiente, generado por la práctica agroindustrial impuesta en la zona, que desplazó a los pequeños y numerosos predios de algodón preexistentes y exterminó al bosque nativo.
A fin de que la CIDH compruebe in situ la gravísima problemática denunciada por los profesionales médicos, se solicitó que se proceda a una investigación in loco, que consiste en la creación de una comisión de dicho organismo internacional, a fin de que visite la Argentina y tome testimonios e indague en cada una de la provincias afectadas por el uso masivo de agrotóxicos.
Que el conflicto de salud ambiental que genera el uso de agrotóxicos, a gran escala en el proceso productivo de alimentos, ya es conocido por la CIDH, a través del caso del monocultivo de Piña en Costa Rica, cuyos efectos son devastadores, tal como esta sucediendo en la Argentina con los monocultivos extensivos (principalmente soja, maíz, algodón y forestales) como los intensivos (hortalizas y frutas).
La denuncia ya fue recepcionada por la CIDH y será analizada a los efectos de determinar su procedencia.
-La autora, Silvana Buján, es periodista y ecologista. Miembro de la Red Nacional de Acción Ecológica (RENACE) y directora de Bios Argentina.
*Fuente: Exactas
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1 Comentario

  1. José Maria Vega Fernandez

    Siempre deseamos ser como los países «desarrollados».
    ¿Pretendemos acaso no pagar el precio correspondiente?
    ¿Acaso no está toda el agua del subsuelo norteamericano contaminada de químicos?
    Aquellos que desde el hemisferio norte vengan a corroborar cómo sufren los pobladores de las pampas -aquellas mismas que siempre tenían tiempo de regenerarse cuando los nómades y escasos pobladores ancestrales quemaban tras su abundante cosecha- , con la misión de proteger los derechos humanos, sufren de lo mismo en sus países de origen..
    Y saben que la única diferencia radica en que los desarrollados están dedicados, además de a sufrir la contaminación química de sus cuerpos físico-mental-anímicos, a generar una política de investigación y ciencia que trabaja para un futuro que no entra en nuestras expectativas…
    Para que volvamos a comer pan de antaño, tomates de nuestros abuelos, fresas y carnes y cereales y agua como las de nuestros tartarabuelos, habría que esperar una nueva Tierra, surgida de las profundidades magmáticas, y esperar que se enfríen y vuelvan los musgos y los hongos…
    Creo que sin cambiar nuestro estilo personal de vivir y la de nuestra forma social de «convivir sin compromisos ascéticos», no vislumbro otros panoramas menos desoladores que los que presento.

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