Articulos recientes

Al navegar en nuestro sitio, aceptas el uso de cookies para fines estadísticos.

Noticias

Opinión

Y cuando he dicho que “yo en tu caso renunciaría” no lo he dicho con ánimo de molestarte, sino todo lo contrario…

Compartir:

Santiago 31 de mayo 2015

Mons. Juan Barros Madrid
Obispo de Osorno.

Querido Hermano Juan:
Me he decidido a escribirte esta carta que, aunque es personal, quiero también hacerla pública porque habiéndome referido a ti en algunas entrevistas realizadas en medios de comunicación social, estando yo discrepante a tu modo de pensar, no quiero, de ningún modo, que alguien piense que tengo algo contra ti. Nada más falso que eso. Por lo demás, no puedo dejar de agradecerte la deferencia y amabilidad con que siempre me has tratado. Tengo que reconocerlo y expresarte mi gratitud.
Me produce gran dolor pensar que estás sufriendo mucho y que mis expresiones hayan podido contribuir a aumentar tu sufrimiento. De este modo sufrimos los dos. Me siento unido a ti en la angustia que con seguridad estás viviendo. Lo contrario sería pensar que no eres persona humana.
Es más, cuando he dicho en alguna ocasión que yo si estuviera en tu situación presentaría la renuncia al ministerio pastoral que te ha encomendado el Papa, no lo he dicho pensando solamente en el sentido de evitar el desconcierto de la gente, sino también pensando en ti más de lo que te puedes imaginar, esto es, pensando en el modo de evitarte la angustia que la situación te tiene que producir. Es algo inhumano que Dios no lo quiere ni para ti ni para la gente.
Voy a decirte algo que muy pocos saben. Hubo un momento de mi vida, poco tiempo después de ser nombrado Obispo, estando en Calama, que yo renuncié, no a Calama sino, con más radicalidad, al Episcopado mismo. Sí, pedí al Nuncio, Mons. Sotero Sanz, y al Presidente de la Conferencia Episcopal, el Cardenal Silva, que me liberaran del Episcopado. Hubiera quedado como emérito de inmediato para seguir ejerciendo mi labor como sacerdote. Nunca me dijeron por qué no me dejaron como emérito.
Llegué a Calama un año antes del golpe militar, hacía poco se había iniciado una experiencia de sacerdotes obreros en Chuquicamata. Estos sacerdotes obreros formaban un equipo en el que había algunos teólogos destacados. Trabajaban en la mina y, al mismo tiempo llevaban un proceso de reflexión teológica que me parecía seguido con mucha profundidad, incluso en consulta a Karl Rahner que era un teólogo muy querido y admirado por mí y que, como es sabido, tuvo una gran participación en el Concilio. Pero el sacerdote ideólogo de esta experiencia tenía una psicología muy difícil y complicada de modo que se hizo insoportable para los otros sacerdotes de la pastoral ordinaria.
Los sacerdotes de la pastoral ordinaria eran venidos de España lo mismo que yo  y eran muy queridos por la gente, dada la gran entrega con la que realizaban su ministerio. Pero la división entre los dos grupos de sacerdotes era muy grande. Te aseguro que mi mayor preocupación era buscar caminos para conseguir la superación de los conflictos pero no fui capaz y los sacerdotes de la pastoral ordinaria me plantearon que, como veían imposible seguir en Calama estando allí el sacerdote al que me referí como ideólogo de la experiencia, me dijeron que si no expulsaba a ese sacerdote se iban ellos, a lo que respondí que no podía expulsar a un sacerdote por presión de otros. Ante eso se fueron ellos. Puedes imaginarte la situación que se me produjo. La gente vio el problema como una situación en la que yo tenía que elegir entre unos sacerdotes u otros y con ese planteamiento no se podía comprender que yo hubiera preferido quedarme con los sacerdotes obreros cuya labor no era entendida y que no atendían la pastoral ordinaria.
La reacción de la gente contra mí fue grande. Por otra parte eran enormes los esfuerzos que yo tenía que hacer para atender tanto bautizos como matrimonios y funerales procurando al mismo tiempo visitar las poblaciones y asistir a las reuniones en las que me reprochaban continuamente que hubiera permitido que se fueran los sacerdotes que ellos conocían y querían.
La situación era tan complicada que me vi obligado a pedir a los sacerdotes obreros que suspendieran por unos meses la experiencia que estaban llevando adelante. Unos poquitos días después se produjo el golpe militar. El panorama cambió radicalmente pero la tensión que vivía era mucho peor porque se trataba de la vida de las personas y de inmediato llegó la caravana de la muerte. Terrible. Muy terrible. Mi angustia era enorme.
Es imposible contar aquí la historia, pero lo que tengo muy claro es que a pesar de la situación que estaba viviendo tuve una posibilidad real de diálogo con las comunidades y poco tiempo después veía que nos teníamos mutua confianza y éramos amigos sinceros. De tal forma que cuando unos meses después se hizo público mi nombramiento como Obispo de Chiloé la gente no podía creer que yo me fuera. De inmediato yo me escondí y no aparecí hasta el día que hice la entrega del cargo a mi sucesor, Mons. Oviedo, quien siendo Arzobispo de Antofagasta se hizo cargo también de Calama como Administrador Apostólico. En la misma Misa que se celebró, Mons. Oviedo se hacía cargo de Calama y yo me despedía. Fue Misa larguísima porque en la oración de los fieles hubo mil intervenciones y cada una era un discurso pidiéndome perdón públicamente porque pensaban que me trasladaban porque ellos me habían hecho la vida imposible cuando se fueron los sacerdotes de la pastoral ordinaria. Fue una Misa de muchas lágrimas y enormes abrazos al final en la puerta. La noche estaba ya avanzando y al día siguiente, de madrugada, me fui de forma definitiva. Estuve en Calama dos años, un año antes del golpe y otro después. Años muy intensos en los que viví los mayores sufrimientos de mi vida.
Como comprenderás, sé muy bien que es imposible el desempeño de la labor pastoral en medio de campos profundamente marcados y divididos. Pero, también sé muy bien que aunque uno se encuentre en medio del rechazo de la gente, las cosas pueden cambiar en de forma increíble si es que se consiguen verdaderos caminos de diálogo en los que cada parte se expresa de verdad y, del mismo modo, de verdad escucha a la otra parte.
Por esto, cuando he dicho que los que no están de acuerdo con tu presencia como Obispo de Osorno busquen el diálogo contigo para decirte con sinceridad lo que piensan no pretendía promover campañas para hacerte la vida imposible. El diálogo me dio muy buen resultado, pero ha de haber en cada parte una verdadera actitud de escucha a la otra parte.
Y cuando he dicho que “yo en tu caso renunciaría” no lo he dicho con ánimo de molestarte, sino todo lo contrario. Es lo que hice en otro tiempo y pienso que es el medio para evitar el sufrimiento de la gente y el sufrimiento tuyo, querido Juan, que, yo lo sé, es un sufrimiento muy grande.
No veo que en Osorno se hayan abierto los caminos del diálogo y, siendo así, el sufrimiento de la gente sigue y el tuyo también. Repito, yo renunciaría. No lo digo por atacarte sino porque el sufrimiento que vives no lo queremos nadie.
Es bonito el razonamiento que haces cuando expresas que tu deber es cumplir con el encargo que te ha encomendado el Papa. Pero considero, según lo que yo he entendido, el Papa se mantuvo firme en el sentido de haber examinado con sinceridad tus antecedentes y no haber encontrado fundamento para no nombrarte como Obispo de Osorno. El Papa fue muy valiente, Yo lo admiro mucho. Pero lo que considero que no pudo darse cuenta el Papa es que en Chile hay diversas clases de víctimas de Karadima. Tu perteneces a una de esas clases y la misma Iglesia en Chile es una víctima de Karadima. Esto nos hace sufrir a todos y tú no puedes desconocer que perteneces a una de las diversas clases de víctimas. Esa marca la tienes y te acompañará donde vayas.
Sabemos que el Papa es un gran signo que hace presente en el mundo la ternura de Dios, Estoy plenamente convencido de que por ningún motivo del mundo te habría nombrado para una misión que te es imposible cumplir y que tiene que hacerte sufrir mucho. Eso sería torturarte. Algo totalmente opuesto a la ternura del Papa. Pienso que el día en el que el Papa se dé cuenta de esto va a sufrir él y de una forma u otra va a sentir la necesidad de liberarte de Osorno y pedirte la renuncia. Como pienso esto, encuentro que sería mucho mejor presentar la renuncia antes que él llegue a pedirte que la presentes. Repito una vez más. Esto es mi modo de pensar, según lo que he vivido y he hecho.
Al decirte estas cosas, querido Juan, no me tengas como adversario, por favor, sino como hermano que, con sinceridad, te dice las cosas buscando el bien tuyo y de todos tal como creo que es la voluntad de Dios.
Finalmente, otra cosa que me parece importante. En las situaciones como la que estás viviendo, los mecanismos interiores le llevan a uno a considerar que quienes están a favor son los buenos y los que están en contra son los malos. Eso es falso. En todas partes está el trigo mezclado con la cizaña. Si descubres las personas buenas en un lado y en otro podrás  encontrar caminos muy interesantes para cada paso.
Puedo contarte que cuando me tocó vivir el problema de la profunda división entre los sacerdotes obreros y los sacerdotes de la pastoral ordinaria yo encontraba que en cada una de las partes había sacerdotes que consideraba muy buenos a quienes yo quería y sigo queriendo mucho. Incluso yo veía que había personas que quedaban desconcertadas porque no entendían que yo pudiera entender y defender actitudes de quienes consideraban que estaban contra mí, pero con eso otros comenzaron a entender que yo no estaba contra nadie.
Juan, renunciando a la potestad, adquirirás autoridad y paz. Por mi parte puedo decirte que la renuncia que presenté al comenzar mi ministerio episcopal, la volví a presentar al cumplir los 75 años, hace ya diez años. Pero ahora sí que fue aceptada mi renuncia. Con gozo sigo realizando labor pastoral y me siento muy cerca de las personas que en esa atención pastoral, Dios pone en mi camino. Te aseguro: ser emérito no impide ser feliz. De verdad. Soy feliz.
Me he extendido mucho. No me alargo más. No sé cómo será la secuencia de los hechos, pero sea como fuere, cuenta con mi oración y afecto.
Un abrazo muy grande, querido Juan. Hoy en la fiesta de la Santísima Trinidad. Dios es Comunión de Personas. Dios es Amor.
+Juan Luis Ysern de Arce
                              Obispo emérito de Ancud
 
*Fuente: Reflexión y Liberación

Compartir:

Artículos Relacionados

1 Comentario

  1. eliana

    Mons. Juan Luis siempre ha tenido un espíritu de amor, jamás dirá algo que no se oriente hacia la bondad y el perdón. Su pensamiento es naturalmente revolucionario porque es difícil de comprender.

Deja una respuesta

WordPress Theme built by Shufflehound. piensaChile © Copyright 2021. All rights reserved.