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Longueira en el gobierno de la Nueva Mayoría: el síndrome de Estocolmo

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Longueira como asesor del Ministro de Minería, un chiste, no, la única explicación posible es que los derechistas conservadores atrincherados en la Concertación moribunda, están reviviendo la política de los acuerdos. En estos días han dado suficientes muestras de querer y necesitar conformar una coalición soterrada, aliándose con la derecha liberal para defender intereses cruzados, en la educación y en la economía.

Con esto lo que hacen es confirmar lo que la concertación hizo durante los últimos veinte años, gobernar como una elite política oligárquica, elegida con la izquierda para gobernar con la derecha, alejada de los intereses y necesidades de la gente. En este contexto, llevar a Longueira, la cara mas visible de la herencia pinochetista, a un Ministerio del gobierno de la Nueva Mayoría, representa la continuidad del modelo de coparticipación que han tenido en la administración del sistema neoliberal, construido sobre la base militar y política cimentada por la derecha.

Decisiones como esta, tremendamente equivocadas, violentan la ética como justificación racional y moral del gobierno, porque explican el poder por el sólo hecho de existir. Tal cual como lo hicieron en 1989 cuando negociaron, con la dictadura, la impunidad de los violadores de derechos humanos y culpables de crímenes de lesa humanidad, a nombre de la democracia.

En esa ocasión mutilaron la acción política de todo referente moral, lo que hoy se recuerda al nominar a uno de los representantes mas extremos de la ultra derecha al gobierno, desconociendo o intentando borrar su oscuro pasado. Con actos como estos, si que se desvaloriza la política y es el gobierno el que pierde credibilidad.

Hace falta rescatar la democracia como un sistema político y de valores, uno que se cimenta en la soberanía popular, en la participación de los ciudadanos. La propia complejidad y la intensidad que adquieren las competencias partidistas por el poder, tienden a oscurecer los principios y valores básicos en que se sustenta la propia democracia.

Esto es lo que ha ocurrido con la elección abominable de Longueira, por un ministro y funcionarios de gobierno, quienes desconocen el significado profundo de sus cargos, lo que no sólo se traduce en indiferencia hacia la ciudadanía, sino que se constituye en una potencial perversión del sentido original de su responsabilidad como servidores públicos.

Afortunadamente y a partir de las valiosas movilizaciones estudiantiles y sociales, la generación joven del recambio marco un hito en la política chilena, que ya no queremos seguir viviendo gobernados por la concertación ni por la derecha. Ya sabemos que bajo el modelo económico actual, con un sistema político binominal, este u otro remendado, seguirán explotándonos, por lo cual el único camino posible, es salirse del circulo vicioso dominado por bloques políticos que actúan aparentemente con objetivos democráticos, pero en la realidad con fines opresivos.

En la situación actual que vive el país, este gobierno u otro, si es representativo de los intereses nacionales, necesitará mas que una reforma para resolver los problemas que tenemos los chilenos. A estas alturas necesitamos cambios reales y profundos para terminar con la desigualdad, lo que estamos claros no se logrará en cuatro años, pero se necesita iniciarlos ahora, cambios como la recuperación de la propiedad del cobre y de ciertos sectores estratégicos para el país.

Lo que se necesita y sin ambigüedades, es devolver al Estado el rol de regulador público de la economía, para terminar con los abusos y la explotación laboral. Obtener una mejor y progresiva política fiscal para mejorar de verdad la salud, la educación y la calidad de vida. Además de una verdadera y valiente regulación de la actividad de las instituciones financieras, comerciales y bancarias privadas, que hoy especulan a su gusto.

Ya no hay duda que la desigualdad y la exclusión social no desaparecen si la estructura económica sigue siendo la misma y si el sistema político sigue subordinado a intereses económicos nacionales y transnacionales. Un modelo al que interesa una sociedad civil con derechos políticos restringidos, en la cual la democracia ya no es un medio para alcanzar la justicia social, sino que es vista como un instrumento del mercado.

Habrá que recordarle al Ministro Pacheco que el ex ministro Longueira es un ideólogo de este modelo y que en el pasado gobierno de derecha, fue impulsor de un paquete de medidas privatizadoras, privilegiando sus propios intereses y el de las siete familias que se adueñaron de las riquezas marinas por sobre los de todos los ciudadanos. Los chilenos (as) ya no queremos mas de esto, a lo que aspiramos es a modificar las instituciones económicas y políticas que han agudizado a los extremos la lucha de clases y la desigualdad social, instituciones que están subordinadas al poder del lucro y la especulación, controlando nuestras vidas y nuestras mentes.

Pero al mismo tiempo sabemos y cada día hay mas conciencia de ello, que la solución a los problemas es por caminos democráticos nuevos, los que habrá que construir, sin miedo, saliéndonos de un esquema de democracia representativa, la que se ha trasformado en una democracia de elites, en la cual piden nuestro voto y luego negocian a nuestras espaldas. Para terminar con esto uno de esos caminos nuevos es la Asamblea Constituyente, lo que implica un acto de democracia como el que nunca hemos tenido, es decir, que cada ciudadano tenga derecho a participar y a opinar, un acto que le otorga al país y de manera verdadera, la unidad, la solidez institucional y la estabilidad que necesita.

Por esta vía los ciudadanos si recuperaremos la confianza en las instituciones democráticas, sean estas el Parlamento, los partidos políticos o el Poder Ejecutivo, abriendo canales de comunicación, control y participación ciudadana en el proceso decisional y en los asuntos públicos. Es en esta senda, que los movimientos sociales y los espacios locales tienen inmejorables posibilidades de contribuir, de ser protagonistas en el proceso de refundación democrática del país, lo que exige al sistema político innovar en términos de formatos institucionales más adecuados y aptos para captar y canalizar esa participación social.

Basta ya entonces de mas de lo mismo, es decir de política de los acuerdos y de la justicia de lo posible, la democracia es un derecho que ganamos en la lucha social y en la protesta callejera valiente y decidida, por lo tanto basta de elevar altares a quienes han administrado el sistema creado por Pinochet y son parte de años de dictadura y de opresión. Honores de ética y estética Pinochetista con los mismos medios de prensa, obispos y militares que formaban parte de la orquesta mediática de los años ochenta.

Por tanto no tenemos porque aceptar desde una postura democrática y de izquierda de verdad, que se nos presente a personajes como Longueira, como un dirigente político de gran altura, con enormes cualidades para el consenso y los pactos. O peor aun, como uno que construyó la democracia en Chile, eso es una mentira conveniente construida por la la propia Concertación.

Sera que estos señores, como el Ministro Pacheco, sufren del “síndrome de Estocolmo”, o están presos de la necesidad de ser reconocidos por los pactos con la derecha, como políticos serios y mesurados. Preocupación acomodaticia que no les permite atreverse a reconocer de una vez, a los percherones y a los guardianes de Pinochet.

El autor, Enrique Villanueva M., es ex dirigente Rodriguista

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