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Chile en un entorno de debilidad y de crisis política

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El neoliberalismo no reconoce oficialmente diferencias: en el capitalismo la riqueza ejerce su poder de manera subliminal, planteando la falsa igualdad de los ciudadanos. De hecho, no tardó mucho en ser descubierta esa verdad de que el hombre podía ser usado como mercancía si se hacía de él un esclavo. El control que así se ejerce es quien logra dividir la sociedad entre una clase explotadora y otra explotada. La tremenda disyuntiva para el capital es que siendo la base de su civilización la explotación del esfuerzo ajeno cada progreso de la producción es al mismo tiempo un retroceso en la situación del trabajador. Es decir, cada beneficio de la élite es un perjuicio para nosotros; a su vez cualquier grado de libertad conseguido por los asalariados será un retroceso para la élite.
Si profundizamos en el tema veremos que en la revolución de los burgueses siempre fueron los sectores sociales más vulnerables los que suministraron las tropas de combate y que ellos también fueron la clase que después de alcanzar el triunfo sale arruinada por las consecuencias económicas de aquel triunfo. Por ejemplo, de siervo de la gleba los desposeídos se convierten en esclavos al servicio del capital. De hecho, cien años después de Cromwell, los campesinos pobres de Inglaterra casi habían desaparecido. La nueva clase capitalista usó a su antojo a los pobres, a pesar de la Comuna de París incluso, proceso que en todo caso los puso en alerta.
Será la época en que deja de hablarse de «libertad, de igualdad y de fraternidad» para dar paso a formas más refinadas de dominación. Así, de clase revolucionaria ahora la burguesía se convierte en conservadora, en militante de una «democracia» de baja intensidad que alcanza su grado de mayor violencia con el neoliberalismo donde cada derecho se transforma en formal. Pasa que el «Estado de Bienestar» conduce al capitalismo a una crisis de proporciones porque financiar las conquistas del pueblo no es rentable: las mismas llevan a una caída de la tasa media de ganancia del capital, lo cual es inaceptable para la patronal que actuará en consecuencia, flexibilizando la fuerza laboral.
De ahí la importancia de que la convocatoria al paro productivo del martes recién pasado fuera realizada por sectores que protagonizan batallas sindicales emblemáticas: los mineros, los portuarios, los forestales y otros. Además, esta huelga contó con el apoyo de la CUT al mismo tiempo que hizo suya las denuncias de corrupción y de los delitos en que se encuentra involucrada la casta política- empresarial. Se trató de una paralización de gran trascendencia porque mostró la urgencia de unificar la lucha de los estudiantes y trabajadores. En este sentido posibilita la confluencia entre las peleas parciales en el plano de la reforma educativa y laboral, con la denuncia de la patronal corrupta, inepta y violenta.
Un proceso de movilización, enraizado en los lugares de trabajo y de estudio, encabezado por las más importantes organizaciones sindicales y estudiantiles de Chile, está en condiciones de alterar en favor del pueblo el escenario político. Nos permite superar el descontento pasivo o las acciones parciales e inorgánicas de malestar a la vez que aprovechamos las fuertes debilidades de la «democracia» de baja intensidad en propio provecho: evitaríamos que la patronal retome la iniciativa y en esas condiciones somos los asalariados quienes preparamos el terreno para cambiar el país desde las bases mismas del movimiento social.
 
 

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